La Opinión de Murcia

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TAL CINE COMO HOY

1997: Un año insumergible

‘Titanic’ costó la cifra récord de 200 millones de dólares, pero recaudó 2.200 y obtuvo once Oscar, tantos como Ben Hur

Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic

"Soy el rey del mundo!", proclamaba James Cameron al hacer historia con Titanic cuando al año siguiente a su estreno obtuvo 11 premios de la Academia, empatando así con Ben-Hur (William Wyler, 1959), y quedando a la espera de que se repitiese la gesta en 2003 con El Señor de los Anillos: El retorno del rey, de Peter Jackson… pero esa es otra historia y de momento vamos a quedarnos con lo que pasó en los cines hace ahora 25 años.

Publicitado como «el buque insumergible», el hundimiento del RMS Titanic en la noche del 14 de abril de 1912 necesitaba una película a la altura del mayor transatlántico del mundo, y James Cameron no se quedó atrás. La reconstrucción minuciosa del barco (de los barcos, porque se construyeron varias réplicas a distintas escalas), incluyendo mobiliario y vajillas, por no hablar de los prodigiosos efectos especiales y los sueldos de reparto y técnicos, sumaron un coste incluso mayor que el de la propia nave.

Así, ajustando el precio a la inflación, los 7,5 millones de dólares que costó sacar de los astilleros el RMS Titanic en 1912 equivaldrían a unos 180 millones de dólares actuales. Por su parte, el presupuesto total de la película dirigida en 1997 por James Cameron fue de 200 millones de dólares. Durante unos pocos años fue la película más cara de la historia, hasta que en 2004 le ‘empató’ la película de Sam Raimi Spider-Man 2.

En cualquier caso se trató de una inversión más que rentable, puesto que a cambio de esos 200 millones de dólares la recaudación del estreno se saldó con una astronómica cantidad de más de 1.800 millones de dólares. Si a eso le sumamos el reestreno que tuvo lugar en el año 2012, para conmemorar el centenario del hundimiento del Titanic, la recaudación total roza los 2.200 millones de dólares, con lo que se multiplica por 11 la inversión hecha en su momento. Y aún quedaría calcular derechos adicionales por emisiones televisivas, mercado doméstico…

James Cameron ha estado largo tiempo obsesionado por el mar… en concreto por el fondo del mismo (recordemos The Abyss, estrenada en 1989). Esta obsesión se concretó en el pecio del RMS Titanic y se alimentó con su relación con Robert Ballard, descubridor en 1985 del barco naufragado y asesor en el rodaje de The Abyss. Cameron denominaba al hundimiento del Titanic como «el Everest de los naufragios». Y como en el caso de la cima del mundo, parafraseando a George Mallory cuando le preguntaron por la razón para escalar esa montaña y respondió «porque está ahí», parece que Cameron no necesitaba más razón que la mera existencia del pecio del Titanic para bajar con sus cámaras y convertirlo en el protagonista de su película.

El proyecto de Cameron era muy ambicioso para una peli romántica, cuyo final ya se conocía (al final el barco se hunde) y cuya perspectiva de secuelas tendía a cero; parecía una inversión descabellada

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Cuando presentó el proyecto de la película a los ejecutivos de la 20th Century Fox lo hizo vendiéndola como «Romeo y Julieta a bordo del Titanic». Curiosamente el mismo año que Titanic se estrenó Romeo + Julieta, dirigida por el australiano Baz Luhrmann, una modernización ‘contemporanizada’ de la obra de William Shakespeare, que respetaba el verso del bardo de Stratford al tiempo que ambientaba la acción en la ciudad de Verona… estado de California. Y el protagonista de la historia de amor era el mismo coprotagonista de Titanic: Leonardo DiCaprio.

El proyecto de Cameron era muy ambicioso. El presupuesto no bajaría de los 150 millones de dólares. Para una peli romántica, cuyo final ya se conocía (al final el barco se hunde) y cuya perspectiva de secuelas tendía a cero parecía una inversión descabellada. Pero si como se encarga habitualmente de recordar el director, escritor y guionista Rodrigo Cortés, «el estado natural de una película es que no exista», con Titanic todo le salió bien a Cameron. Quizá precisamente por ese tamaño tan descomunal no hubo manera de que no saliera adelante, y además con un éxito descomunal. El buque original se publicitó como insumergible pero terminó en el fondo del Atlántico por un infortunado encontronazo con un buen trozo de agua helada y solidificada, pero la publicidad de la película sí que la convirtió en completamente insumergible.

Los pasajeros del Titanic, abandonando el barco, en una escena de la película L. O.

De hecho, Titanic se convirtió en algo más que una película, en un evento. Era la película que había que ir a ver, a pesar de que a muchos espectadores se les antojaba excesivo un metraje que se iba hasta las 3:15 horas. Para muchos que entonces eran jóvenes Titanic se convirtió en una película generacional. Acudían a verla parejas, familias, grupos de amigos… y muchos repitieron. Varias veces. Durante muchos meses, pues por primera vez en años (apologies to ‘Frozen’) una película aguantó semanas y semanas y semanas en cartelera.

Sólo en España la recaudación fue equivalente a 44 millones de dólares, se mantuvo como número uno durante 16 semanas y tardó todo un año en desaparecer de la cartelera. Titánico.

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