La llaman ‘La Reina’ y dicen que es una experta. Esta gran dama de la prostitución tiene doce años… –no es posible, pensé–, mientras que ella se gana la vida en las calles de Santiago de Cuba el Gobierno negaba la existencia de un problema llamado prostitución infantil dando a este drama la categoría de hechos puntuales. Falta de recursos económicos, alcoholismo, drogas…, siempre suenan como telón de fondo de este lamentable escenario. En marzo de 2022 la legislación china prometió severos castigos para los delitos de abuso sexual y el tráfico y venta de mujeres y niños, pero mientras esa burocracia trata de enderezar las líneas de su historia para limpiar su oscura memoria nuevos casos se reescriben cada día.

«De niña, ensuciaron mi cuerpo. Pero no mi espíritu. De ahí nacen los colores», respondió la artista Pan Yuliang en una entrevista cuando le preguntaron cuál era el secreto de su éxito. 

Con tan sólo catorce años sus padres mueren repentinamente quedando huérfana y sola en el mundo mientras su vida pasa a estar controlada por las decisiones de su tío, que no tiene ningún problema en venderla a un burdel ante su falta de recursos. Su nuevo destino: convertirse en prostituta. En ese desafortunado ambiente tiene la suerte de conocer a Pan Zhanua, un rico funcionario de aduanas que se enamora de ella y compra su libertad para convertirla en su segunda esposa, trasladando su residencia a Shanghái. Con el apoyo de su marido comienza a estudiar en la universidad y en 1920 se matricula en la Escuela de Arte, siendo una de las primeras mujeres en ser aceptada en este centro. No todo fue un camino de rosas para Pan Yuliang, de hecho sus propios compañeros no terminaban de aceptarla no solo por ser mujer, sino también por proceder de una familia de clase más que humilde. Gracias al apoyo familiar pudo graduarse y completar más tarde su formación en París y Lyon, incluso llegó a ganar una beca para estudiar en la Academia de Bellas Artes de Roma.

'Desnudos y mascaras', de 1956. L. O.

Utilizando técnicas propias de su cultura (como la tinta), realizaba obras de corte occidental con el desnudo femenino como protagonista, obras que causaron gran controversia tanto por la osadía de desnudar a la mujer como por esa fusión de tradición y modernidad en una sociedad extremadamente convencional que no estaba preparada para afrontar tal libertad. En 1929 regresa a Shanghái invitada por el que fuera su profesor de arte, para impartir clases y participar en varias exposiciones que por un lado cautivaron al público pero, por otro, encontraron nuevamente duras críticas gubernamentales por mostrar a la mujer desnuda; por primera vez ella dotó a la figura femenina de un protagonismo al que no estaban acostumbrados, no como un elemento sumiso sino triunfante, en toda su plenitud. En ese momento la sociedad china estaba en un punto de inflexión, mientras que los más conservadores apostaban por continuar con las normas establecidas, una parte de la población quería evolucionar y Europa siempre fue ese espejo donde inspirarse, por eso muchos artistas viajaron al continente para aprender de primera mano lo que allí se estaba gestando y así poder mostrarlo a los demás. Pan Yuliang fue para muchos un ejemplo a seguir, pero también un elemento polémico, si a esto además añadimos que ella misma se usó como modelo en un buen número de sus obras la insolencia era ya inaceptable.

Pilladas en momentos de intimidad o en actitud serena posando –normalmente iba a los baños públicos para realizar sus bocetos– y con el color como protagonista en toda su extensión, vibrante y potente pero matizado por una habitual sombra de tristeza en los rostros…., seguramente el recuerdo de aquellos primeros años siempre permaneció ahí, en la mirada de la artista.

Tras las continuas críticas e incluso sufrir en alguna exposición el ataque directo a sus pinturas, en los años treinta regresa definitivamente a Francia para no volver jamás, permaneciendo en París los siguientes cuarenta años

Obtuvo el Premio de Oro en París y el Premio de Plata en Bélgica, y fue reconocida como una de las mejores artistas chinas del siglo XX, pero vivió rodeada de pobreza, la conocían como la ‘Señora 3Nos’: no tenía la nacionalidad francesa, no tenía amantes y no tenía contrato con ninguna galería, necesitaba tanto ser libre que esa independencia no solo le causó serios problemas económicos, sino también la soledad; muchas de sus obras están pintadas con materiales primitivos o de poca calidad porque no tenía dinero para comprar óleos ni lienzos.

Como pasa en muchas ocasiones con tantos artistas solo cuando ella murió en 1977 obtuvo el reconocimiento en su país a pesar de que en Europa y Estados Unidos siempre tuvo una gran relevancia por ese estilo único que tomaba no sólo influencias de Ingres, Goya, Manet y Modigliani, sino también de sus propias raíces. Tal y como la propia artista dejó escrito en su testamento, su deseo era que al fallecer toda su obra volviera a su país, más de cuatro mil piezas fueron donadas en 1985 al Museo Provincial de Anhui, ciudad que la vio nacer aunque su espíritu continuará por siempre en París, en el cementerio de Montparnasse, la patria que la acogió, la ayudó a crecer y la vio partir.

No todas las historias tienen un final ‘feliz’, por eso hay que hacer todo lo posible para que no se repitan… Mujeres y niñas limpias de espíritu pero también limpias de cuerpo.