La Opinión de Murcia

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Tal cine como hoy...hace 20 años

Guerras, virus y trepamuros

El travelling en el que la cámara descubre una ciudad arrasada, con edificios derruidos y la calle repleta de escombro, se hace hoy, una vez más en el corazón de Europa, triste realidad

El Pianista

Cuando se habla del eterno retorno puede uno ponerse filosófico y aludir al Kybalión del sincrético Hermes Trismegisto o al Así habló Zarathustra, del nihilista Friedrich Nietzsche. Pero aquí hemos venido a hablar del cine de ayer (y no del mundo de ayer, que eso es cosa del siempre recomendable Stefan Zweig) y como se verá, en 2002, hace ahora veinte años el mundo en las salas de cine no era demasiado diferente al mundo de hoy.

El pianista. Roman Polanski

Roman Polanski estrenó El pianista, film profundamente personal, a pesar de narrar la vida del pianista polaco Wladyslaw Szpilman según su propia autobiografía. Y es que Polanski fue él mismo un superviviente del Holocausto (su madre murió en Auschwitz) y sólo al filo de los 70 años encontró las fuerzas que le faltaron lustros antes, cuando renunció a la posibilidad de dirigir el proyecto de La lista de Schindler por el dolor que le causaba enfrentarse al horror al que sobrevivió. Un Adrian Brody completamente desolador compone el personaje de un Szpilman en el que, a pesar de las muchas diferencias, podemos reconocer la angustia que atenazaría al propio Polanski en su niñez rodeado de la muerte y la destrucción fruto de la barbarie nazi.

Ese póster de la película que corresponde al momento en que Szpilman abandona su refugio para recorrer, con el rostro surcado por el dolor y la amargura de unas lágrimas que acompañan el travelling en el que la cámara descubre una ciudad arrasada, con edificios derruidos y la calle repleta de escombro, se hace hoy, una vez más en el corazón de Europa, triste realidad cuando los informativos nos muestran la destrucción provocada por Rusia en las calles de las ciudades ucranianas, cuyos ciudadanos reviven algo que durante décadas se pensó que jamás volvería a producirse.

28 días después. Danny Boyle

También fue 2002 el año en que el británico Danny Boyle revolucionó el subgénero zombi (sea dicho lo de ‘subgénero’ con afán clasificatorio, que no peyorativo). En 28 días después quedaba olvidado el muerto viviente tradicional, de andares lentos y pies arrastrados, en favor de un infectado espídico y que podría (literalmente) morderle el culo a Usain Bolt. Cillian Murphy despertaba tras un coma que duraba el plazo de tiempo que daba título a la película para descubrir un impresionante Londres abandonado, de calles desiertas y basura arrastrada por el viento, de coches atravesados caóticamente en la calzada y ni un alma a la vista. Y, casi peor, si aparecía alguien podía ser uno de estos infectados por un virus con efecto similares a lo que hasta ese momento producía la zombificación tradicional: la pulsión por alimentarse de sesos de ser humano vivo por parte de criaturas que no atendían a razones y con las que de poco servía el diálogo, el talante, la resiliencia y la alianza de civilizaciones.

Veinte años después la pandemia ha cambiado la historia del planeta, y a pesar del dolor de millones de muertes por lo menos la covid-19 ha dejado a los muertos en sus tumbas («¿cómo que zombis, amigo?») y no los ha traído de nuevo a recorrer las calles desiertas de un mundo que estuvo durante meses encerrado en casa.

Spiderman. Sam Raimi

En estos últimos meses uno de los negocios cinematográficos más lucrativos en décadas, el Universo Cinematográfico Marvel (MCU por sus siglas en inglés), ha sorprendido gratísimamente gracias a Spider-Man: Sin camino a casa y su ampliación de dicho universo. Es por esto por lo que no podíamos sino concluir este espejo fílmico que nos trae ecos de hace dos décadas sin aludir al Spider-Man de Sam Raimi estrenado en 2002 y protagonizado por Tobey Maguire, Kirsten Dunst y Willem Dafoe.

Si en 1978 Richard Donner con Superman nos hizo creer que un hombre podía volar, Raimi y Maguire nos convencieron en 2002 que tras la picadura de una araña muy particular un adolescente podía trepar muros, desarrollar un sentido arácnido que le prevenía de amenazas inminentes y, para sorpresa de muchos, generar de manera natural su propia telaraña que salía despedida desde sus muñecas.

La película estuvo precedida, antes de su estreno, por una cierta polémica derivada del trailer que en 2001, meses antes del 11-S, mostraba cómo nuestro amigo y vecino Spider-Man resolvía el atraco a un banco del que sus perpetradores huían a bordo de un helicóptero por el tan espectacular como expeditivo método de atrapar el helicóptero en una inmensa tela de araña tejida entre las dos Torres Gemelas del World Trade Center. Tras los atentados del 11 de septiembre de ese año (seguimos con los paradigmas que indican un cambio en la historia, en el mundo) ese por otra parte espectacular trailer desapareció y en la película estrenada al año siguiente sólo pervivió el último plano del mismo, un primer plano del Hombre Araña en cuyos ojos se distingue fugazmente el reflejo de las Torres Gemelas.

Ahora el Spider-Man titular que protagoniza Sin camino a casa es un Tom Holland que tiene que vérselas con el desaguisado que organiza al querer borrar la amenaza que supone que se haya desvelado su identidad secreta. Ayudado por el Doctor Extraño, termina organizando un bonito cruce de Multiversos que, por concluir con otro paradigma más de revolución y fase nueva, permitirá al MCU continuar sorprendiendo aún más de lo que ya lo ha hecho está peli del Trepamuros con la inminente Doctor Extraño y el multiverso de la locura, dirigida por… ¡Sam Raimi!

Hemos vuelto al pasado. De nuevo.

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