Por un Cine Rex vivo

La cabina del Rex: kilómetro cero de la ilusión

Cabina Rex

Cabina Rex

Pascual Vera

Pascual Vera

La cabina de proyección cinematográfica es el punto de partida de la ilusión, el kilómetro cero de la magia del cine. Cuando el rayo de luz atraviesa la lente del proyector y traspasa el cristal que lo separa de la sala en la que se encuentran los espectadores, dispuestos a permanecer encerrados en un espacio a oscuras, en silencio, en comunión con centenares de personas que no conocen, y vivir una historia narrada por fantasmas bidimensionales en un lienzo plateado, el efecto es inmediato: accedemos a una historia que opera con fuerza sobre cada uno de nosotros.

El espectador cinematográfico es el más vulnerable, atrapado y fascinado de cuantos espectadores han existido: aislado del resto del mundo, en la oscuridad, sin posibilidad de intervenir en la historia más allá de permanecer inmóvil en la butaca y con la mirada atenta a ese haz de luz que hipnotiza al estrellarse en una pantalla.

Esta foto que traigo hoy a esta sección mía –que es también la de ustedes– es una de las escasísimas que se conservan de los cine históricos de Murcia, quizás por esa creencia invencible de lo fungible y perecedero que debía de ser todo lo que rodeara al cine: desde los carteles y prospectos, raras veces guardados y atesorados más que por los coleccionistas, así como el resto de lo que ocurría sobre o alrededor de la pantalla, para no distraer de esas historias apasionantes que se nos mostraban en la sala de cine.

La foto está tomada el 29 de septiembre de 1957, y nos muestra el equipo de proyeccionistas del Rex. Por los datos que he podido conseguir, se trata de: a la izquierda, sentado, Juan Laencina Alemán, jefe de cabina. En el centro, agachado, Antonio Paredes Laencina, ayudante de cabina. Y a la derecha, José López, conocido como ‘El Panadero’, segundo de cabina

Los tres posan ufanos con algunas fotos de Sarita Montiel sobre el proyector y con un cartel hecho por ellos mismos anunciando el último día de proyección de los 105 días que permaneció en cartel El último cuplé, récord absoluto de permanencia hasta entonces. Probablemente el proyector era el original con el que se había dotado al cine en su inauguración como el Rex, que tuvo lugar el 21 de noviembre de 1946: un proyector OSSA de Barcelona, que la prensa de su tiempo saludaba de esta manera: un proyector «que honra a España, que es el último modelo lanzado al mercado».

En aquellos tiempos, lo normal todavía era proyectar con dos aparatos –uno a continuación del otro–, «y como los rollos eran muy pequeños y el espacio de tiempo del que disponíamos para poner un aparato en condiciones requería casi el tiempo que tardaba en pasar la películas en el otro aparato, hacía falta alguien que cuidara de uno de ellos (el operador), otro que era el jefe de cabina, y un ayudante, que volvía las películas y nos las suministraba para colocarlas en el otro aparato. Eso fue lo que provocó la necesidad de que hubiera tras personas en las cabinas. Esto era lo que me explicaba el operador Rafael Laencina en los primeros años ochenta con destino a mi libro Empresa y exhibición cinematográfica en Murcia (1895-1939).

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