Si pienso en Fernando Muñoz, inmediatamente me viene a la cabeza un concepto: cultura. Y no es que, a pesar de su indudable poso cultural fuese ese el rasgo más sobresaliente de su personalidad, sino por el mucho esfuerzo -acompañado por unos resultados más que notables alcanzados como vicerrector de Extensión Universitaria en la segunda mitad de los 80, que colocaron a la Universidad de Murcia a la cabeza de las universidades españolas. Y valga como prueba el hecho de que Radio Nacional de España concediera a la UMU el premio a las mejores actividades culturales por experimentar un notable incremento en este terreno, y ello a pesar de que los años previos se había colocado ya la UMU como una de las más activas en este terreno. Le recuerdo utilizar sus conocimientos matemáticos para explicar y resolver más de uno de los problemas que nos salían al encuentro. Y sus aseveraciones siempre eran esperadas por resultar las más juiciosas. «Yo soy valcarcista hasta la médula», me dijo un día un profesor de la UMU en un tiempo en que Ramón Luis ni estaba aún ni se le esperaba.

Eran tiempos de cambios vertiginosos en la sociedad española en general y también, obviamente, en la propia Universidad, que comenzaba a tener formas de gobierno más participativas y donde la democracia se colaba felizmente por todos los intersticios de nuestra vida, y en ellos estuvo Fernando Valcárcel, como uno de los más participativos penenes de aquel proceso que puso patas arriba el proceso de democratización del profesorado universitario. Eran momentos en los que las jornadas, los encuentros, las proyecciones, representaciones treatrales, conferencias, cursos… se sucedían unos a otros y en todos sitios. Probablemente como ahora. La diferencia es que había hambre de actividad cultural, y los universitarios -no sólo el alumnado, también el profesorado y el PAS- llenaban los actos.  

Fernando Muñoz, como vicerrector de Extensión Universitaria, abanderó buena parte de aquella fiebre por la cultura durante uno de los períodos más álgidos de la historia de la Universidad de Murcia.  

El propio Fernando era una persona nada ajena a esa fiebre, y se le podía ver asistiendo a muchas de las actividades, para presentarlas, o, simplemente, degustarlas, y para poder acompañar a los invitados, que a menudo admiraba. Con él, este cronista acompañó a Juan Diego o a Luis García Berlanga, entre otros artistas y literatos en deliciosas veladas.

Lo recuerdo, meticuloso y escrupuloso en sus notas, tomando apuntes en las reuniones de trabajo u organizándolas hasta en el más mínimo detalle, para que nada, ni lo más nimio, pudiera sorprenderlo sin haberlo planificado antes.

Eran tiempos en los que se fumaba sin tasa, y las prohibiciones en este sentido brillaban por su ausencia. Y allí estaba Fernando, caliqueño perennemente en mano, encendiendo un cigarro con el anterior hasta completar una media de cuatro paquetes en una dura competencia con otros fumadores.

He conocido a más de un vicerrector engatusado y entusiasmado por su trabajo echar horas sin cuento a los asuntos de su competencia. Fernando Muñoz fue sin duda uno de ellos, de los más absortos y entregados a su trabajo. El primero que conocí con estas características. Muy pocos la han igualado.