La Opinión de Murcia

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Sinequanon

Los horrores de la guerra

Todos tenemos en mente Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, o el Guernica, de Picasso

Los horrores de la guerra, de Rubens

La historia demuestra que desde sus inicios la Humanidad ha estado sometida a migraciones y asentamientos provocados muchas veces por luchas y conquistas que han hecho que el mapa haya ido variando constantemente. El afán de dominio y la insatisfacción son dos características del ser humano, que en algunas personas está presente en grado sumo y que llegan a ser extremadamente peligrosas cuando se imponen sin reparar en el daño que puede ocasionar y que siempre resulta relativizado por manipuladores sin escrúpulos que priorizan sus deseos y los convierten en designios divinos.

También las catástrofes naturales han provocado movimientos de pueblos, que huyendo para sobrevivir provocaron a su vez desplazamientos de otros u, ocasionalmente, la convivencia y el mestizaje con quienes habitaban previamente los territorios ocupados. En otros casos tierras despobladas han recibido colonos que se han asentado en ellas, como sucedió el 2 de marzo de 1345 con Galípoli: un devastador terremoto en la región de Tracia dio lugar al primer asentamiento turco en suelo europeo. Era época del imperio bizantino, y los turcos aprovecharon para repoblar el lugar. Galípoli (ciudad bonita en griego) da nombre a la península, último extremo del continente europeo. Forma el litoral septentrional del estrecho de los Dardanelos y su parte norte da al Mar Negro, en cuyas orillas lloró Ovidio su destierro de Roma impuesto por Augusto por oscuras razones que no se han llegado a desvelar, dando pie a todo tipo de hipótesis y conjeturas, incluida la de la ficción literaria.

En 1915, en el transcurso de la I Guerra Mundial, tuvo lugar en Galípoli la batalla también conocida como Campaña de los Dardanelos en la operación militar a la que los turcos dieron el nombre de Guerra de Canacale, que resultó en una sangría de proporciones gigantescas (250.000 bajas por parte de cada bando). El fin de la guerra cambió el mapa de Europa: desaparecieron cuatro imperios: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano.

Además de en Galípoli, Grecia ha dejado su impronta en la Geografía a través de episodios mitológicos. Una geografía que en la última semana resuena en nuestros oídos y por desgracia no precisamente como lugar de destino para un deseable viaje de placer. Así, el Bósforo es conocido por este nombre, que significa el paso de la vaca, porque en su despavorida fuga, perseguida por las vengativas Erínies o bien por un tábano, la sacerdotisa Ío, transformada por Zeus en vaca para disimularla a ojos de su esposa Hera y hurtarla a sus celos, transitó por él. También el mar jónico y la Jonia recibieron su denominación de la joven de Argos.

Por su parte, el Helesponto es llamado así por el de la hermana de Frixo, que hubo de huir con él de las asechanzas de su madrastra a lomos de un mágico carnero volador cuyo vellón de oro aseguraba la prosperidad y el poder al país en cuyas fronteras se encontrara. La Cólquide, a orillas del Mar Negro, fue la región depositaria, una vez sacrificado el animal. Hele cayó en el trayecto y el lugar donde el mar la engulló fue bautizado en su honor con el epónimo de ‘Helesponto’, más tarde renombrado como Estrecho de los Dardanelos, por Dárdano, un legendario rey predecesor del Príamo de Troya que dio también su denominación a los Dárdanos o troyanos, así como a la ciudad de Dardania, en la península de Anatolia.

Las artes desde siempre se han hecho eco de la terrible realidad que conllevan los conflictos y la han recreado desde distintos puntos de vista según la intención o sensibilidad del artista. El martes el doctor Joan Mut Arbós llamaba la atención en su ponencia en el Hemiciclo de la Facultad de Letras sobre el uso de las fuentes clásicas en la época victoriana acerca de la diferencia a la hora de abordar determinados episodios sangrientos de la historia de Roma, entre la crudeza de Jean-Léon Gérôme y la sutileza de Sir Alma Tadema. Todos tenemos en mente los Fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, o el Guernica de Picasso, entre una infinidad de obras pictóricas, como Los horrores de la guerra de Rubens, alegoría de las guerras que habían asolado a Europa, o las esculturas de Bruno Catalano sobre los emigrantes, así como la ingente cantidad de cintas cinematográficas, o las gestas heroicas transmitidas por la literatura.

Hay un poema que siempre me ha conmovido: El durmiente del valle, de Rimbaud, con su último verso, brutalmente revelador, en el que la sospecha que se viene deslizando en los precedentes estalla ante nuestros ojos como una granada. Pero no conozco, fuera de la Ilíada de Homero, donde se refleja el horror de la guerra con una belleza difícilmente descriptible, otro poema en el que se recoja el dolor del homicida involuntario en que se convierte todo soldado en una guerra como el del sargento James Lenihan, veterano de la II Guerra Mundial, condecorado con el Corazón Púrpura, convertido en poeta a raíz de un suceso que le conmocionó profundamente y del que nunca habló con su familia.

Tras su muerte, sus hijos lo encontraron entre sus pertenencias. Reproduzco aquí en mi traducción este alegato contra las guerras, en la esperanza de que acabe pronto la que en estos momentos desangra a Ucrania.

Poema de un soldado

James Lenihan


Ayer disparé a un hombre

y para mi gran sorpresa

me ocurrió lo más extraño:

comencé a llorar.


Era tan, tan joven

en sus ojos había pánico

había dejado su hogar en Alemania

y había llegado a Holanda a morir.


¿Y su familia,

estaría rezando por él?

Gracias a Dios no pudieron ver a su hijo

y al hombre que le había asesinado.


Me arrodillé a su lado

y tomé su mano

supliqué su perdón

¿Me entendió?


Era la guerra

y él era el enemigo

si no le hubiese disparado yo

me habría disparado él.


Lo vi agonizar

y lo llamé ‘hermano’

pero él susurró una palabra

y esa palabra fue ‘madre’.


Disparé a un hombre ayer

y para gran sorpresa

una parte de mí murió con él

cuando la Muerte vino

a cerrar sus ojos.

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