La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Entrevista
Directora y dramaturga

Asia León Siminiani: "Tenemos sed de relaciones auténticas, sinceras, que nos ayuden a caminar día a día"

L’Arte Sana Teatro presenta esta tarde en el Teatro Circo de Murcia su última obra, 'Hilo de plata', una suerte de investigación escénica (inacabada, viva) que reflexiona sobre "qué significa ser mujer"

«Tenemos sed de relaciones auténticas, sinceras, que nos ayuden a caminar día a día»

Asia León Siminiani dice que todo lo vivo está sujeto al cambio. Por eso, su nueva obra, Hilo de plata, viene acompañada por el subtítulo Un work in progress vital. Como parte de un grupo de investigación, Siminiani inició «un proceso vital compartido» basado en tres ejes alrededor de lo que significa ser mujer. Esta tarde lo presenta en el Teatro Circo de Murcia, a partir de las 20.00 horas, teniendo claro que «la pregunta es mucho más importante que la respuesta».

Dice que Hilo de plata es el resultado de seis meses de investigación, pero, al mismo tiempo, la obra lleva como subtítulo Un work in progress vital. ¿Qué parte juega la propia representación en este proceso?

La representación no es algo cerrado ni acabado. Lo que presentamos al público es algo que puede seguir cambiando y evolucionando con el tiempo, porque pretendemos que responda a lo que vamos sintiendo y descubriendo como grupo. Más allá de ello, es también vital porque entramos a compartir con el público espacios íntimos y relevantes para nuestro día a día. Entiendo el teatro como algo vivo, y todo lo que está vivo está sujeto al cambio, está in progress.

¿Cuál fue la chispa para iniciar esta investigación?

La chispa material, la que hizo prender el fuego, fue que algunas de las mujeres implicadas me buscaron para comenzar de nuevo una obra. Ya hemos trabajado anteriormente juntas, nos conocemos y nos gusta embarcarnos en nuevos viajes. ¿El porqué elegir el tema de la mujer? Llevaba ya años rondándome y, aunque no me convencía demasiado hacerlo justamente ahora, a todas nos motivaba, así es que nos pusimos manos a la obra.

¿Cómo se conformó el grupo?

De este proyecto forman parte bastantes más que seis personas, aunque no todas suben al escenario. Hay una mujer encargada del vestuario que ha acompañado gran parte del proceso, cuatro músicos generando color, un amigo ayudando en tecnología con la rueca, otro más con las fotografías, un director técnico que apoya en todos los campos, personas (hombres y mujeres) que se han acercado de diversas maneras y en distintos momentos a formar parte del proceso, desde compartiendo una comida hasta devolviendo una opinión. Luego estamos las siete mujeres que hemos vivido el proceso día a día, mes a mes.

¿Ha chocado este proceso vital con lo que venía siendo su cotidianidad?

Cuando inicias un proceso vital compartido la cotidianidad de cada miembro cambia. En mi caso, la cotidianidad previa prácticamente desaparece porque todo el tiempo, durante meses, está dedicado a esto. No es un trabajo que realices en un ensayo y al llegar a casa desconectes, sino que te acompaña a todas horas. La creación es un proceso inmersivo profundo y con diversas raíces y ramas. Partir de un escenario vacío, de un folio en blanco y levantar una obra, es un proceso largo e intenso, con luces y sombras, pero profundamente vivo.

Las premisas de la investigación como esta no pueden ser abordadas íntegramente desde lo racional o lo emocional...¿hubo momentos de liberación?

Tal y como han sido planteados los dos últimos procesos creativos de L’arte Sana [Unsolosabor e Hilo de Plata] la investigación no se lleva solo a cabo en el ámbito dramático, sino que implica un trabajo de autoconocimiento, de autocrítica, de desvelar y compartir con las personas implicadas, de encuentros y desencuentros, de sorpresas, cansancio, descubrimiento de nuevos espacios, cuestionamiento de ideas previas... Así es que sí, hay momentos de liberación, como también los hay de estancamiento, de querer tirarlo todo por la borda. Y otros de gran luminosidad. Para afrontar todo estos vaivenes trabajamos a fondo el grupo, de manera que hay un sostén de base cuando una está más débil, una red que nos recuerda que no estamos solas.

