Vae victis (¡Ay de los vencidos!) se titula el último libro de Santiago Delgado (Murcia, 1949), publicado por la Real Academia Alfonso X el Sabio en una sucinta edición que apenas supera el centenar de páginas, en la que recoge una serie de relatos, prosas y poemas, que diera a conocer previamente en sus redes sociales el escritor. Una de sus más preciadas especialidades, además de su habitual presencia en la prensa, sus novelas, sus libros de relatos y sus colecciones de poemas, es la de descubridor de referencias a Murcia y a los murcianos en los lugares y latitudes más insólitos e insospechados. Y la de contador de historias verdaderas y algunas legendarias sucedidas en lejanos o cercanos espacios a gente de Murcia, por más que pueda sorprender al lector tal relación desconocida.

Que el ministro y matemático, ingeniero, economista y singular dramaturgo José de Echegaray se considerase murciano, sin haber nacido aquí, pero estudiante del Instituto de Secundaria de la orilla del río Segura, no sorprende a nadie. Pero en el relato que recoge Santiago Delgado en su último libro sorprendemos a nuestro Premio Nobel de Literatura, acompañado de Benito Pérez Galdós, en su visita a un manicomio en las proximidades de Madrid (Carabanchel), en 1904, para conversar con un vencido célebre y murciano por más señas, el general José Toral Velázquez, nacido en Mazarrón en 1832 y muerto en Madrid aquel 1904, último gobernador militar de Cuba, que rindió la ciudad de Santiago de Cuba a las tropas norteamericanas en aquel horrible 1898, año del Desastre. En aquellos años primeros del siglo XX tanto Galdós como Echegaray eran los dramaturgos preferidos de otra pareja celebre relacionada con Murcia, los actores María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, marqués de Fontanar, murciano de alcurnia y abuelo de Fernando Fernán Gómez, por cierto.

Otro vencido entrañable hallará el lector en este libro ejemplar. Es Miguel Hernández, cuya historia de sus últimos días en libertad, en Rosal de la Frontera, provincia de Huelva, se evoca con emoción en las páginas de Vae vicitis. Era abril de 1939, año de la Victoria. El reloj de oro que Vicente Aleixandre le había regalado por su boda y su venta por unos pocos escudos, ya en tierra portuguesa, fue el motivo por el que, quizá denunciado por el mismo comprador, fue devuelto por la policía salazarista a Rosal de la Frontera donde fue detenido, interrogado y maltratado por la policía española de fronteras y por la Guardia Civil. En Rosal, junto a la raya de Portugal, comenzaría el largo calvario de Miguel Hernández por las cárceles de España hasta su muerte en 1942.

Historias peregrinas de vencidos con Murcia al fondo. Como la muerte en combate en la murcianísima calle de San Nicolás del general español Martín de la Carrera. Era enero de 1812, en plena Guerra de la Independencia. El general entró en Murcia con la intención de asestar un duro golpe a los franceses que tenían su puesto de mando en el Palacio Episcopal, mandó cargar, pero los jinetes franceses, superiores en número, acudieron por varias calles y lo envolvieron, trabándose a continuación un desordenado combate, en el que La Carrera, dos o tres oficiales y seis o siete soldados se vieron rodeados, mientras los demás se retiraban velozmente. Trató de replegarse por las calles de San Pedro y San Nicolás, lo rodearon seis u ocho franceses y, aunque derribó a varios, recibió un disparo, que le causó la muerte. Una placa recuerda tal evento de la calle de San Nicolás.

Otra muy concurrida y frecuentada calle de la ciudad de Murcia lleva por nombre Gerónimo de Roda, otro de los célebres vencidos que protagonizan el libro de Santiago Delgado. Se traslada el lector a los tiempos tumultuosos que se vivieron en las posesiones flamencas de Felipe II, y al saqueo de la ciudad de Amberes el 4 de noviembre de 1576. Gerónimo de Roda, único español en el Consejo de Flandes, sufrió en su persona la hostilidad de los flamencos levantiscos, que atacaron su casa y le obligaron a ponerse a salvo en el castillo de Amberes. Retirado del escenario flamenco, volvió a España, donde disfrutó de un retiro acomodado que culminó como presidente de la Chancillería de Valladolid y de Granada. En su testamento pidió ser enterrado en la capilla de su familia en la catedral de Murcia. Allí una lápida explica su historia, incluido el suceso de Amberes.

Otras muchas historias de vencidos, algunas relacionadas con Murcia, completan este interesante libro de Santiago Delgado y, como venimos adelantando, el lector hallará en Vae victis muchos más encuentros inesperados y sorprendentes con célebres vencidos.