Dos años después sobre el horario previsto, José María Garres exhibe su último proyecto expositivo en el Palacio Almudí de Murcia. Lo hace desde hace algunas semanas y hasta el próximo 30 de octubre en la Sala Alta del antiguo depósito de grano, uno de los espacios más singulares de la capital del Segura. Cierto es que con una considerable merma en cuanto a obra –ya que el artista molinense estima que lo presentado es tan solo un 40% de la colección presentada a los responsables de la sala en 2017–, pero sin que ello reste un ápice de fuerza al enérgico discurso del escultor y pintor murciano. No en vano, la exposición ha sido bautizada como ¡¡Grita!!, entre doble signo de interrogación.

En ella, Garres vuelve a hacer alarde de su capacidad para intervenir materiales desechados con el fin de conferirles un nuevo valor como obras de arte, y hacerlo por medio de la pura emoción pictórica y plástica, del compromiso con su producción e, incluso, de una contenida espiritualidad. Pero es una propuesta que, tal y como apunta su comisario, Pedro Manzano, lejos de resultar gratuita, conlleva por parte del espectador un esfuerzo; el esfuerzo que supone la inmersión en un territorio, el de lo simbólico, que el molinense cuestiona y se replantea, una y otra vez, desde lo más profundo de su obra. 

Un hombre contempla dos de las obras de ‘¡¡Grita!!’. Juan Carlos Caval

De hecho, ¡¡Grita!! nos permite rastrear en esta nueva colección de pinturas y conjuntos escultóricos de corte abstracto la pervivencia de series anteriores del artista, como la titulada Banderas o, más reciente, el Retablo del Cordero Místico, aquella que presentó a finales de 2020 en la sala de exposiciones Museo Cristo de la Sangre. En aquella, adscrita al programa ‘Reactivos Culturales’, Garres homenajeaba el políptico de doce tablas que el rico comerciante Joos Vijdt y de su esposa Lysbette Borluut encargó a los hermanos Hubert y Jan Van Eyck, así como el retablo que la orden de San Antonio encomendó a Matthias Grünewald para el hospicio de Isenheim habilitado para enfermos de peste y sífilis. Y eso, por no remontarse más atrás, a proyectos Noli me tangere. El misterio de la crisálida, que presentó en 2014 en el Mubam, o Ara ‘Ara’, que pudo disfrutarse –entre otros espacios– en las Casas Consistoriales de Mazarrón en 2018.

De esto modo, la muestra del Almudí es, no un autotributo, sino un reconocimiento a su propia obra, a la huella que ha ido dejado en sus pinceles y en su manera de trabajar; a la vigencia de aquello que fue y que sigue siendo, aunque de otra manera. Una celebración del arte en todas sus formas que debió ver la luz en septiembre de 2019 –tras se aprobada en 2018– y que se vio aplazada por las obras de la planta baja del Almudí y, posteriormente, por la pandemia de covid-19. Y sí, en este camino de cinco años desde que fue presentado el proyecto se han caído unas cuantas obras –originalmente iba a ocupar todo el espacio del palacio, y no solo la Sala Alta, según el artista–, pero Garres se ha propuesto resolver las dudas de casi cada visitante que reciba su exposición.

Una de las esculturas de Garres. Juan Carlos Caval

«Me he autoimpuesto varias visitas guiadas semanales mientras dure la muestra. Voy todos los jueves y viernes por la tarde, los sábados estoy casi todo el día por allí y, los domingos, por la mañana. ¡Y aunque vaya con la pierna arrastrando!», señala entre risas, en alusión a una pequeña lesión que sufre actualmente. De momento, dice que está muy satisfecho por la acogida porque «hay gente que ha ido a verla hasta tres y cuatro veces», y solo desea que pronto puede entregarle el catálogo de ¡¡Grita!! a quienes pisan el Almudí para contemplar sus creaciones: «Las fotos y los escritos están hechas, por lo que tanto Pedro [Manzano] como yo confiamos en que pueda estar pronto disponible».