La Opinión de Murcia

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Correspondencia

Castillo-Puche y Yecla, una relación tormentosa

Santa Marco recuerda las complejas relaciones del escritor con la realidad del territorio en el que le tocó vivir

Castillo-Puche, visto por Hernandez Carpe

Un interesante volumen, Cartas heculanas. Epístolas a José Luis Castillo-Puche de José Santa Marco, acaba de publicar el Ayuntamiento y el Museo Arqueológico de Yecla, en una edición con estudio preliminar, transcripción y notas de Liborio Ruiz Molina y prólogo de Miguel Ángel Puche Lorenzo. Se trata de un conjunto documental que aclara muy bien las complejas relaciones de Castillo-Puche con Yecla, su ciudad natal, que no siempre fueron muy buenas. A través de los textos transcritos, descubrimos las desavenencias entre las fuerzas vivas de Yecla y su ilustre paisano, residente en Madrid, que pudo conocer reacciones muy curiosas e incluso pintorescas a raíz de algunas de sus publicaciones, gracias a los comentarios que Santa Marco le transmitió en sus cartas.

Se recogen de este modo tres cartas inéditas dirigidas al novelista por este amigo suyo, y, a través de ellas, asistimos al proceso y evolución de la consideración que sus paisanos tuvieron del novelista. En la primera de las cartas, le relata las reacciones ante el artículo publicado por Castillo-Puche en Abc sobre el viento de Yecla en relación con los numerosos suicidios que ocurrían en la localidad. Era el 17 de marzo de 1961, y el artículo (recogido en este volumen) se tituló El viento, Yecla, Azorín, la ceniza. Sus comentarios desataron entre la población yeclana rechazos y la polémica surgió imparable, tal como Santa Marco detalla. Lo curioso es que la tercera carta recogida, ya de 1962, revela, tras la estancia de Castillo-Puche en las fiestas de la Virgen de aquel año, en las que actuó como ‘tiraor’, lo bien acogido que fue por la población y los desprecios recogidos en la primera carta se convierten ahora en encendidos elogios. Pero no siempre fue así.

FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA

Liborio Ruiz Molina contextualiza y documenta muy bien todas las circunstancias que se sucedieron en aquellos años en torno al novelista, y aporta otros textos muy clarificadores sobre la relación de Castillo-Puche con Yecla. Para que el contexto sea completo analiza con detalle otro de los asuntos más atractivos desde el punto de vista literario: la relación del narrador con su pueblo a través de su novela Con la muerte el hombro, en la que consagra la creación de un lugar mítico: Hécula.

Porque en el trasfondo de la compleja relación Castillo-Puche-Yecla está la Hécula inventada por él y su novela Con la muerte al hombro, censurada y mutilada salvajemente para que se pudiera publicar por primera vez en 1954. Alude Liborio Ruiz a la meritoria edición restaurada que realizaron María Martínez del Portal y Cecilia Belchí Arévalo de la novela en 1995, y desde luego a las consecuencias de las aportaciones de Castillo-Puche al mito literario desde las Yeclas de Azorín y la Yécora de Baroja hasta su Hécula.

Con la muerte al hombro plantea el profundo sentimiento de la muerte que estará presente en tantas novelas suyas. En la personalidad del protagonista Julio, que ha experimentado vivencias coincidentes con las propias del escritor, tendrá mucha trascendencia el hecho de que toda la familia ha muerto en circunstancias tremendas y a causa de la misma enfermedad, pero también en la naturaleza de su pueblo natal, Hécula, que convierte, por la interpretación del personaje, en un marco atroz presidido por la muerte. La obra, uno de los ejemplos más notables de la novela existencialista en España, destaca por el obsesivo proceso de confesión y de autodestrucción del protagonista, que encontrará la muerte de una forma absurda.

Por eso este volumen resulta de un interés extraordinario porque contextualiza con documentos auténticos e inéditos uno de los asuntos que más han dado que hablar a los críticos y a los estudiosos del novelista yeclano en relación con su pueblo natal. Pero sobre todo porque partiendo de la menuda información de carácter local, se está aludiendo a un asunto que afecta a la literatura española del siglo XX y que ha tenido tantas versiones en escritores muy singulares de nuestras letras, desde Azorín a Miró (Oleza), desde Pérez de Ayala (Pilares) a Baroja y a tantos otros: las complejas relaciones del escritor de ficción con la realidad del territorio en el que le tocó vivir y, sin duda, sufrir en años cruciales para cualquier ser humano pero también para muchos escritores: los años de formación intelectual y educación moral y social. Por eso no es de extrañar lo que afirmaban Martínez de Portal y Belchí Arévalo en su edición de 1995: «Hécula no es Yecla. En todo caso, será la Yecla vivida, sufrida y ensoñada por Castillo-Puche. Como tantas otras veces, en el mundo literario, nos encontramos con una ciudad que deja su realidad para adquirir un valor simbólico».

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