Las artes escénicas, que están volviendo a salir a flote después de la pandemia, además de actores, directores, dramaturgos y técnicos, necesitan empresas de producción y distribución de los espectáculos, al igual que los artistas plásticos necesitan comisarios, marchantes y galerías, porque no se puede estar en todo y barajar las dificultades del mercado. En nuestra región tenemos a grandes profesionales en este sector, como es el caso de Juan Ignacio Vilar García, Nacho Vilar, un grande del teatro, con el que he quedado en la nave que su productora tiene en uno de los polígonos industriales del entorno de Lorquí. Me encantan estos lugares mágicos donde se almacenan los vestuarios, decorados y demás enseres que luego cobran vida sobre el escenario. Me viene al pelo, para hacer la foto, el barco de uno de sus montajes, porque Nacho es un experto en llevar el timón de su empresa y ahora también de la Asociación MurciaaEscena, que agrupa a casi la totalidad de las empresas teatrales de nuestra Región.

Nacho está exultante, acaba de celebrarse, con todo éxito, la Gala de los Premios Azahar, que en esta ocasión ha coordinado Adrián Quiñones, y que por primera vez se ha celebrado fuera de Murcia. El Nuevo Teatro Circo de Cartagena, que su director Jorge de Juan quiere rebautizar con el nombre del insigne Isidoro Máiquez, se puso de gala, con alfombra roja y ‘photocall’, con lo más granado de la cultura y el teatro regional. Como presidente de la organización, Nacho Vilar intervino en apoyo de la escena regional, reivindicando una apuesta más importante por las artes escénicas ante los representantes de la administración presentes. Pero como los votos de los académicos son los votos, aunque él no lo sabía, Nacho tuvo que subir al escenario en otras ocasiones, al llevarse varios premios sus producciones. Muy merecido, además, el premio a la mejor producción porque hay que reconocer que su trayectoria viene de lejos y sus obras inmejorables. Nacho Vilar Producciones ya es una marca de prestigio en toda España.

En la cafetería me dice: «Yo soy del barrio de Gracia de Barcelona, mis padres se dedicaban a la industria textil. La conexión con la escena me viene de mi madre, que era una forofa de la zarzuela y de mi padre, que hizo teatro aficionado en el Teatre Lliure. En Madrid estudié el método de William Layton y en el año 1991 me vine a Murcia, donde estudié en la ESAD. De actor empecé con la compañía Alquibla, en obras como Rapsodia a Fulano de Tal, un proyecto escénico de Antonio Saura». 

Y añade: «Posteriormente, por el año 1994, fundé La Desastrosa Teatro, una Asociación Cultural con la que hicimos montajes como Caricias, de Sergi Belber o Vaya enredo, de Lope de Rueda. Ya en 1997 me encargué de producir a Alquibla, en obras como Sueño de una noche de verano, que marcó, sin lugar a dudas, un salto cualitativo en el teatro de nuestra región y en la compañía. Hace veinte años fundé mi propia productora y desde entonces hemos hecho más de 25 obras, compaginando musicales infantiles, teatro de calle y obras y musicales para adultos». La conversación fluye por caminos que se entrecruzan, entre su experiencia de gestión y sus reflexiones sobre el teatro, el arte, el mundo en que vivimos y la vida. Me confiesa que es un obsesivo con el trabajo, pero que cuenta con un gran equipo, que no se puede hacer nada sin la ayuda de los demás, que «el individualismo resta» y que en la empresa son unas 25 familias y es una responsabilidad encontrar bolos por todo el país. Me habla maravillas de su dramaturgo de cabecera: Juan Montoro de Lara y, con entusiasmo, me recuerda algunos de los montajes que tiene en cartel en la actualidad: Los músicos de Bremen, que ensalza el amor a la gente mayor, el respeto a los seres vivos y la naturaleza, desde un cuento nada típico, o El Flautista de Hamelin, que gira en torno al poder de la belleza contra la amenaza de las ratas de este mundo y el poder que puede tener el pueblo cuando se une.

«Somos una familia con insatisfacción permanente y mucha imaginación para pensar nuevos proyectos con mucha antelación». Y me cuenta las dificultades y la preocupación durante la pandemia «para dar de comer a 25 familias». En 2020 montaron Glubs con Yllana Teatro, una valiente apuesta por el teatro de calle en un año tan difícil. Y me sigue hablando de los tres espectáculos que tiene con Antón Valén, de los que ha hecho con el profesor y director Jorge Fullana, como el de Pintar el viaje, sobre el pintor Pedro Cano, con el premiado actor Sergio Alarcón… también me habla de otros grandes actores de la casa, como Jacobo Espinosa. De la relación con los directores me dice: «Yo voy y miro en silencio, luego, a solas, le digo mi opinión o alguna discrepancia. A mí también me gusta aprender de ellos, incluso de la gente de mi oficina, gentes de otra generación más joven, que ven el mundo desde otra óptica más actual y que nos hacen ver que no nos quedemos anclados».

Terminamos hablando de políticas culturales: «En esta región vamos a salto de mata porque no hay un plan que, además, se debería consensuar con todos los partidos políticos. Hay que conseguir que la gente que se vaya fuera sea porque quiera, no porque aquí no encuentre salida en la cultura. Creo que hay que trabajar el mundo infantil, que son los futuros espectadores, hay que llevar teatro y circo de calidad a la calle y a los colegios. La calle es el espacio con el público más democrático e integrador, con gentes de culturas diversas porque el público del futuro es mestizo».

Y del futuro político me confiesa: «Yo no sé rezar mucho, pero lo hago con entusiasmo a un Dios en el que me gustaría creer para que no descarrilemos en ningún túnel populista y oscuro. Yo tengo fe en que salgamos de esta, pero, en el peor de los casos, yo siempre tengo la maleta hecha, suelo pasar más de 100 noches en hotel cada año» y añade: «No dejes de escribir que es inconcebible un 21% de IVA para el teatro. No podemos ahogar la cultura, que es una industria y que nos sana».