La Opinión de Murcia

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Literatura

Vida y obra de Clemente Domínguez

Jesús Cánovas

No ha de sorprender al lector El Baboso, la última novela, publicada en Almería por Círculo Rojo, de Jesús Cánovas Martínez (Hellín, 1956), catedrático de Filosofía, novelista, poeta y habitante de Murcia durante largos años. Y es que este narrador singular e insólito, con su inagotable sentido del humor, ya deleitó a sus lectores con sus relatos que componen la serie de Aires del Sur. Lo que ofrece ahora en El Baboso es un satírico e inteligente relato de las triquiñuelas y aventuras del submundo literario generado en la vida provinciana. Se trata de una derrota de los pedantes con mucho de implicación personal, como si de una novela lírica se tratase, porque lo que realiza Cánovas es una censura sin ambages ni paliativos de la estupidez humana revestida de mundillo literario local, con sus arrogancias, con sus intrigas, con sus emboscadas, todo llevado al extremo de la hipérbole, entre ironías y simbólicas referencias, entre alegorías insinuantes y mucha imaginación, desbordada e imparable.

   Para llevar adelante su propósito crea un relato que sobresale inmediatamente en dos ámbitos: en el de la expresión, con una semántica agresiva forjada en un lenguaje extremo en el que brilla la locuacidad, desde la fustigante expresión coloquial más acerada a la continua sorpresa de hallazgos desternillantes. Como nivel de lengua coloquial, de un segmento sociológico concreto en un tiempo presente real, el legado establecido por Jesús Cánovas en su libro no tiene precio.

   El segundo ámbito lo constituye la riqueza episódica y argumental. Una tediosa tarde de sábado, Clemente Domínguez, profesor de Química en un instituto de secundaria, cuyo nombre coincide con el del papa Gregorio XVII, del Palmar de Troya, corrige abatido exámenes. A mediodía, ha mantenido una conversación por chat con Marina Martínez, y el recuerdo de dicha conversación, junto con el del enfrentamiento con un capo o capillo de la mafia subliteraria provinciana, no le permiten seguir con su abnegado trabajo escolar. Y emprende un detenido repaso de lo que ha sido su vida y sus aficiones hasta llegar a la que es la más importante de su existencia: la poesía y su cultivo.

   En el relato comparece, a partir de este momento de ensimismamiento e introspección, una serie de personajes con los que Clemente ha convivido en el tal mundillo subliterario local, plagado de intrigas y asaltos: Trepario Retrepa, Tapón Matujillo, Canuto Iscariote, Margarita Follasnovas… Clemente revive situaciones y sus encuentros y desencuentros con dichos personajes, describe ambientes y pasa revista a los diferentes grupos poéticos que pululan por tal submundo literario, tan ingeniosamente extraído de la más sórdida realidad. Una realidad en la que además hay una vida familiar, una esposa, por nombre Tecla, antagonista y conciencia del peregrino Clemente, en el fondo víctima de su propia pedantería social y literaria.

   Un buen nivel sobre el alto contenido irónico y satírico de las reflexiones contenidas en El Baboso lo representa bien estas consideraciones que Clemente, en plan estupendo, revestido de autoridad metapoética, le espeta a Trepario Retrepa, en torno a la poesía de hoy: «Componer según la estética de la experiencia no supone otra cosa más que la posmodernidad llevada al ámbito de lo poético. El poeta no puede expresar su mundo cerrado, íntimo, tremendamente subjetivo, sin la participación del otro. Por eso, ente otras razones, utiliza como recurso estilístico la intertextualidad: el poema constituye una comunidad de discurso donde vienen a confluir el poeta que escribe, los poetas que escribieron y se citan ahí, y los lectores dispuestos a compartir vivencias y conocimientos». De manera que el lector participa en cierto modo en el acto de la creación. A lo que Retrepa responde, «en ese combate de imbéciles» sintiéndose desplazado y queriendo recuperar el protagonismo, que la colectividad es la propia generación. «Yo soy muy natural y digo las cosas con claridad meridiana».

   Así Jesús Cánovas se integra, con capacidades más que suficientes, en la eximia estela de la literatura satírica española más acreditada, desde Cervantes, Quevedo o nuestro Polo de Medina, a Forner, Cadalso y Leandro Moratín en su derrota de los pedantes, para llegar al Galdós más caricaturesco, al más implacable Clarín, al más insólito Valle-Inclán. Lo cierto es que Cánovas Martínez ha superado todos los límites imaginables a la hora de construir su relato y, entre las burlas y las veras, entre la picaresca y el esperpento, ha creado un suburbio literario poblado de grotescos personajes caricaturescos que reaccionan de manera sorprendente ante las pedanterías de unos u otros. Tal cúmulo de disparates y de agravios verbales, y algunos físicos, consigue fortalecer la estructura de un relato en el que los trampantojos y los engaños pueden desbordarse en cualquier momento.

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