La Opinión de Murcia

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Ficciones

Una intrincada tela de araña

Aunque ya en 2010 se editó Salvatierra, es ahora cuando la editorial Libros del Asteroide rescata esta joya literaria de Pedro Mairal, un trabajo en el que el autor argentino hace alarde de su estilo honesto, fiel y sincero.

Este ejercicio narrativo se adentra en la historia de Juan Salvatierra, una historia que tiene una poderosa realidad humana detrás, la de un hombre que debido a un accidente durante su infancia se quedó mudo y, a partir de este hecho fortuito, empezó a plasmar su existencia en un lienzo que pintó hasta pocos días antes de su fallecimiento.

Tras su entierro, sus dos hijos se plantean qué hacer con esos más de sesenta rollos, de más de cien kilos de peso cada uno, y que se extienden sobre cuatro kilómetros. En esas andan cuando descubren que falta un trozo de la obra, aproximadamente la de un año que se corresponde con 1961 en concreto. Teniendo como pretexto este misterio se inmiscuyen en su búsqueda, una intriga que les llevará a conocer los secretos que encerraba su progenitor, pero también a conocer su verdadera vida y sus sentimientos más profundos, y en última instancia, a realizar un periplo, no sólo físico sino también introspectivo, que les llevará de Argentina hasta Uruguay.

Si bien durante su vida fue un hombre de perfil bajo, discreto trabajador de correos, casado y con dos hijos, Miguel y Luis, paradójicamente no es hasta su partida cuando su fascinante trabajo pictórico empieza a tener una papel preponderante que nunca había tenido, más allá de ser la mera afición de un hombre autodidacta que no podía hablar.

Salvatierra es una suerte de autobiografía pictórica de la que Mairal nos va mostrando controladas dosis de la trama, va sumergiendo al lector en una profunda maraña de emociones familiares, amistades inconvenientes, tratos inconfesables, suburbios infames y proposiciones indecentes. Toda una tela de araña que el escritor va tejiendo, pacientemente, en la que quedamos ineludiblemente atrapados hasta llegar a su trepidante última etapa. Precisamente, uno de los aspectos que destacan es su forma de terminar, puesto que tras las primeras hojas no se atisba que vaya a llevar un ritmo narrativo tan vertiginoso conforme vaya acercándose el final.

La voz narrativa recae en Miguel, uno de los hijos del difunto pintor, que debido a sus peculiares circunstancias personales (divorciado, con un hijo a miles de kilómetros de distancia y sin trabajo) será el que vaya desgranando la ficción familiar, pero también el que lidere la puesta en valor del trabajo pictórico de su padre y, con mucho ahínco, le vaya la vida buscando el rollo de lienzo que falta. Este periplo se convertirá en una oportunidad para exorcizar los fantasmas de su padre, pero los suyos propios también, tal y como se refleja en estas líneas: «Me impresionó verme a través de sus ojos, porque se notaba cuánto le había dolido que me fuera. Sentí que él me hablaba con su cuadro y que vencía el silencio enorme que había existido entre los dos. Ahora él me hablaba con el amor de su pintura y me decía cosas que nunca había podido decir».

Especial detenimiento merece el hecho de que aunque Juan Salvatierra escribió un diario personal a través de sus lienzo, en los que cada sentimiento, cada persona y cada situación tienen su lugar, finalmente esa biografía, independientemente de su opinión, la cual nunca manifestó, se acaba convirtiendo en algo que trasciende la propia intimidad para incluso plantearse su comercialización, su puesta a disposición de los ojos de cualquier persona que quiera contemplar su obra. Un tránsito de lo local a lo global, de lo pequeño a lo inconmensurable, de lo privado a lo público, para acabar convirtiéndose en una obra de arte reconocida a nivel internacional.

El libro de Pedro Mairal podemos definirlo como un evocador trabajo literario en la que a través de la crónica personal que encierra una obra pictórica se refleja la vida de Juan Salvatierra y su entorno familiar y amistoso, pero a pesar de la serenidad y introversión que parecía caracterizarlo, a la que no contribuía su mudez, sorprende con una existencia llena de claroscuros, vivencias y sucesos de toda índole, que es lo que le otorgan a esta novela, Salvatierra, esa capacidad para atrapar al lector, aunque las primeras páginas no lo aparenten.

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