La Opinión de Murcia

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En su rincón

Antonio Vidal Máiquez: destreza, técnica y corazón

ANTONIO VIDAL MÁIQUEZ

Ha puesto en marcha, presidido y animado el Grupo ArtNostrum de Artistas Plásticos Mediterráneos, cuya nave ha guidado por numerosas salas españolas e italianas, siempre con la capacidad de entrega, formalidad y responsabilidad con que se enfrenta a todas las tareas. Se trata de Antonio Vidal Máiquez, un maestro del grabado en todas sus técnicas, dibujante, pintor, acuarelista y prolífico ilustrador de libros de cuentos, pájaros, tradiciones, trovo o folclore. La foto la hacemos en su taller de Los Dolores y me regala, mientras comemos, un rato y una conversación harto agradables. Es un encanto de persona y, pese a su fino sentido del humor, todo se lo toma muy en serio.

Me cuenta que está vivo de milagro porque su parto casi cuesta la vida a su madre y que «mis abuelos trabajaron con las manos, siendo uno minero y otro herrero me transmitieron el amor por la creación manual en mi taller de grabado artístico. Mi padre, además, fue un pintor dominguero y ávido lector de ensayos, y alguna cosa se me fue contagiando, para hacer más llevadera aquella época de falta de libertad». La familia es para él muy importante: «Tengo una mujer fantástica y bella, y dos hijos de los que me siento muy orgulloso y que ya me han hecho abuelo. A veces me he sentido como un Dr. Jekyll y Mister Hyde, pero sin mala leche, compaginando un trabajo que alimentaba el cuerpo y otro artístico que alimentaba mi mente y mi corazón». Desde que se prejubiló ha dedicado todo su tiempo a la familia y al taller. Ha pintado y dibujado sin descanso e impartido cursos y talleres de grabado para galerías, museos, artistas y estudiantes.

Dibujaba y pintaba desde siempre, pero su primera exposición individual fue en 1980, y confiensa: «Me sentía un poco como el Guadiana, mis obras solo salían a la luz de vez en cuando, pero por debajo nunca he dejado de trabajar y de fluir, exponiendo en medio centenar de ocasiones y en la actualidad, sobre todo por Italia». No se pudo permitir salir a estudiar Bellas Artes, pero «he aprendido viendo, leyendo en una época que no existía internet, asistiendo a talleres y academias y, sobre todo, trabajando sin descanso, investigando, con una curiosidad inmensa que nunca he logrado saciar». Y me cuenta sus primeros pasos con el dibujo y la acuarela hasta que en 1995 «me enamoré del grabado con los talleres de Juan J. Molina, cuando un amigo mecánico me construyó mi primer tórculo, que aún me funciona».

Cree que en el arte hay que compaginar la destreza y el alma, que es fundamental comunicar y transmitir, pero que también hay que desarrollar un conocimiento exhaustivo de los procedimientos y técnicas artísticas, pilar sobre el que debe asentarse cualquier carrera, «solo de ese modo podrás desarrollar la creatividad totalmente pero, eso sí, sin hacer de la técnica un fin en sí mismo, sino un vehículo». Me cuenta cómo ha ido evolucionando su obra desde la figuración a la abstracción y cómo en ello ha tenido tanto que ver el grabado como un intento de manifestar sus discrepancias con el sistema: «Busco caminos para manifestar mi repulsa hacia las injusticias del mundo. Abomino de los abusos, la expulsión y la masacre sobre los más débiles, me repugnan aquellos que las cometen, los que las promueven, los que hacen bandera de ello y los que las consienten o justifican. El arte no puede estar al margen de uno mismo, pero tampoco puede mirar para otro lado, como si el mundo le diera igual y pudiéramos hacer arte meramente decorativo»; y lo vemos tanto en sus representaciones de un cayuco o una patera, como en las alambradas de una frontera o en las dolorosas líneas clavadas y entrecruzadas de una guerra. No es lo suyo un arte demasiado evidente, es sutil, pero tan profundo que se te mete hasta el tuétano.

Antonio es un tío sabio, elegante y buena gente, un amigo fiel que daría todo por ayudar al que lo necesita, pero con mucha discreción, sin que nadie se entere, con una humildad de gran artista y mejor persona, que emociona.

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