Cervantes. Este título escueto encierra un contenido minucioso, preciso, que sería un trabajo inabarcable para cualquiera y que aquí aborda un intelectual como Santiago Muñoz Machado, con su experimentada técnica de arqueólogo del ensayo de precisión. Su Cervantes es un pormenorizado y entretenido relato de "una vida azarosa y novelesca". No es un mero análisis del origen del Quijote, es un profundo estudio sobre la creación del mito del Quijote, fundado en una revisión quirúrgica que deja al descubierto "textos corrompidos, ediciones ilustradas, comentadas y críticas", que de la magna obra de la literatura española se han editado. No es el comentario más o menos enjundioso de la bibliografía cervantina, sino un tenaz esfuerzo intelectual sobre Los pilares del Quijote: en busca de su significado profundo, para establecer por comparación de textos la controvertida "cuestión de las fuentes literarias de las obras cervantinas".

Es un estudio que recorre la España de Cervantes reparando en "la literatura popular y folclórica, en la política y sociedad", en el pensamiento religioso, en el matrimonio y las relaciones de pareja, la magia, la hechicería y la brujería, y en el "viejo y buen derecho". Es un trabajo transitivo en el que Muñoz Machado pregunta a los pensadores de la historia de la humanidad por Cervantes y su obra. Dialoga Muñoz Machado, a propósito del ingenio lego, con las obras de los diferentes autores de la historia de la literatura española. Realiza este ejercicio siguiendo el método científico de abstracción y contradicción. Concreta las valoraciones factuales y las interpretaciones que los cervantistas extraen de la obra del alcalaíno, relaciona las coincidencias y discrepancias encontradas entre ellos y con respecto de las obras originales, y las contrasta con lo escrito.

Cervantes documenta la obra completa del complutense y las de cada uno de los estudiosos que han reparado con algún rigor en ella por el rastro literal que han dejado sus trabajos, los cuales acota con una colección de precisas y sistematizadas notas, un trabajo ingente que incorpora también una completísima bibliografía iluminada de todos los autores analizados reconociendo a cada uno sus aportaciones.

Además, Muñoz Machado establece con propiedad lo incuestionado en toda la literatura cervantina y deja abierto al juicio del lector las perspectivas más personales de cada uno de los cervantistas. Además, expresa su propia valoración sobre las interrogantes que han suscitado los hechos biográficos, históricos y literarios de la sublime obra de Cervantes, dejando dicha, a mi modo de ver prudentemente y sin atisbo de arrogancia, la última palabra.

Cervantes ofrece al lector no solo el conocimiento sobre el Quijote y las demás obras del alcalaíno, también reflexiona sobre muy diversas materias, todas ellas atractivas y trascendentes para las mentes desprejuiciadas. La obra enseña sobre el amor y la familia; sobre la religión: la reforma y la contrarreforma; sobre lo esotérico y lo canónico, las brujas y la inquisición; sobre el carnaval y la cuaresma, sobre la fiesta y lo cotidiano, sobre lo real y lo imaginado y sobre lo imaginado que es real; sobre el hambre y las penurias de los caminos… sobre la constante hambre y la mendicidad; sobre las letras y las armas, sobre el Estado y sus razones, y sus aplicaciones a la guerra. El lector comprenderá el significado del "temple y el carácter del español", el que nos han atribuido los extraños y el que sentimos puertas adentro, y ello desde la perspectiva de Cervantes y desde lo que han querido ver en sus obras los ilustres, entre otros, Juan Valera, Ortega y Gasset, Américo Castro, y nuestros dos Menéndez…

El lector descubrirá si el Quijote es un libro de caballerías: "La de la caballería andante es una ciencia que encierra en sí todas las demás Ciencias del mundo, a causa de que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y conmutativa", o una fina, sutil e irónica crítica de ellos: "Al llegar al libro llamado Don Belianis, dice el barbero que tiene necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del Castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia, para la cual se la da término ultramarino"; si es la primera gran novela de occidente, que anticipa "los ideales liberales y humanitarios de la edad moderna", y por qué; y cuáles son los pares del autor: Dante y Rabelais, y tras ellos: Shakespeare o Schiller o Goethe; si eleva la literatura picaresca al ámbito de lo trascendente, dando valor al Lazarillo de Tormes o al Guzmán de Alfarache; si la locura del ingenioso hidalgo es un estado que muda según la exigencia narrativa, como el mismo declara; si el apócrifo Avellaneda esconde la envidia que suscitó el Quijote entre sus coetáneos, y al que retrata el propio Cervantes de esta forma tan exquisita: "La segunda condición ordenaba a los albaceas que si la buena suerte les trajese a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de Don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuando encarecidamente se pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe".

"No hay libro tan malo —dijo el bachiller— que no tenga algo bueno". Concepto que Cervantes toma de Erasmo de Róterdam, como nos recuerda Muñoz Machado.

Cervantes es una saludable prescripción hipocrática de proteínas y endorfinas para nutrir la razón y estimular el espíritu.