A David Galindo (Cartagena, 1973) le pilló por sorpresa su nominación como finalista del Premio Planeta, seguramente el más importante entre todos los galardones literarios de lengua hispana (aunque sea solo porque al ganador le entregan un cheque de siete cifras). A ver, sí, muy pocos son tan arrogantes para confiar en que su historia va a brillar por encima de –en este caso– otras 845 obras llegadas de diferentes partes del mundo; algunas, firmadas por autores más que consolidados. Pero es que él ni se acordaba de que había presentado el original al prestigioso certamen. Tan poco tiempo le había dedicado a pensar en una posibilidad tan remota que, asegura, lo envió simplemente «porque era gratis». 

La cuestión es que aquella citación (que tuvo lugar a comienzos de la pasada semana) no solo descolocó al cartagenero, sino también a casi cualquiera que se moviera por los círculos literarios de la Región: «¿Quién es este tipo?». Porque Galindo no solo conquistó a un jurado en el que figuran lo más granado de las letras españolas, sino que lo hizo sin ningún otro texto que le avalara; es más, no busquen: a día de hoy sigue sin tener nada publicado. Ni siquiera El arpista, la novela en cuestión, de la que todavía nadie tiene sus derechos de publicamos. Y eso que no solo fue finalista del Planeta, sino que se quedó a un paso de la gloria: la suya fue la tercera más votada de entre las diez que alcanzaron la fase final. En otras palabras: solo Luz Gabás, con Lejos de Luisiana, y Cristina Campos, con Historias de mujeres casadas, superaron al de la ciudad portuaria, que ejerce como profesor en la sede de San Javier del Centro de Educación para Adultos Mar Menor.

 

¿Cómo está, David? Imagino que todavía aterrizando, volviendo a la normalidad.

Un poco desorientado todavía, sí. Pero poniendo lavadoras y preparando la vuelta a la rutina, que esta tarde [por el martes] vuelvo al trabajo [risas]. No sé, diría que estoy entre asustado e ilusionado; y quizá también algo descreído, porque me conozco el percal y, hasta que todo esto no se sustancie, no pienso hacerme ilusiones.

Y supongo que no es sencillo...

No. Piensa que ha sido todo muy rápido: hace justo una semana me llamaron desde la organización para decirme que estaba entre los finalistas y pocos días después estaba viajando hacia Barcelona para asistir a la gala del Premio Planeta como candidato. Además, yo soy hombre muy metódico en mi día a día, y de tomarme las cosas con calma, así que esto me sacó por completo de mi rutina (imagínate). 

Porque no solo es la gala...

Claro. Ha sido una semana de locos, desde el primer día. Una semana de llamadas, de entrevistas, de mensajes... Reconozco que me siento todavía un poco abrumado por recibir tanto cariño: me han escrito amigos, compañeros, gente de la que hacía tiempo que no tenía noticias... Porque, claro, es que prácticamente nadie sabía que yo escribía [Ríe]. Así que, bueno, por el lado ‘social’, digamos, bastante bien.

¡Y por el literario, hombre! Porque, aunque no haya salido en la foto, imagino que, por mucho que suene a tópico, estar entre los finalistas ya es todo un premio.

Sí, sí... El ganador moral, que dicen algunos. Pero bueno, ya te digo: intento tomarme todo esto con cierta distancia porque no dejo de ser un ‘intruso’. ¡Ni siquiera sabía cómo iba a desarrollarse la gala! [Risas]. Cuando llegué allí [al Museu Nacional d’Art de Catalunya, donde tuvo lugar la ceremonia] me encontré con una pantalla con unas votaciones. Nos sentaron en una mesa a unos cuantos de los finalistas –a los que firmamos con nuestros nombres y algunos de los que concurrían con seudónimos– y nos pusimos a cenar. De pronto, vemos cómo termina la primera ronda de votaciones y cómo eliminan a la mitad de los finalistas. Me quedo entre los cinco supervivientes y seguimos comiendo, charlando y con la certeza de que no teníamos ninguna posibilidad, así que estaba relativamente tranquilo. Pero llega otra ronda y se cae otra novela. Quedamos cuatro y empiezo a ponerme nervioso. Pero es que, a los quince o veinte minutos, anuncian el nombre de las tres obras que optarán al Planeta y la mía es una de ellas (junto con las de dos seudónimos). Ahí sí que debo reconocer que me ataqué [risas]. La gente empezó a mirarme y me puse de todos los colores, se me aceleró el corazón... Pero bueno, en la quinta ronda de votaciones por fin cayó El arpista. Bueno, ‘por fin’ tampoco...