¿Ha cambiado la relación entre ustedes?

Claramente. Quizás el verbo más que ‘cambiar’ es ‘crecer’, o ‘profundizar’. Cambia y se transforma porque eso ya fue una premisa para entrar a este proceso de creación: asumir una investigación a la par transformativa y compartida con el resto de las personas embarcadas en el proyecto. Y esto se asume por parte de todas sin esperar ningún tipo de recompensa más que el propio camino, ¡ni siquiera sabíamos al principio si habría un espectáculo final! Y, por descontado, no contábamos con ningún tipo de financiación. Vamos, que hemos trabajado por puro amor al arte.

Definieron tres ejes fundamentales para vertebrar esta búsqueda. El primero era «investigar en torno al misterio de ser mujer, lo que nos define y caracteriza, de un modo no excluyente de ninguna otra forma de ser.

Esa era una motivación principal. Conseguir rastrear en esa dirección: más allá de los clichés sobre lo que es una mujer, lo que quiere o debería querer, más allá de ideología o teorías: ¿Cuál es el color de la mujer? ¿Qué nos hace vibrar? ¿Cómo es la nota que traemos al mundo? ¿Qué tipo de música caracteriza el alma de la mujer?

Los otros dos son: «Compartir un tiempo de crecimiento juntas: mirarnos hacia dentro, descubrir espacios interiores y exteriores, rastrear en nuestros orígenes, sentir y agradecer nuestros apoyos, y, por último, abrir este espacio a cuantas más mujeres mejor»

Porque para poder llevar a cabo esta investigación no sirve solo con sentarse a pensar, hay que experimentar, escuchar, contemplar, detenerse a mirar, atreverse a sentir y asomarse un poco más allá de los lugares cotidianos en que se hace pie. De ahí el segundo eje: atravesar un tiempo de crecimiento juntas.

Toda esta investigación se plantea para ser compartida, como una forma de servicio a algo más grande que nosotras: el mundo de la mujer y el del hombre, el del ser humano. No se trata de hacer algo endogámico o narcisista, sino de abrir y ampliar la mirada para poder incluir no sólo nuestra perspectiva, sino la de cuantas más mujeres mejor. Es un reto imposible, la universalidad, pero es una buena guía. De ahí el tercer eje.

En su propuesta parece haber una reivindicación constante del proceso. ¿Pretenden remover en el público la necesidad de plantearse estas preguntas, más que el hecho de que se vayan a casa con una respuesta unívoca?

Por descontado. Entiendo que la pregunta es mucho más importante que la respuesta. No se trata de llegar con nuevas ideas –de las que el mundo está lleno–, sino más bien de compartir inquietudes o espacios que resuenan en todos nosotros, llamar al propio interrogante vital de cada uno. La respuesta, el camino, son siempre personales.

En L’Arte Sana defienden el teatro como «un encuentro entre personas compartiendo la vocación de iluminar el espacio en que vivimos». En una época tan individualista, ¿se hace más latente para usted esa búsqueda de una comunidad dentro del teatro?

La búsqueda de comunidad es algo que siento latente en todo espacio vital. A pesar de que aparentemente esta época es muy individualista, entiendo que hay una sed enorme de relaciones auténticas, sinceras, y que nos ayuden a caminar en el día a día. Desde luego nosotras asumimos desde el primer día está aspiración, en la pequeña o gran medida en que eso ha sido posible en estos meses. Si queremos salir al escenario y poder contar algo de verdad, ¿cómo hacerlo si no hemos vivido espacios verdaderos? Y, en el teatro, gran parte de esa verdad va de la mano de la comunidad. Como en la vida misma.

Compartir el artículo

stats