Año 1611, Artemisia Gentileschi es violada por su profesor de pintura. A los diecisiete años supo lo que era vivir el terror, y no sólo porque fue su maestro, aquel al que ella admiraba, quien la violó sin ningún tipo de pudor sino porque cuando decidió denunciarlo nadie la creyó. Tuvo que revivir cada uno de aquellos terroríficos instantes bajo una declaración que, en realidad, era una verdadera tortura pues colocaron una cuerda enrollada en sus dedos mientras una guardiana iba apretando con mayor intensidad a cada pregunta que le era formulada, provocándole así cada vez más dolor. Entre el miedo y la vergüenza relató: "Cerró con llave la habitación y después me tiró sobre la cama, inmovilizándome con una mano sobre el pecho y poniéndome una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos y me levantó las ropas, algo que le costó muchísimo trabajo. Me puso una mano con un pañuelo en la garganta y en la boca para que no gritara (...). Yo le arañé el rostro y le tiré del pelo". El susodicho fue declarado culpable aunque nunca entró en prisión, su pena fue el exilio, mientras que ella encontró en la pintura el lugar donde vaciar toda esa rabia y angustia.

Año 1940, Charlotte Salomon es violada por su abuelo. Tras la detención de su padre por parte del ejército nazi, Charlotte consiguió escapar de Berlín para refugiarse en Francia con sus abuelos maternos, su familia era cien por cien judía y las cosas empezaban a ponerse complicadas. Alejada del conflicto su abuela se suicida y es ahí cuando descubre que por algún extraño motivo las mujeres de su familia tienen este dramático final, pasó con su madre, con dos de sus tías y una prima, todas decidieron acabar con su vida. Esta noticia le impactó tanto que en ese momento fue cuando comenzó una carrera frenética hacia la cordura guiada por los colores de sus pinturas, no quería enloquecer y esa fue su gran obsesión. Sobrevivió, pero sufrió de tantos modos distintos que el arte fue para ella la única vía de escape, ese punto de luz al final del oscuro túnel que la ayudó a no terminar como el resto de mujeres de su estirpe. Tras casarse con otro judío, es delatada por un vecino y en 1943 la llevan al campo de concentración de Auschwitz donde muere en la cámara de gas. Tenía 26 años y estaba embarazada de 5 meses.

Año 1985, Ana Mendieta es asesinada en extrañas circunstancias. El 8 de septiembre, con tan sólo 35 años, la artista cubana cae desde la ventana de su apartamento situado en el piso 34 después de una fuerte discusión con su marido, el escultor Carl Andre. Juzgado por asesinato, fue absuelto por falta de pruebas, sin olvidar que las presiones de ciertos círculos ayudaron para que en lugar de un jurado popular fuera un único juez quien decidiera sobre su suerte. Desde entonces multitud de actos de protesta tienen lugar cada vez que el marido de Ana es motivo de alguna exposición, cientos de personas colapsan la entrada de aquellos museos donde el famoso escultor despliega su arte. La última vez fueron más de 500 las que asistieron a las puertas del Guggenheim de Nueva York para recordar así la figura de Ana Mendieta, uno de los grandes nombres dentro de la crítica de arte feminista que usó su cuerpo como modo de expresión. Siempre fue una gran defensora de los derechos de la mujer y ya desde su época de estudiante criticó este tipo de ataques, muchos todavía recuerdan aquella violenta acción que Ana llevó a cabo cuando se enteró que en el campus donde estudiaba una chica había sido violada. Lo llamó Escena de violación: situada encima de una mesa, bocabajo, atada de pies y manos y con la sangre resbalando sobre sus piernas, recreó los momentos posteriores al ataque sexual de la joven mientras los espectadores comentaban los pormenores del fatal incidente ante el asombro y la estupefacción.

Año 2011, la artista Lorena Wolffer denuncia la agresión a las mujeres mexicanas. Consciente de que un alto número de mujeres mexicanas sufre abusos por causa de su sexo y además viven en soledad la deshonra de sus cuerpos pues no se atreven a denunciar al culpable de tal infame comportamiento, -unas veces por miedo y otras por vergüenza-, decide realizar una performance para visibilizar esta terrible situación. Distribuidos en diferentes espacios públicos de la ciudad de México, unos módulos parecidos a los usados en las votaciones ofrecían la posibilidad a toda mujer que lo deseara –y de manera totalmente anónima- que rellenara un cuestionario en el que se les preguntaba si habían sufrido algún tipo de violencia física, psicológica o sexual. El resultado publicado en su web demostró que aquella primera sospecha era más que una terrible realidad. Lo peor fue para ella ver a otras tantas mujeres que por miedo todavía no estaban preparadas para hablar de su dolor y participar así en ese acto que de algún modo pretendía liberarlas, además de generar un sentimiento de grupo y una empatía hacia el sufrimiento ajeno. Unos años antes, Lorena ya utilizó su propio cuerpo como testigo de los golpes, mutilaciones y heridas que sufrieron cincuenta mujeres muertas en Juárez transformando su piel en una especie de mapa marcado con cada una de aquellas agresiones, poniendo así voz al recuerdo de las que ya no podían hablar.

Año 2022, la joven Mahsa Amini es asesinada por la policía en Irán por no llevar el velo bien colocado y dejar asomar un mechón de su cabello. Por desgracia esta lista del horror es interminable, podría seguir añadiendo nombres de mujeres, de artistas o no, contando historias infames de cómo la integridad y la vida de tantas y tantas mujeres fue de algún modo restringida, limitada, hasta señalada con esa infame marca que deja una simple duda y en el peor de los casos castigada con la muerte. Un comportamiento inadecuado, una opinión propia, la osadía de pensar, a veces tan solo es necesaria una mirada, o como tristemente hemos asistido estos días un velo mal colocado, en realidad el motivo da igual. En algún momento de la historia las mujeres nos cansamos de callar, de seguir manteniendo en el ámbito de lo privado el sufrimiento individual comenzando así a compartir ese dolor, ese fue sin duda el punto de inflexión, esa unión es la que ha permitido que ante hechos espantosos como los ahora sucedidos todas las mujeres del mundo se hayan movilizado, lideradas por artistas de diferentes ámbitos como la televisión, el cine o el arte, para reclamar esa libertad, dignidad y respeto que todas merecemos. Un mechón del cabello cortado como símbolo de protesta. Y después, qué… Lamentablemente todo seguirá su previsible normalidad hasta que otro nuevo acto de tortura nos vuelve a horrorizar. Todavía hay mucho que cambiar.