Seguro que por un segundo incluso sintió un cierto alivio. 

Pues sí, un puntito de alivio sí que sentí [ríe]. Piensa que no me había preparado ni discurso ni nada por el estilo porque tenía muy claro que no tenía opciones; no sé, quizá soy demasiado incrédulo con estos temas, pero... la realidad es que durante unos cinco minutos sí que pensé que podía ser posible. Creo que entre la cuarta y quinta ronda pasé por todos los estadios emocionales, como ante el duelo.

Piense que tampoco pensaba cuando presentó el original de El arpista que estaría un 15 de octubre en Barcelona entre los finalistas del premio literario más importante de habla hispana...

Eso es cierto. No, no imagina en absoluto que mi novela podría llegar tan lejos. Te digo más: si te soy sincero, ni recordaba haberlo mandado. Fue antes del verano y en ese momento yo tenía tres o cuatro novelas en el cajón, y simplemente la mandé porque era gratis hacerlo. Por supuesto, me olvidé del tema. Y, de repente, me llaman y me anuncian que soy finalista; yo, que no tengo nada publicado, que nadie me conoce (literariamente hablando). Por eso imaginaba también que no se arriesgarían a darle un millón de euros a un completo desconocido [Risas].

Le reconozco que, cuando nos llegó la información de que había un cartagenero entre los finalistas del Planeta me volví loco buscando algo sobre David Galindo, pero claro, es que este podría ser su debut. Es una locura...

Desde muy jovencito escribo en revistas, hago poemas, cuentecillos, tengo algún pequeño premio de relato..., pero no, no estoy en los círculos literarios, así que soy un completo desconocido a todos los niveles; un tipo que hace tres años, con la pandemia, se fue a vivir a un entorno más despejado (a la zona de La Manga y Cabo de Palos) y que se puso a escribir, como tantos otros. Me apetecía probarme en la novela y, como tenía tiempo y ganas, me puse a ello. Y lo cierto es que la cosa comenzó a fluir: escribí una, luego otra, y otra... El arpista es la cuarta, y la que creo que me quedó más bonita y con una trama más completa y atrayente.

¿Pero las otras tres están completamente terminadas? ¿Podrían publicarse?

Sí, perfectamente. A ver, yo soy un tipo muy previsor y, cuando me propuse ponerme a escribir, me autoimpuse generar cierto fondo de armario literario, para tener cierto respaldo a la hora de publicar cosas. La previsión era a cinco, seis o siete años vista, pero la cosa ha ido bastante rodada [hace tan solo tres de aquello]. Y estas tres están perfectamente completas y a falta simplemente de una revisión, con lo que escucho ofertas [risas].

Porque imagino que está garantizado que El arpista saldrá en librerías, ¿no?

Pues..., ahora mismo, honestamente, lo desconozco. Hombre, yo espero una llamada de Planeta o de alguno de los sellos del grupo, pero, de momento, no sé nada. Alguien me dijo que tenían noventa días para reclamar la publicación de alguna de las otras ocho finalistas, pero bueno, si la cosa no sale, creo que tengo una tarjeta de presentación bastante atractiva.

Y tanto... Por cierto, no hemos hablado de la novela en sí. Cuénteme un poquito de que va.

Si tuviera que adscribirla a algún género diría que es negra, pero quizá lo más destacable es que está escrita de una manera un tanto peculiar..., no sabría como definirla, pero tengo un estilo muy marcado. En cuanto a la trama, es una novela que se desarrolla en el entorno del Mar Menor, en un hotel de La Manga a finales de los sesenta o principios de los setenta. Allí encontramos a un ex niño prodigio –ya ‘talludico’– que toca el arpa y a un grupo de personajes (los empleados del propio hotel) que empiezan a percibir desapariciones entre la clientela. De una forma muy amateur, empiezan a especular, a preguntar, a teorizar y... por ahí sigue la trama. Bueno, y luego está la historia del arpista, claro. Y hay un tercer personaje que es el propio entorno.

