En el año 2019, la historiadora del arte italiana Francesca Curti dio por zanjado uno de los mayores misterios de la pintura patria: la del Retrato de español con bigotes, atribuido a Velázquez y conservado en una colección pública en Roma, en la Pinacoteca de los Museos Capitolinos (en cuya sala principal, por cierto, ocupa un lugar de honor junto a obras de Tiziano, Caravaggio y Rubens). El caso es que, tras diez de investigación, la experta transalpina decretó que el caballero del mostacho era ni más ni menos que Juan de Córdoba, el agente del Papa que ejerció de cicerone del pintor durante sus estancias en la capital italiana. La cuestión es que la labor eclesiástica del protagonista le trajo, en un momento dado de su trayectoria, hasta la Región, y ahí es donde entra la Fundación Cajamurcia.

Porque desde este jueves, el Centro Cultural Las Claras expone el –por fortuna– ya menos enigmático retrato, lo cual es un hito en la historia museística de la ciudad. Porque el ‘Caballero Bache’ –como también es conocida esta pieza– solo va a poder verse en dos espacios de nuestro país durante su sumamente excepcional gira por España, donde se muestra por primera vez. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, fue la encargada de enseñar este velázquez en primicia, mientras que ahora es la Fundación Cajamurcia la que, hasta el 9 de octubre, podrá disfrutar del talento del artista sevillano y de la historia de Juan de Córboba. Porque, claro está, parte del objetivo de este proyecto es reivindicar la figura del ‘español con bigotes’.

Con la ayuda de la academia madrileña –con la que la Cajamurcia tiene un amplio historial de colaboraciones– y la imprescindible labor del catedrático José María Luzón, que ejerce de comisario, la fundación acompaña la exposición de la obra con una serie de objetos y documentos relacionados con el paso de Juan de Córdoba por la capital del Segura, donde a mediados del siglo XVII fue canónigo del Cabildo de la Catedral. "Recientes estudios e investigaciones han sacado a la luz esta relación, basándose en pliegos oficiales que recogen cómo, por designación del Papa Urbano VIII, en 1643 Juan de Córdoba fue designado para ocupar este puesto, labor que le ocuparía hasta 1646", explican desde la organización. "Tres documentos, dos de ellos fechados en 1643 y el tercero en 1645, acreditan este hecho: el Auto de nombramiento y el Acta de toma de posesión, conservados en el Archivo de la Catedral de Murcia, y un protocolo notarial procedente del Archivo General de la Región de Murcia", añaden.

Aunque el clérigo cordobés estuvo poco tiempo vinculado a la Catedral y a la Diócesis de Cartagena, su mención como canónigo sobrevivió de manera permanente en la inscripción de la lápida funeraria que dedicó a su tío Juan Rubio de Herrera, en la iglesia antigua de Santiago de los Españoles en Roma. Un epitafio donde Juan de Córdoba se presentaba como "canónigo cartaginense y agente de negocios del reino de Nápoles ante la curia romana por designación real", entre otros cargos.

Lazos comerciales y de amistad

Las investigaciones ofrecen también nuevos datos sobre los lazos comerciales y de amistad que unían al protagonista del retrato con el pintor sevillano. La historia que se evoca en esta exposición se remonta a 1649, cuando Velázquez, pintor de la corte española y ayuda de cámara del Rey, emprendió su segundo viaje a Italia por encargo de Felipe IV, uno de los mayores coleccionistas de arte del siglo XVII. La misión era ardua y ambiciosa: conseguir pinturas y vaciados de las mejores esculturas clásicas para decorar el Real Alcázar de Madrid. 

Para llevar a cabo este trabajo, el pintor sevillano contó con la valiosa ayuda de Juan de Córdoba, agente curial del virreinato de Nápoles que manejaba una importante red de contactos heredada de su tío, Juan Rubio de Herrera. De Córdoba no solo le ayudó en sus pesquisas y ejerció de cicerone, sino que llegó a convertirse en la mano derecha de Velázquez, su amigo y confidente, jugando un importante papel en su vida que se prolongó más allá de la estancia del artista en Italia.

A pesar de esa estrecha y documentada relación, desde 1725 se desconocía la identidad del protagonista del retrato, pues se perdió la pista de su nombre en los numerosos cambios de propietario. Hasta que recientemente, tras casi tres siglos de dudas y conjeturas –incluso se especuló con un posible autorretrato de juventud–, la investigadora Francesca Curti ha despejado la incógnita identificando a Juan de Córdoba, pudiendo además fijar la fecha hacia 1650 teniendo en cuenta que Velázquez lo conoció en su segundo viaje a Italia, de 1649 a 1651. Este importante descubrimiento ha revalorizado la obra y la ha puesto de actualidad, generando un nuevo interés para instituciones y coleccionistas.