Como actor y humorista que lleva trabajando décadas en el mundillo, Arturo Valls (València, 1975) sabe lo que es lidiar con los límites de la comedia. Así que en su divertida nueva serie, Dos años y un díael también presentador de Mask singer ha decidido explotar ese eterno debate. Y la verdad es que le saca mucho jugo a raíz de situaciones de ficción que, sin embargo, nos recuerdan a noticias que se han producido en la vida real. En la producción de la plataforma Atresplayer Premium, su personaje acaba en la cárcel por un chiste desafortunado, condenado por un delito de ofensas religiosas.

¿Está Carlos, su personaje en la serie, hecho a su medida? Porque usted también produce la ficción. 

¿Un presentador de éxito querido por el gran público que casualmente interpreto yo? ¡Qué bien! (Ríe). Sí que los creadores pensaron en mí de alguna manera y se preguntaron: ¿Qué pasaría si una especie de Arturo Valls entrara en la cárcel porque le denunciaran por un chiste desafortunado? 

La serie le da la oportunidad de hacer autoparodia. 

Sí, hacemos autoparodia, hablamos de nuestro medio, de los problemas que puede tener el mundo de la fama, de la tele.... Y me daba la oportunidad de moverme en otro registro. Venía de interpretar a un comercial caradura en Camera café y ahora me apetecía explotar la crisis, hacer de alguien que sufre y se ve privado de su libertad, mostrar ese agobio permanente.

Esta comedia es ficción, pero recuerda a casos como los de Willy Toledo y David Suárez. ¿Le preocupa que haya visos de realidad? 

Sí, es preocupante que la premisa tenga que ver con algo que está ocurriendo en la realidad, que es que un cómico pueda acabar en la cárcel por un chiste. Nadie debería ir a la cárcel por un chiste. Está claro que hay chistes que pueden ofender, pero es una ofensa pasajera. Se debe pedir perdón y continuar, porque en la vida hay problemas mucho más duros y dolorosos que los que puede causar un chiste.

¿Ha sentido alguna vez que un chiste podía meterle en un aprieto? 

Por los chistes que contaba en ¡Ahora caigo! me podrían haber condenado muchas veces. (Ríe). Pero en mi caso no he sentido eso. Paradójicamente luego hay veces que el humor ayuda a mitigar el dolor. En según qué situaciones de pérdida, el humor negro sirve como cura, como terapia. Y luego ese mismo humor puede ofender. Así que depende mucho del contexto y de a quién se lo cuentas. Pero yo soy de los que piensa que el humor no debería tener límites. Y, en caso de tenerlos, que tenga que ver con el pacto que has hecho con el interlocutor.

¿El humor está hoy más coartado que nunca? 

Yo estoy a favor de dejar de hacer según qué tipo de chistes ya no por censura, porque nos limitemos o estemos coartados, sino porque no son graciosos, porque la sociedad ha evolucionado y nosotros tenemos que evolucionar con ella. Hay realidades nuevas y tenemos que adaptarnos a ellas y respetarlas. A partir de ahí, creo que deberíamos ser más libres y no hacer tanto caso de esos juicios paralelos mediáticos en redes porque se ha hecho un chiste que ha ofendido a alguien. Si se ha ofendido, hay que pedir disculpas y seguir hacia delante. Hay que autocensurarse con sentido común, pero sin limitarse más de la cuenta.

En la serie da un discurso sobre el tema y dice: la comedia debería servir para reírse de nuestras miserias y contradicciones, para hacernos mejores. ¿Lo escribió usted? 

No, pero por las conversaciones que tuve con los guionistas y los directores nos dábamos cuenta de que estábamos todos en la misma línea. Y eso se plasmó en ese pequeño monólogo.

A su personaje le dan una bofetada por la calle después del chiste desafortunado. ¿Lo rodaron después del tortazo de Will Smith a Chris Rock en los Oscar

Pues está grabado antes, así que había algo premonitorio. Lo mismo que no debería haber límites en el humor, tampoco debería haber esas consecuencias. Nadie debería utilizar la violencia porque le ha sentado mal un chiste, me parece muy radical. Todo se puede dialogar.

Que se acabara ¡Ahora caigo!, su programa diario en Antena 3, ¿fue una pena o una liberación? 

Lo de liberación suena mal, pero fue un poco así. Me hipotecaba tiempo, aunque lo compaginaba con otras cosas. Pero que acabase me liberó para afrontar nuevos proyectos, tanto en la producción como en la interpretación. Y sobre todo, me liberó del peso de las audiencias. He dejado de mirar los datos cada mañana. Me he librado de esa pequeña dictadura.