La Opinión de Murcia

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Literatura
Alicia Noland Escritora

Alicia Noland: "Durante meses me pregunté de qué no somos capaces"

La autora murciana publica libro: ‘El tiempo dormido', una colección de poemas y relatos cortos –ilustrados por su hermana, la artista multidisciplinar Susana López– en los que se deja llevar por las extrañas dinámicas del confinamiento y por la magia de una tierra que le cambió todo: Durango

Alicia Noland.

Alicia Noland escribió la mitad de su último libro en pleno confinamiento. La otra venía de antes, de su llegada a Durango (Vizcaya), una tierra de la que se enamoró al instante. «Aparece como salida de un cuento, y te recibe la canción alegre y viva del agua... No necesité más para el encantamiento», explica, al respecto. A través de poemas, relatos cortos y las ilustraciones de su hermana –la artista Susana López–, la murciana da forma a El tiempo dormido (La Marca Negra, 2022). Noland reflexiona, se deja ir, vuelve, y aprecia la fuerza inapelable de la nostalgia de futuro. 

Habla de una ‘obligada vida hacia adentro’ durante el confinamiento. ¿Qué descubrió de usted misma? 

Todos aquellos meses había una pregunta que no me dejaba en paz: «¿De qué no somos capaces?». Los primeros días me la hacía sabiendo que era la primera vez que era tan consciente de la fuerza del instinto que nos ha traído hasta aquí, y también sorprendida de encontrar esa fuerza en mí. Y después, mientras me miraba, nos miraba, tan ordenados y obedientes, guardando distancias, uniformados de miedo... me la hacía asombrada. Y me la seguí haciendo, cada vez más admirada, cuando, a los pocos días, parecíamos adaptados a la nueva situación, como si no hubiésemos hecho otra cosa. 

Me descubrí entonces reconciliada, y hasta orgullosa, con los otros, más humanos, y más humana yo. Me parecía que habíamos encontrado algo valioso que nos cambiaría, que cambiaría todo... Y con esa esperanza escribí, pero la esperanza no tardó en volver a su caja... Y llegó la discordia a todas partes. Entonces volvía hacerme la misma pregunta: «¿De qué no somos capaces?», pero esta vez con tristeza, con lamento... Y es que somos capaces tanto de la grandeza como de la miseria.

¿Regresó el optimismo en algún momento? 

Recuerdo que los primeros días, no sé si por el miedo o por la sensación de estar en peligro, todo lo que había a mi alrededor se borró. Tardó un tiempo en volver a aparecer, pero cuando lo hizo el cielo era más azul. Y ese azul más azul, tan azul, sigue hoy... Y estos últimos meses he descubierto que seguimos más humanos, más amables, más cercanos, más sinceros... Quizá nos dure, como ese azul que es más azul.

Portada de 'El tiempo dormido'. L. O.

Durango se convierte a lo largo del libro en una especie de tierra prometida a la que usted, curiosamente, ya llegó antes de escribir esta colección de textos. ¿Ha desarrollado una especie de melancolía de futuro en el proceso?

Sí, y muestra de esa melancolía es la frase con la que ponía fin a cada uno de los relatos que escribía: «Memoria de los días que volverán». En cuanto a Durango... para mí sigue siendo esa tierra prometida, y no sé si también movediza, porque me resulta difícil regresar. En estos dos años de olas, los contagios, percances e imprevistos varios no me lo han puesto fácil... Espero no haber hecho cierto el invento de cuentista que relato en el prólogo: unos pájaros que se alimentan de recuerdos dejados al azar de ser recordados o no, y en esos recuerdos está el camino de regreso.

Dice que su relación con el País Vasco viene de muy lejos, sobre todo a partir de la lectura. Jorge Carrión formuló hace unos años que, en esta época de la información, más que ir a un sitio, volvíamos a él, dada la cantidad de estímulos que habíamos digerido antes de llegar. ¿Sintió eso en Durango?

Sé de esa sensación de otros viajes, en otros lugares, pero de Durango apenas sabía... Y aparece como salido de un cuento, y te recibe la canción alegre y viva del agua... No necesité más para el encantamiento.

Una parte del libro está escrita durante el confinamiento. ¿Cómo fue desarrollar el sentido de la ficción cuando lo que pasaba parecía tan irreal?

Normalmente para mí escribir es un trance o un rapto, y durante aquellos meses, las musas estaban encantadas con esa sensación de irrealidad y con la vida vuelta literatura; ni ellas ni el trance me dejaban tranquila. Escuchar una canción o mirar una fotografía eran formas seguras de escapar a otro tiempo, o lugar, o bucear hacia dentro, hacia lo poco que parecía quedar de cierto.

Otra parte, concebida inicialmente en Durango, fue reescrita. ¿Qué cambió?

«Es ahora, asomada a mi recuerdo de Durango, cuando entiendo...», digo en uno de los relatos. Digamos que entendí, aclaré y encontré las palabras justas... Y es que en mi recuerdo parecía seguir aquella luz de Durante, y en esa luz la mirada se desliza y los ojos se agrandan para verlo todo mejor.

El trabajo de ilustración de Susana López se antoja fundamental en la obra final. ¿Cómo es trabajar con una hermana en algo tan íntimo?

Voy a intentar explicártelo: ¿si fueses un ser que arrojara piedras alojadas entre la cabeza y el corazón y encontrases a otro ser que supiese, como si fuesen de ella, cómo tallarlas para dejarlas preciosas, no creerías que la suerte te ha sonreído? Pues yo escribo esas piedras que Susana talla y deja preciosas, pero además diseña, ilustra, compone, edita... Hace una vida que jugamos juntas. No imagino compañera mejor.

¿Cómo ha sido el despertar de ese ‘tiempo dormido’?

Feliz. Todo lo que quería que siguiera allí cuando se rompiese el hechizo que nos tenía tras el cristal, por fortuna, sigue.

¿Le da miedo volver a Durango y que su cerebro lo haya romantizado? 

No, no tengo ese miedo. Aunque haya contado más del Durango idealizado por la nostalgia, al que quiero regresar es al Durango de ver, por fin, a los amigos, de volver a mis lugares; quiero regresar al Durango que no muda, el que se fue haciendo como mío, con el roce de los días. 

Pensando ahora en esa pregunta que no me dejaba en paz («¿de qué no somos capaces?) y en las que se hacen los personajes de mi libro, me he dado cuenta de que en El tiempo dormido respondo a las preguntas que el mundo nos hace una y otra vez, y que no es la primera vez que lo hago... Porque las preguntas, en esencia, parece que son siempre las mismas cualquiera que sea la crisis, grande o pequeña. Sándor Marai encontró las palabras justas: «¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía? Estas son las preguntas». Él decía que cada uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.

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