La sala de exposiciones de La Compañía de Jesús de Caravaca acoge la exposición Fluctus, del artista multidisciplinar Tomy Ceballos. La muestra se puede ver hasta el próximo 2 de septiembre en horario de lunes a viernes de 18 a 21 horas. Ceballos se enfrenta en esta ocasión a los sueños del ser humano, a la vez que realiza un ensayo sobre los sueños. Según el propio autor, se trata de mostrar «lo efímera que es la vida, lo rápido que pasa y que la vida es como un sueño que se olvida y no se queda grabado». En este sentido, destaca que «va todo sobre huellas de olas, ríos». Con respecto al ensayo sobre los sueños, Ceballos explica que ha «convocado a la gente para que cuenten sus sueños y los envíen a atomyc.com/dreambox». Una manera de que los sueños no se olviden y permanezcan para siempre, curiosamente en una nube, pero en esta ocasión una nube digital.

Fluctus es la onda que viene a poner de manifiesto nuestra fragilidad. «Somos olas que vienen a parar de manera efímera», poniendo de manifiesto que «nos debemos de cuidar más entre nosotros mismos».

Fluctus es una acción poética directamente relacionada con las olas del mar, en la que se utiliza la bóveda oscura de la tierra como laboratorio fotográfico para registrar físicamente la huella de las olas sobre un papel fotográfico, los resultados, de una estética onírica, conjugan lo efímero de la vida con lo eterno de su naturaleza, reivindicando la admiración natural ante las formas en que se expresa el agua viva como símbolo de pureza y energía.

Enric Mira y Cristina Guirao recuerdan sobre esta obra que, en las playas de Calblanque, las noches de luna nueva han sido el «cuarto oscuro» donde Tomy Ceballos ha creado los ‘olagramas’ que nos presenta en esta exposición. La técnica del fotograma se ha adaptado al medio acuático para lograr nuevos hallazgos estéticos: la densa huella de los cuerpos sólidos deja paso a las irisaciones producidas por la refracción de la luz a través de las olas. Sus anteriores fotogramas ya escapaban al servilismo de la iconicidad.

La transfusión directa de la realidad de cuerpos y objetos se hallaba envuelta por la gestualidad de texturas, formas y sombras. Otras veces, mediante la proyección de luces y reflejos, componía imágenes de puros signos abstractos, complejos y evocadores. Toda una economía simbólica emergía mediante el uso de diferentes procedimientos fotoquímicos. Sus imágenes lograban, así, una suerte de autonomía artística que transformaba su escueta semiótica inicial de partida.  

Los ‘olagramas’ retoman el lenguaje de la abstracción, pero indagando en la naturaleza material del agua en continuo movimiento, en su energía agitada y su borbotear sobre la playa. Un papel fotosensible, acariciado por las suaves olas de la noche, es fugazmente iluminado por una luz de flash que golpea como queriendo horadar la capa de lo visible. El agua se extiende en la penumbra como una epidermis cimbreante, componiendo tapices en gris de esencia cristalina. En las imágenes obtenidas, las olas emergen con formas inciertas, convertidas en materia poética de una belleza enigmática: en imaginación del agua misma.

Esta muestra forma parte del Plan EXE 2020 del Instituto de las Industrias Culturales y de las Artes, que se basa en la programación de salas en diferentes municipios de la Región, con el objetivo de que la cultura llegara a todos los lugares de la Comunidad. La pandemia dejó paralizado el proyecto, que se está desarrollando este año. Esta misma muestra está previsto que también viaje al municipio de Moratalla.