Es común que un amplio porcentaje de la colección de un museo aguarde su momento en un almacén, ajeno a los ojos del visitante. Y también es habitual que, en ocasiones, el tiempo pase y esas obras acaben sumiéndose entre las sombras, olvidadas de tanto esperar a que las nuevas entradas les hagan un hueco en las paredes de la sala de exhibiciones. Por eso es sano ‘bajar’ de vez en cuando a los fondos museísticos con el ánimo de dejarse volver a sorprender. Y eso es lo que han hecho Elisa Franco Céspedes y Juan García Sandoval en el Mubam. Porque, ¿quién mejor que ellos para escarbar entre la ingente colección del Museo de Bellas Artes de Murcia? Ella lleva vinculada a este espacio desde mediados de los años ochenta, mientras que él es desde años el director del centro.

El resultado es Paisaje, figuras y lugares. De Carlos de Haes a la generación de los años 20, una exposición con cerca de medio centenar de obras que ya puede visitarse en el museo hasta el 21 de febrero y que traza un recorrido «desde el romanticismo al naturalismo y el movimiento de la vanguardia, dentro de la tradición hispana de aquellos pintores», señalan desde la Consejería de Cultura. Porque no solo de De Haes (1826 - 1898) vive esta exposición... Cierto es que del malagueño –nacido en Bélgica– es, no solo quien abre este proyecto, sino también quizá el que más sobresalga en ella con cuatro obras «plenas de gran espontaneidad y frescura» que demuestran por qué es considerado un maestro por excelencia del paisajismo español del siglo XIX –y figura especialmente señera en la antología del arte decimonónico patrio–, pero también brillan con luz propia otros contemporáneos como los costumbristas Juan Antonio Gil Montejano (1850 - 1912) y Antonio de la Torre (1862-1918). 

Los comisarios, en el centro de la imagen. Juan Carlos Caval

Con el nuevo siglo, sobresalen las obras del archenero Inocencio Medina Vera (1876-1918), «que cultivó una pintura regionalista centrada en nuestra comunidad e introdujo las novedades del modernismo en obras como la Alegoría de la primavera y las Danzantes campestres, que conviven con la tradición costumbrista en la búsqueda de la identidad regional». Pero también toda una generación de pintores de principios del siglo XX que reaccionó contra el realismo; un cambio notable en la pintura murciana, renovada por las influencias de pintores ingleses como Wyndham Tryon, junto con los movimientos de vanguardia que se simultaneaban en París. Artistas como José María Almela Costa, Antonio Carrión Valverde, Juan Bonafé, Ramón Gaya y Pedro Flores. A estos tres últimos, junto a Luis Garay, dedicaba el Museo Ramón Gaya hasta hace apenas unas semanas una breve muestra inspirada en esa misma época.

Distintas técnicas y miradas

Las obras seleccionadas, realizadas con diferentes técnicas, tienen como hilo conductor el paisaje natural y urbano, pero visto a través de distintas ópticas (de las de cada pintor representado, concretamente). Eso sí, ya sea «con intencionalidad artística o cultural, histórica o poética, e incluso con encuadres propios de los artificios de las artes (diagonales, a vuelo de pájaro, con horizontes altos o bajos)», todos son espacios siempre reconocibles; un requisito indispensable para tratar de adentrar al espectador en la mirada particular de cada creador, en aquella que «descubre la emoción del paisaje y la dota de significados muy distintos, según quién sea el que la observe».

Desde el punto de vista temático, se pueden diferenciar paisajes naturales que representan bosques, campos o huertas y territorios con la presencia y ausencia del ser humano; paisajes costumbristas que simbolizan tradiciones o escenas típicas; paisajes con estudio de las condiciones atmosféricas o climáticas, y paisajes urbanos, escenas reales o inventadas, entre otras. En definitiva, esta exposición muestra a los aficionados diferentes estampas que, en su conjunto, ofrecen una vista general de la evolución de un género que, en principio, formaba parte como fondo de escenas de otros géneros hasta constituirse en un género con categoría propia, «muy del gusto del espectador».