La Opinión de Murcia

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Hotel cadogan

Noche loca en el Prado

LasMeninas

Pues sí, la cumbre en Madrid ha sido un exitazo en las formas, por la imbatibilidad en la organización de eventos y una hospitalidad innata propiciada por el clima y el talante expansivo, como la misma OTAN. La marca España está que se sale. Bienvenido, Míster Biden. «Os recibimos, americanos con alegríaaaa». 

Aunque la euforia atlantista resultó bastante empalagosa en su conjunto y la unanimidad monolítica un tanto inquietante, pues hay bien poco a celebrar, sería de muy mal gusto aguar ahora la fiesta. De eso se encargaron en el Museo del Prado, ya bien entrada la noche, después de una cena bien regada con vinos de la tierra y chinchón. Las crónicas no lo cuentan, porque nadie se tragaría semejante inverosimilitud, pero, servidos los postres, aconteció un mágico sucedido: de los cuadros de comenzaron a descolgarse las mujeres barbudas, las monstruas que pintó Carreño, los enanos, locos y bufones, los ministriles, cómicos, comediantes y acróbatas, los «hombres de placer» y otras «sabandijas de palacio» que habitan en la magnífica pinacoteca. No iban a perderse la oportunidad de saludar a tan ilustres mandatarios.

Los primeros en recobrar inusitada vida fueron los liliputienses de Las meninas, de natural lenguaraz. Enseguida abrió la boca Nicolasito; ya saben, el que apoya el pie sobre el apacible mastín que yace a los pies del lienzo de Velázquez:

-Qué, majetes, ¿habéis yantado bien? Gazpacho de bogavante, bacalao con naranja, espaldita de cordero a baja temperatura… ¿Pero no iba esto de una guerra?

Luego, tomó la palabra la enana Maribárbola, muy presuntuosa ella y de genio chistoso: 

-Todo fenomenal, Pedro, ¿pero de dónde sacarás los maravedís para aumentar el gasto militar? ¡Si han subido hasta las lentejas!

Hasta finales del siglo XVII fue costumbre en las cortes europeas mantener a tan singulares personajes, que a menudo suplían sus alteridades físicas con una inteligencia chispeante. Hartos de aduladores, cansados de cortesanos arribistas e intrigas palaciegas, los reyes se divertían con la candidez o la mordacidad de los bufones. Los locos, los niños y quienes lo han perdido todo tienen fama de sinceros y les abrían los ojos. Así fue cómo también quisieron sumarse a la bienvenida Calabacillas, Pablo de Valladolid, don Sebastián de Morra y don Diego de Acedo, llamado El Primo, además de otras criaturas velazqueñas. Hubo finas collejas para todos los visitantes. -Conque «muerte cerebral» de la OTAN, ¿eh, Macron?

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