¿Y por qué ha querido ambientar esta novela en La Manga?

Por varias razones. Para empezar, porque conozco la zona desde el año setenta y tantos. Yo veraneaba allí con mi familia e incluso tengo películas de Super 8 con mis hermanos saltando por las dunas y estas cosas. Y luego también porque considero que es un entorno peculiar y muy atractivo para la novela negra; un lugar espectacular y misterioso. Además, hice una reflexión: si yo conozco las calles de Atenas y Nueva York gracias a los libros, ¿por qué un lector noruego no iba a poder aprender sobre la orografía del Mar Menor leyendo El arpista?

Volviendo a la trama... suena muy Agatha Christie. ¿Tiene algún referente a la hora de escribir novela negra? Por ir haciéndonos una idea hasta Planeta se decida...

[Risas] No sabría decirte... A ver, admiro a mucho escritores, por supuesto; desde luego, a Vázquez Montalbán el primero (me parece un dios). Pero, ya digo, definiría El arpista como una novela negra porque a algún género hay que adscribirla, pero más bien diría que es... ‘muy yo’ [risas]. A nivel de trama, no está narrada de la manera más habitual, no es lineal, y luego es un texto en el que realmente me recreo en la función estética, poética incluso; en la belleza de la palabra, porque si ha nacido para ser impresa y perdurar creo que quienes escribimos estamos en la obligación de esmerarnos lo más posible en este aspecto.

¿Cree que esto ha sido lo que ha cautivado al jurado? Porque si me decía que presentó la novela sin ninguna expectativa, supongo que este es un tema al que le ha dado muchas vueltas... 

Por supuesto. Cuando me dijeron que estaba entre los diez finalistas pensé: «Bueno, pues se ve que a los becarios de Planeta les ha gustado» [Risas]. Pero, claro, cuando vas pasando rondas y viendo los nombres del jurado... Joder, José Manuel Blecua fue quien escribió el manual de Lengua Española que llevé yo en COU [ríe]. Todos ellos están entre lo más granado de la literatura de habla hispana, y cuando veo que El arpista estaba entre las tres últimas candidatas al premio empecé a pensar que sí, que ahí ya sí que habían tenido que ser ellos quienes habían dicho: «Pues esta sí, esta no, esta es mejor que la anterior, etc.». Y abruma, la verdad. Así que sí, le di muchas vueltas y, aunque todo son especulaciones, supongo que lo que puede hacer a mi texto diferente es el cómo está escrita, cómo se cuentan las cosas.

¿Este premio cambia algo? ¿Le hace plantearse las cosas (en lo literario) de otra manera?

A ver, yo tengo claro que con esto no me voy a jubilar [risas]. Yo no me siento escritor, solo soy un tipo que escribe. Entiendo que los escritores son gente que vive, sueña y respira literatura; yo no. Yo soy un intruso, un tipo que se sentó un día y se propuso intentar dar forma a una novela. Dicho esto, soy filólogo, y controlo el idioma, pero considero que me queda grande la etiqueta de ‘autor’. Yo lo único que tengo claro es que voy a seguir impartiendo mis clases y que sí, que voy a seguir con este tema, pero desde la distancia. Quizá sea porque esto me ha pillado con cierta edad y descreimiento, pero tengo claro que tengo por delante unos días que se van a escapar un poco de mi rutina habitual, en los que me van a hacer mucho caso, pero también que en muy poco tiempo ya nadie se va a acordar de mí y mi vida retomará su cauce habitual.

O a lo mejor no...

O a lo mejor no [risas].

Imagino que esto anima a seguir escribiendo o, al menos, a seguir intentado que El arpista vea la luz.

Bueno, eso está claro: los que dicen que escriben para ellos mismo mienten como bellacos. Por supuesto que quiero ver mi libro publicado y disfrutar de la interacción con el lector, saber qué piensa la gente de El arpista. Porque la literatura es un oficio solitario, y más en mi caso, que, insisto, no había mucha gente que supiera que estaba escribiendo. De hecho, solo una persona se había leído el libro hasta que lo presenté al Planeta. No soy el típico amigo pesado que te manda un poema para que lo juzgues...