La Opinión de Murcia

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En su rincón
Carlos Montero Artista plástico

Carlos Montero, vivir del arte si te preparas para malvivir

Carlos Montero.

Por el barrio del Hospital Morales Meseguer tiene en Murcia su estudio el pintor Carlos Montero Gil. Me saluda desde la punta de la calle, inconfundible por su larga y cuidada cabellera heavy y, sobre todo, por su limpia mirada inmensa y su blanca sonrisa. Después de tiempo sin vernos, nos damos un afectuoso abrazo y me dice: «¿Nene, cómo estás?», que él es muy buena gente, muy cariñoso con los compañeros y de gran calidad humana.

Como pintor es cada día más reconocido por sus llamativos paisajes urbanos, fundamentalmente nocturnos, por sus marinas o por la ternura de sus niños, pintado sobre tablas diversas. Forma parte del colectivo de Artishow, de artistas suecos y españoles y no es la primera vez que expone con gran éxito en el extranjero. Nos ponemos al día en algunos temas familiares y personales y me dice que le hubiera gustado verme en el Rock Imperium Fest de Cartagena. Es un forofo del rock y se lamenta de que a última hora no asistiera Whitesnake, su grupo favorito, además de Metálica.

Está contento porque sus vecinos han acordado poner uno de sus cuadros en la entrada del edificio, y me enseña su luminoso estudio, en el que destaca una marina inmensa que está pintando para un conocido empresario de la Región. Me pide mi opinión y me atrevo a decirle que no pierda unos magentas eléctricos que le ha dado de base, todo un acierto a mi entender: «Llevo tiempo enriqueciendo mi paleta, no ciñéndome a los colores cálidos, jugando con los contrastes y los complementarios, hay que seguir investigando y ser atrevido», me dice y, hablando de atrevimiento, le tomo la palabra para hacerle una veraniega foto sin ropa y me sorprende aceptando, que una vez le dije que me posara para una revolución cervantina y revisión de la figura de Sancho y le frenó el pudor.

Hay que reconocer que Carlos no sólo pinta cada vez mejor, sino que se está cuidando mental y físicamente (detrás del lienzo está que se rompe, el tío), así que me dice: «Todos tenemos cosas que mejorar y en ello estoy. Ahora me estoy esforzando en ser más ordenado y productivo, en programarme, ser más sistemático a la hora de trabajar e improvisar menos. Eso no quiere decir volverme cuadriculado ni perfeccionista; de hecho, cada vez me importa más lo desdibujado, lo atmosférico… Es lo que estoy aprendiendo de mi compañero y maestro el pintor Alfredo López».

Es un artista y una persona sencilla y bastante humilde, poco proclive al divismo y le reconozco que, después de tantos años de trayectoria, que esté asistiendo a clases de otro artista es todo un ejemplo. De hecho, Carlos también tiene alumnos desde hace tiempo. «Lo que no he perdido es mi manera de vivir la vida al día, buscando la libertad y no cerrándome a los cambios que puedan ir surgiendo por el camino», añade. Hablamos de lo difícil que se hace vivir del arte y de que es un trabajo de riesgo que exige tesón para no tirar la toalla: «Yo he pasado momentos duros en que sólo tenía un par de euros en el bolsillo y al día siguiente he vendido un par de cuadros. Se puede vivir del arte, pero solo si estás preparado también para malvivir. Lo que sí hay que hacer es trabajar mucho y darlo todo».

Le gusta pintar del natural, ganó premios en concursos, «pero llegó un momento en que me obsesionaba la necesidad de ganar y no se puede dar lo mejor de ti cuando estás obsesionado por el dinero. Ahora he vuelto a presentarme a los concursos, con más desapego, y lo disfruto mucho más».

Hablamos sobre el momento cultural y artístico y me dice que le cuesta entender algunos criterios que utiliza la Administración para seleccionar los proyectos o dar subvenciones: «Debería primar la calidad del artista y de su obra y la necesidad. Se echan en falta criterios y una criba». Y se me pone trascendente: «Todo lo más bonito es siempre temporal, desde el amor hasta los colores del mar o del cielo. Hay que aprovechar el momento y hacerlo eterno, con los pinceles, con la memoria o con los besos».

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