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Salvador Zamora Navarro: un fisiólogo al pie del cañón

Salvador Zamora Navarro

No hace mucho tiempo, en una conversación con el profesor Salvador Zamora en la que la formación universitaria constituía el tema central, ante una pregunta sobre su larguísima etapa como docente, que parece no tener fin, incluso años después de su jubilación definitiva, Salvador Zamora me miró fijamente a los ojos y me dijo muy serio: «La universidad es mi vida. Y lo seguirá siendo siempre». 

Y aquel suceso tenía mérito –no lo que dijo, que es algo que sabe cualquiera que conozca a Salvador-, sino la seriedad de su rostro, ya que los ojos del profesor echan chispas y se ríen solos en cualquier momento de su conversación. Y no sólo los ojos, pues el sentido del humor de este profesor derriba fronteras, como cuando comenta que al llegar a la Universidad de Murcia desde la de Granada, como catedrático de Fisiología en 1981, e instalarse como primer destino en la facultad de Biología, ubicada en el llamado entonces complejo de Espinardo, (en un edificio que se construyó para ser destinado a hospital infantil), bromea diciendo que, cuando vio los lavabos y todos los instrumentos sanitarios instalados a baja altura, se preguntó que cómo habían sido tan listos como para saber que iba a llegar allí un profesor bajito. 

Y es que, así es Salvador Zamora, un investigador enorme y de gran prestigio que se ríe hasta de su sombra, pero que sabe articular unos mensajes que llegan a todos, a sus alumnos, que han seguido arrobados, durante décadas, las explicaciones del profesor en la UMU, o el público heterodoxo, cambiante y siempre entregado desde el minuto uno, que ha acudido fielmente a sus charlas sobre nutrición. Porque Salvador es un mago del escenario, que sabe aprovechar y sacar punto a cualquier situación para meterse al público en el bolsillo después de hacer un primer requiebro que pilla ineludiblemente con el pie cambiado al público.

Salvador Zamora se había doctorado en Farmacia, y posteriormente se diplomó en Nutrición en la Universidad de Granada, de la que fue profesor después de haber ampliado su formación en la Universidad de Newcastle de Reino Unido. 

En aquellos tiempos, como le gusta recordar, un ministro franquista, dentro de lo que se llamó Plan de Desarrollo, promovió 850 becas en el país para formación del personal docente e investigador que asignaban a aquellos incipientes investigadores 10.000 pesetazas de la época, 20.000 si aquellas prácticas se desarrollaban en el extranjero, como fue su caso, por lo que el joven Zamora pudo concluir la tesis, opositar y vivir en Inglaterra un tiempo que fue crucial en su formación.

Poco tiempo después de arribar a la Universidad de Murcia, Salvador ayudó a poner en marcha una iniciativa que ha resultado crucial en la Región, las Aulas del Mar, los primeros cursos de verano de la Universidad de Murcia, que compitieron en su momento con los dos especialistas en esta temática: la Universidad Menéndez Pelayo de Santander y la Complutense de Madrid.

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