La Opinión de Murcia

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El show de Samsa

Torso, de Edward Lee, no apto para lectores de Bucay

La obra es un original y vivo retablo de terror gore no exento de humor negro con interesantes reflexiones filosóficas

Parte de la portada de 'Torso', de Edward Lee

Poco o nada traducido al español, Edward Lee es una de las voces más importantes de la literatura de terror hardcore (o splatterpunk). Una leyenda viva que ha escrito más de cincuenta libros en los que el terror y las vísceras estrechan un círculo demoníaco que el aventurado lector ha de atravesar. El bizarro, en ocasiones, puede presentar argumentos violentos. Pero su aire naif lo compensa y lo hace accesible a un público más amplio. No ocurre lo mismo con estas historias de Lee, depravadas y gore que reclaman, para salir de ellas indemne, un distanciamiento por parte del lector.

Para hacer una aproximación crítico-estética a esta literatura se ha de pasar, irremediablemente por la semántica del cine de terror. Películas como La matanza de Texas, 2000 maníacos, etc. Películas que nos adentran en una América profunda, alejada de la ruidosa urbe, a través de desoladas carreteras, sucias gasolineras y habitada por despiadados rednecks que lucen lamparones de grasa en sus petos vaqueros, muestran sonrisas de dientes amarillos y ocultan sótanos con cadáveres de extraviados turistas.

Si el cine de terror, sobre todo el comercial, reproduce y perpetúa clichés cada vez más y más palpablemente, la literatura los desenmascara. Así, en la narrativa de terror se cifran los elementos del género de un modo evidente, y debe ser, cada vez con más perentoriedad, el avezado escritor el encargado de deconstruir el género para mantenerlo vivo.

En este sentido, Edward Lee, con un estilo depurado, logra componer un original y vivo retablo de terror gore no exento de humor negro con interesantes reflexiones filosóficas. Revitaliza los tópicos para realzarlos con un sutil punto de intelectualidad (sin caer en lo pedante) a través del dibujo caricaturizado pero redondo de sus personajes. De hecho, los dos protagonistas son las dos caras de una misma moneda. A través de similares lecturas han llegado a puntos de vista distintos de la realidad. Uno, abrazando un cristianismo fanático y mesiánico; el otro, embebido en un nihilismo desalentador.

En las películas arriba mencionadas se desprende una violencia gratuita que pone a prueba la sensibilidad del público general. De un modo análogo leemos Torso. Una historia contada con un lenguaje áspero y directo, sin ambages ni retóricas, que funciona como un hacha oxidada. Torso es la historia de un asesino en serie de lo más peculiar. Imbuido por una inspiración divina se dedica a secuestrar, mutilar y sodomizar mujeres con el único propósito de servir a Dios (sic). Sus actos son depravados. Pero los hace más abyectos si cabe su ceguera (o su clarividencia, según el narrador que nos lo muestra) moral.

Sigue a este relato Señora Torso, una suerte de continuación o, como dicen ahora en el cine, ‘spin-off’. Una historia sobre una prostituta drogadicta, cuyo proxeneta, a modo de venganza, deja sin brazos y que por fortuna acabará por encontrar un propósito en su vida gracias al señor Torso.

Estas historias son breves y se leen con fruición. Como lector, uno se queda con ganas de más y lamenta que el autor no haya decidido haber escrito una novela más extensa con ellas. Porque tanto los personajes, la trama y la estructura del argumento, sin duda, habrían permitido realizar una historia más larga, profunda, intrincada y sangrienta.

Gracias a pequeños proyectos editoriales como el de Pathosformel y al trabajo de traducción de Albert Kadmon tenemos los lectores en español acceso a esta joya del splatterpunk. Lean, si se atreven y sus estómagos se lo permiten, estas historias de mutilación, filosofía y violencia.

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