En su rincón

Katarzyna Rogowizc: prolífica, original y sorprendente

Katarzyna en la sala Caballerizas.

Katarzyna en la sala Caballerizas. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Es una de las artistas más reconocidas, inquietas, creativas y de mayor proyección de nuestra Región, lleva 30 años en España pero nació en Polonia, de donde vino por temas deportivos y también porque quiso dar un cambio radical a su vida. Se trata de Katarzyna Natasza Rogowicz Okrajek, Kasia para sus amigos. Con ella me encuentro en la sala Caballerizas de los molinos del Río Segura. Tras el paréntesis de la pandemia, que me confiesa que se le ha hecho muy cuesta arriba, vuelve a exponer una muestra titulada Antípoda, un compendio de esculturas, pinturas, dibujos e instalaciones que, entre las columnas y los arcos de piedra, presentan un recorrido íntimo, vital y biográfico que se apodera de nosotros y se convierte en social. «El confinamiento –me dice-, que pasé enclaustrada en la sierra de Gredos y en mi taller de Vera, ha sido una época difícil en mi vida, he sufrido, me ha paralizado, pero también me ha servido para reflexionar y releer mi vida y mi trayectoria. Esta exposición es el fruto de estos dos años, toda es obra nueva y obra que habla, más que nunca, de mí, de mi historia y de mis monstruos internos».

Estos días también está casi enclaustrada aquí, viene todos los días a la sala, hace numerosas visitas guiadas, atiende a los muchos visitantes y grupos de estudiantes o de mujeres. Esta tarde organiza una mesa redonda que se convertirá en un podcast, y me cuenta que también vendrá la televisión a grabar. Mientras tanto, aprovecha para dibujar con un montón de rotuladores de colores intensos y yo disfruto de sus dibujos recién hechos que hay sobre la mesa. «Cuando salí de Polonia, con 21 años, reuní a mis amigos y les repartí todas mis cosas. Vine sin nada, no quería aquella vida». Y mientras me va explicando la exposición, veo que las cartelas hablan, en primera persona, de la violencia familiar: «He procesado, ahora, con la distancia de los años, que padecí maltrato y esta es mi manera de sentirme mucho mejor: el arte tiene un inmenso poder sanador y me ha ayudado, junto a mi pareja, a salir de los infiernos, a ser una persona nueva y a sentir empatía por la gente que sufre o la gente que sueña con un mundo mejor», y me confiesa que estos días está sintiendo un vínculo muy especial con los visitantes: «Me comentan, me cuentan cosas, no son meros espectadores, la gente está participando, la exposición está haciendo de espejo con la gente y ni te imaginas lo que me emociona que ellos se emocionen y se remuevan por dentro».

Muchas de las piezas de Antípoda nacen de objetos reciclados, recogidos en sus muchas caminatas por el monte o la playa. Katarzyna ama la naturaleza y hacer senderismo, se dejó el voleibol pero siempre ha hecho natación o bicicleta porque «no hay nada como caminar, cuando andas todo vuelve a su sitio, el cuerpo y la cabeza, que trabaja de otra manera y te hace sentir mejor y más despierta». En el recorrido que me hace, me va explicando cada una de las piezas de esta exposición, que es como un camino misterioso por un bosque de temas universales: una de las piezas gira en torno al síndrome del nido vacío y hablamos de nuestras experiencias al respecto, yo con mis hija y mi hijo y ella con la suya, que ha estudiado Bellas Artes en Valencia y en la actualidad está de Erasmus en Polonia.

Me sorprende especialmente una suerte de alfombra voladora, una pieza bellísima a la que le hago la foto, como tocando el arpa mágica. También me muestra Cuerpo doliente, un autorretrato sin gravedad, frente al que me dice: «Cuando hay dolor en la vida de un artista, hay una coincidencia en realizar obras diáfanas, leves, levitando».

La conversación nos retrotrae otra vez a su trayectoria. Katarzyna es una prolífica, original y sorprendente ilustradora de cuentos que me dice: «Siempre intento ser libre, volar y hacer volar, pero es verdad que el ilustrador se debe a un narrador, a una editorial y, sobre todo, a un público infantil en cuya piel te tienes que poner, hablando el lenguaje de los niños. Mis ilustraciones son amables y coloristas y disfruto muchísimo yendo a los colegios, bibliotecas, centros culturales y ayuntamientos para impartir talleres y dibujar en directo». 

Y me habla de su infancia: «La mayor parte del tiempo vivía con mis abuelos. Mi abuelo era acuarelista, con él viajaba en tren e iba a conciertos de música porque a él le gustaba dibujar a la gente cuando estaba quieta. También salíamos a dibujar al campo. Él me enseñó a hacer retratos y a colorear, y yo siempre pude tener acceso a todo su material, que era como un regalo diario». Y me cuenta que en Polonia estudió Tapiz Artístico y ello se nota siempre en sus exposiciones. Cuando vino a España estudió Ilustración en la Escuela de Arte y Bellas Artes en la primera promoción de la Región. Ha hecho multitud de exposiciones desde 1992, e importantes residencias artísticas con creadores de muchos países, varios cursos en el Cendeac, en la Fundación Valparaíso o en Centros de Creación como el de La Postiza.

Y volvemos al principio de la conversación: «Ya nunca seremos los mismos, la pandemia nos ha cambiado para siempre y, aunque aún no nos demos cuenta, las consecuencias irán saliendo poco a poco. Yo he pasado al volumen, mis obras son ahora instalaciones, una nueva línea de trabajo que va hacia la escultura, que pone en diálogo el dibujo y el 3D. Lo mejor es que este nuevo camino también me vuelve a llevar al dibujo: ahora me gusta dibujar, desde distintas perspectivas, mis propias instalaciones».

Y hablamos de fotografía y cine de su tierra natal: «Me impresiona el blanco y negro polaco, esas imágenes impactantes, ese dramatismo, esa iluminación casi surrealista, esos encuadres inmortales y esos personajes» . Y de la actualidad: «Quién diría que volveríamos atrás en tantas cosas. De nuevo se persigue la inteligencia, de nuevo se vuelve a manipular, no con la censura en todos los países, pero sí con la mentira y la manipulación». Y termina: «Así es la vida ¡siempre hay tanto por lo que luchar!». Es tan grande y tan bella por dentro como por fuera. 

Suscríbete para seguir leyendo