La pasión que ponía Francisco del Baño en cada uno de los temas en los que trabajaba era auténticamente contagiosa. Gesticulaba, abría los brazos, ofrecía mensajes elocuentes sobre su tema, que explicaba con tal pasión, que era imposible que el contertulio no se convirtiera a su causa a los pocos minutos y defendiera con fervor cualquier idea que hubiera traído Francisco esa mañana. 

Fue siempre un rendido admirador de José Loustau, el primer rector de la Universidad de Murcia, y a su causa -la divulgación de su figura y de su obra, a través de escritos y de su legado, traducido en el Laboratorio que ayudó a montar y clasificar con esa vigorosa -también primorosa- dedicación que ponía en todo. Dedicó horas sin tasa a una tarea hercúlea, a la que se entregó en cuerpo, alma en jornadas interminables todos los días de su vida. 

Francisco había llegado a la Universidad de Murcia, como estudiante, en la segunda mitad de los años 40, siendo alumno de Biología y Geología de aquel rector. Posteriormente fue ayudante de sus clases prácticas. En aquella primitiva universidad de Murcia convivió con profesores como Pedro Hernánsáez Meoro, auxiliar de la cátedra de Biología y gran amigo de Loustau, y también con Consuelo Pérez Sánchez, de quien, decía, había sido «la artífice y salvaguarda principal de gran parte del legado de Loustau, que hoy conserva primorosamente el Laboratorio-museo José Loustau».

Así describía a Loustau, siguiendo los recuerdos de Luis Valenciano Gayá, que fue también uno de sus alumnos: 

«Físicamente, don José era alto, asténico, con la cabeza insertada sobre los hombros por un cuello largo, de rígida cerviz, sin perjuicio de la discreta inclinación hacia delante del os miopes, pelo cortado a lo ‘Amadeo’, largas piernas que acompasaban alargados y lentos pasos cuando, enfundado con una bata blanca se dirigía al aula, unas veces portando un maletín conteniendo diapositivas, otras, con libros (generalmente extranjeros), para proyectar en el epidiáscopo alguna figura o gráfico, o, sosteniendo entre sus manos, alguno de los modelos de la vida».

Francisco del Baño había sido profesor de educación secundaria, formando a numerosos profesionales de las ciencias naturales y la biología de la Región. Desde su jubilación, conservó y cuidó con esmero todas las piezas, láminas y aparatos que se habían utilizado Loustau en la enseñanza de ciencias en la Universidad de Murcia. 

Su labor divulgativa fue muy importante, publicando diversos libros, entre ellos un diccionario de Ciencias Naturales y unas tablas y claves para la identificación de rocas y minerales. Fue un lector empedernido.

En la foto se le puede ver con uno de los modelos de la vida que se utilizaban en la UMU hace más de un siglo.