La Opinión de Murcia

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Senza fine

Mi querido José Luis López Vázquez

José Luis López Vázquez comenzó siendo uno de aquellos actores secundarios que servían de telón de fondo para el lucimiento de Alberto Closas, Fernando Fernán Gómez, Francisco Rabal o alguno de los Ozores en el cine español de los 50 y 60. Pero muy pronto su gracia natural lo situó en primera línea de las carteleras. El suyo era un personaje menudo, con una calvicie galopante y un bigote impecable dibujado como con tiralíneas. Sus papeles estaban cargados de malos humos y su marcado histrionismo resultaba siempre tan rematadamente cómico que era imposible no reírse cuando aparecía en escena.

La filmografía de López Vázquez que transcurre por estos derroteros contiene más de un centenar de títulos y es inabordable. Muchas de estas películas pertenecen a la cumbre de la comedia española y sirvieron en su momento para radiografiar a una sociedad acorralada por la dictadura. Una buena muestra de su versión más chistosa podemos encontrarla en El pisito de Marco Ferrari o en Atraco a las tres y Un millón en la basura de José María Forqué. Un capítulo aparte merece su estrecha colaboración con Luis García Berlanga, una bomba de relojería en cada uno de los planos que rodaron juntos. Ambos consiguieron dar vida a varias de las criaturas más hilarantes de toda nuestra cinematografía levantando algunas catedrales como Plácido, El verdugo o la trilogía Nacional.

Nos hemos reído tanto con López Vázquez que a menudo lo encasillamos erróneamente en la comedia. La realidad es bastante diferente. Fue Carlos Saura quien descubrió en su mirada convaleciente unas posibilidades enormes para el drama a finales de los 60. Basta con verlo en Peppermint Frappé, El jardín de las delicias o La prima Angélica para hacerse una idea de la carga emocional de sus interpretaciones. En esta línea se construye Mi querida señorita de Jaime de Armiñán, una película turbia en la que López Vázquez sorprende dando vida a una solterona. No hay nada parecido en nuestro cine. Sus movimientos, la postura de sus manos y hasta sus silencios están cargados de una delicada feminidad impensable para un hombre de su naturaleza. Pero quizás, su personaje más reconocido es el de La cabina, un mediometraje de apenas 35 minutos dirigido por Antonio Mercero y que sembró de terror las cabinas telefónicas de todo el país.

López Vázquez tuvo la oportunidad de trabajar nada menos que con George Cukor en Viajes con mi tía. Cuentan que el mítico director quedó impresionado con sus capacidades artísticas y trató de llevárselo a Hollywood, pero aquella oferta quizás le llegó demasiado tarde y nuestro hombre prefirió quedarse en España. Este episodio pone de relieve su dimensión dentro del mundo del cine y sirve para reivindicarlo en estos días en los que celebramos su centenario.

Con semejante filmografía se hace imposible no rendirse a López Vázquez. Perteneció a la mejor generación de actores que hemos tenido y será siempre un rostro amigo para aquellos que comenzamos a amar el cine con sus películas.

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