La Opinión de Murcia

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Entrevista

Fernando Delgado-Hierro: "El desarraigo es un buen lugar desde el que enraizarse con más conciencia"

El sevillano defiende este viernes sobre las tablas del Teatro Romea de Murcia su obra 'Los Remedios', con la que ganó el año pasado el Max a Mejor Autor Revelación

El actor y dramaturgo Fernando Delgado-Hierro. Luz Soria

El escritor Harry Crews decía que él se fue de su pueblo, pero su pueblo nunca se fue de él. A Fernando Delgado-Hierro le pasa lo mismo. En su caso, con el barrio sevillano de Los Remedios. Se largó, leyó, escribió. Pensó en qué demonios significa eso de pertenecer a un sitio. Montó con su amigo Pablo Chaves una obra que va de volver. Y volvió y triunfó. Él encuentra dos explicaciones: la «crudeza» con la que él y su compadre se tratan a sí mismos y lo «liberador» de nombrar lo que se esconde en una ciudad que derrocha una extroversión casi maníaca. El viernes defenderá Los Remedios en el Teatro Romea, en el corazón de un sitio que también sabe lo que es salir a la calle a arreglar lo que pasa entre la cocina y la habitación.

 

¿Viajar al pasado es menos peligroso si se hace con un amigo [Pablo Chaves]?

Desde luego es algo que te sostiene, sí, es un apoyo que te permite recordar y recrear desde otra mirada las cosas. Hay una complicidad que te permite entender enseguida lo que hace falta, una manera en común de comprender el juego. Empezamos a hacer teatro juntos desde muy pequeños y en esta vuelta, no solo al barrio, sino también a la primera necesidad de hacer teatro, tener ahí al otro nos ha hecho conectar mejor con aquellos primeros impulsos.

Daniel Higgs, de la banda Lungfish, decía que el secreto para mantener la amistad en un grupo es permitirle a esas personas el hecho de que cada vez te resulten más extrañas.

Quizá, sí. Sobre todo creo que hay una cierta fidelidad, que es una palabra que al fin y al cabo viene de fe. Uno sigue creyendo en el amigo, se lo cree, hay una confianza que atraviesa y permanece más allá de los cambios superficiales, incluso de esa extrañeza que señalas. Los amigos, como decía Borges, se diferencian de otros afectos en la frecuencia. Algunas amistades pueden permanecer intactas después de mucho tiempo sin verse, y eso es posible, me parece, siempre que siga existiendo fe en el otro, y en que guardan algo compartido, con lo que uno se reencuentra.

¿Se reconoce a sí mismo en sus amigos?

Sí, los amigos son esa gente que te recuerda que el ser humano no está tan mal. Son muy necesarios, porque uno se reencuentra, no solo consigo mismo, sino también con el mundo a través de ellos.

Fernando Delgado-Hierro, de nazareno, durante una representación de ‘Los Remedios’ junto a Pablo Chaves. L. O.

Dice que, cuando su intimidad se convierte en materia literaria, deja de observarla como suya. ¿Esa condición ha convertido su vida en un campo de pruebas literario?

Bueno, sí que he experimentado en algún momento esa sensación que describe Chéjov a través de Trigorin en La gaviota, cuando dice que observa todas las conversaciones a sus alrededor y todos los sucesos y no puede parar de pensar en que esa frase tiene que rescatarla para un personaje o que aquello otro sería un muy buen argumento. Esa especie de obsesión por parte de esa criatura interior que te dice: «Escribe, escribe». Pero imagino que esto es algo que le pasa a todo el que se dedica a esto. Probablemente la obsesión está antes y es la que acaba determinando el oficio. Mi propia vida es un objeto de materia literaria tanto como podría serlo todo lo demás.  

La obra que presenta en Murcia también habla del desarraigo. Ser de un sitio y pertenecer a él no es lo mismo.

Es una de las cuestiones fundamentales de la obra. Qué queda pese a todo en uno, cuando no te identificas con aquello que supuestamente debería configurar tu identidad. El viaje, creo, siempre es a buscar más a fondo, porque en la raíces siempre hay algo tremendamente poderoso. Una vez que uno se despoja de lo superficial puede reestablecer ese vínculo de una forma más propia, en otros términos, sin que eso te absorba, te anule. El desarraigo creo que es un buen lugar para volver a enraizarse con más conciencia.

Autoficción, viaje al pasado con un amigo, desarraigo, homosexualidad en un ambiente conservador, el barrio de su infancia... Con esos ingredientes suelen salir obras en las que ese lugar no suele salir bien parado. Y, sin embargo, han triunfado en Sevilla.

Sí, ha sido sorprendente la empatía con que la gente la ha recibido. Intuyo que sucede así porque somos especialmente crudos con nosotros mismos. Los dos somos unos inadaptados en ese entorno, Pablo por su sexualidad y yo por mi timidez y melancolía, y exponemos toda esa fragilidad que de alguna forma se había quedado ahí debajo, con la crudeza propia del que se saca las tripas, aunque también con la ligereza propia del humor que siempre nos ha gustado. Creo que la gente lo agradece, porque en una ciudad y una cultura en la que se suele tapar todo hacia fuera, en que la extroversión es el manto que encubre la fragilidad que todo el mundo esconde, es liberador que alguien diga: esto también está. 

¿La catarsis se alcanza solo en el escenario o en el proceso de escritura ya hay algo de eso?

Lo hay, claro, aunque de otra forma. La catarsis real sucede en el encuentro, al poder compartir con los demás el viaje. Ese es el lugar único del teatro, el encuentro en vivo con esa pequeña comunidad humana que respira a la vez, y que padece contigo por pura cercanía de la carne: se ‘com-padece’. Ese ‘com-’, de compañía, de comunidad, es fundamental. 

¿Qué le importa más, hablar desde el ‘yo’ o hablar de usted?

Siempre me ha costado bastante hablar de mí, he tendido a ser una persona muy introvertida. Tal vez imaginé que a través de la literatura podía encontrar precisamente ese ‘yo’ que en mí notaba difuso, casi irreconocible. La identidad siempre es uno de los temas fundamentales en lo que escribo, me parece. Quizá la búsqueda de ese ‘yo’, de esa voz que habla en uno, me ha conducido por este camino de autoficción, en el que jugueteo con mi identidad, la estilizo, la transformo. Es el camino inverso a la actuación, que consiste en la necesidad de encarnar a otros para comprobar la propia elasticidad de tu psique y de tu carne. La autoficción quizá trate de ver cuánto hay de los otros en uno; qué ha quedado impreso en tu psique y en tu carne de lo humano y lo literario, y poder decir: «Yo soy Hamlet», o «Yo soy Tréplev». De todas formas, no niego, por supuesto, que construir una mitología en torno a lo propio también satisface al ego. Convertir a tus padres o a tus abuelos en personajes es muy divertido.

Usted ha estado toda la vida en el mundo del teatro. ¿Quién se impone a la hora de trabajar, el niño que corretea entre bambalinas y se disfraza o el adulto que ha leído, reflexionado y escrito? 

Probablemente sea un equilibrio. O digamos que el adulto, con todo lo que haya podido leer y reflexionar, se acaba poniendo al servicio de ese niño, le da nuevas herramientas para su juego, nuevos escenarios, nuevos disfraces. Ese espíritu es el que vuelve a rescatar también al adulto, cuando se pone mustio de tomarse a sí mismo demasiado en serio.

Fecha: Viernes, 20.00 horas.

Lugar: Teatro Romea, Murcia.

Precio: 10/12/15 euros.

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