La Opinión de Murcia

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Strad El violinista rebelde

"Creo que el rock nació con Vivaldi y que, si viviera hoy, escucharía AC/DC por las mañanas"

Strad, el violinista rebelde.

Quizá no fuera el primero en romper con la ortodoxia sinfónica, pero Ara Malakian es sin duda uno de los principales culpables de que hoy ya no se asocie necesariamente al instrumentista clásico con un estirado estudioso de conservatorio. Y es que el músico libanés no solo ha roto con los convencionalismo académicos, también ha creado escuela, y, de hecho, hasta hace poco tenía bajo su manto a un alumno aventajado: al madrileño Jorge Guillén. Pero hace ya tiempo que a aquel joven no se le puede considerar un aprendiz. Es más, hoy obedece (artísticamente) a otro nombre, Strad, acompañado de un cargo irrenuncible:‘El violinista rebelde’. Se lo ha ganado de la mano del maestro Malikian, pero también como músico de gira para bandas como Extremoduro. Hoy, en cambio, hace su propio camino. Lleva unos cuantos años ya en esas, llenando teatros y auditorios con un concepto musical más cercano al concierto de rock –con guitarra eléctrica, bajo y batería– que al recital clásico. Pero este año ha querido darle una vuelta más a su espectáculo. Para ello ha preparado un show que se adentra casi en los terrenos de la dramaturgia: Ícaro, un montaje que esta tarde llega a El Batel de Cartagena. 

 

¿Cómo está, Jorge? Creo que el 2022 no ha empezado mal para usted...

¡Muy bien! Acabo de ser papá de dos mellizos maravillosos y también hemos comenzado nuestro nuevo espectáculo, Ícaro. ¿Qué más puedo pedir?

Ese es el espectáculo que podrá disfrutarse este domingo en el Auditorio el Batel de Cartagena. En redes se ha referido a él como su «locura máxima» y como «un reto impensable», así que seguramente el público que acuda a verle vaya con el ‘hype’ por las nubes... ¿Qué tiene de especial este show?

Pues que es una auténtica ida de olla por nuestra parte [Ríe]. Digamos que hemos querido fusionar muchas cosas en un mismo espectáculo. Por un lado, mantenemos la esencia de nuestros conciertos habituales, pero, a la vez, fusionamos esa experiencia con una puesta en escena como la que podríamos ver en un gran teatro de la ópera. De hecho, te adelanto que subiremos al escenario de El Batel un avión a gran escala... Y, por supuesto, además de con una escenografía especial, contamos con un guion; vamos, como una obra de teatro cualquiera. ¡Todo eso es Ícaro!

Y creo que son más de veinte personas en gira, repartidas en un par de furgonetas y un camión, donde supongo que transportan toda la parafernalia. De su pasión por la música ya sabíamos, pero ¿de dónde le viene esa vis teatral?

Estuve varios años en la orquesta del Teatro Real de Madrid haciendo ópera, y siempre que me dejaban salía a escena [Ríe]. Me encantaba sentir cómo la música es capaz de elevarse si además de sonar bien es capaz de contar una historia. Y en esas estamos.

De hecho, ha contado con la colaboración de una compañía top de nuestro país: Yllana. ¿Qué tal con ellos?

Pues llevamos haciendo cosas juntos unos cuatro años, y la verdad es que con ellos estoy disfrutando como un niño… ¡Estoy descubriendo partes de mi cuerpo que ni sabia que tenía! [Ríe]. Y que se hayan involucrado de esta manera en Ícaro es otro sueño más cumplido.

En la música (sobre todo en la clásica, aunque también en otros géneros más ‘mainstream’) hay muchos artistas que apuestan por la sobriedad, que centran toda su atención en las propias canciones. Usted, y muchos otros, apuestan por un concepto más amplio: por un espectáculo (en contraposición a un recital o un simple concierto). ¿Por qué?

¿Por qué quedarme solo con tocar quieto y estirado pudiendo saltar o tirarme por el suelo? Lo hago así desde que agarré el violín por primera vez; no concibo la música de otra manera.

Pero su carrera no ha ido siempre por estos derroteros: durante muchos años fue un instrumentista más... ortodoxo. ¿Cuándo se convierte en ‘el violinista rebelde’? ¿Cuándo pasa de ser Jorge Guillén a Strad?

Bueno, ya te digo que es algo que me sale natural desde muy pequeño (lo de andar dando saltos y correr mientras toco), pero, además, he tenido la suerte de cruzarme con artistas que ven la música de una manera más libre, y digamos que ellos han sido ese impulso definitivo para romper la barrera de la vergüenza y ver la música de una manera más libre, sin tantas ataduras.

De hecho, fuera del circuito clásico, su nombre empieza a sonar con fuerza a partir de varias colaboraciones con diferentes artistas del mundo del rock, del flamenco..., pero, sobre todo, como compañero de andanzas de Ara Malikian. ¿Qué aprendió de él?

Mucho. Aprendí mucho y en muchos aspectos. Fue mi profesor con nueve años, crecí durante mi adolescencia viajando con él, ¡y hasta me casé estando de gira con él! ¡He aprendido muchísimo de Ara!

Tengo entendido que Extremoduro también es clave en ese volantazo que le da a su carrera, en ese desencorsetamiento del modelo clásico, ¿no?

Colaborar con ellos fue para mí como conocer a Messi… Al principio, se te caen hasta los pantalones, te tiembla el arco del violín y no sabes ni articular palabra [Risas].

Y ahora sus actuaciones están más cerca del concierto de rock que del recital sinfónico (por mucho); incluso en su banda hay guitarra eléctrica, bajo, batería, etc. Usted que conoce ambos, ¿son mundos tan diferentes como parece o hay puentes que les unen?

Están mucho más cerca de lo que parece. Creo que el rock nació con Vivaldi y, si hubiera vivido para conocerles, escucharía AC/DC todas las mañanas.

En este sentido, es usted muy dado a realizar versiones (tanto de temas clásicos como de himnos del rock). ¿Escucharemos alguna en Cartagena? Hábleme del repertorio que trae, que creo que incluye una veintena de composiciones nuevas.

Sí, en este espectáculo apostamos más bien por nuestras composiciones. Exactamente, estrenamos 21 nuevos temas. Aunque, sí, he de confesarte que hacemos alguna versión... Más concretamente, adaptaremos tres canciones maravillosas y que seguro disfrutaremos mucho tanto nosotros como el público que acuda a vernos.

Pero, además de la música, como hemos avanzado, Ícaro tiene una pequeña historia: es «un vuelo muy especial». ¿De qué nos habla esta obra? ¿Cuál es el mensaje que quieren mandar a su público?

Exacto. Pues mira, parte de una historia triste. Yo perdí a mi abuelo al principio de la pandemia, y por la situación que teníamos en ese momento ni siquiera me pude despedir... Y este espectáculo es una forma de cumplir su sueño, que era... tener su propio avión. Así que en Ícaro nos ponemos manos a la obra, lo construimos y volamos muy lejos para intentar encontrarme con él. 

Entiendo que fue una persona importante para usted...

Sí... Él era trompetista, y fue quien me enseñó violín durante toda su vida. Me encantaba tocar con él… Y de eso va esta obra: de un largo viaje cuyo fin es poder encontrarme de nuevo con mi abuelo para tocar juntos una última vez.

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