Leyendo la despedida de Simón Ángel Ros a Margarita Lozano en este mismo periódico uno lamenta no haber conocido a la actriz. Tengo la sensación de que se nos ha marchado sin darnos cuenta («como el rayo» pese a sus 90 años) una parte de la historia de nuestro cine y teatro y duele no haberse acercado a ella. En este sentido me resulta muy extraño que nadie en Lorca nos hablase de Margarita en aquella época mágica del instituto y los grandes descubrimientos culturales. No sé si nuestros mayores desconocían sus películas o si, sencillamente, no les interesaban. También pude ser que nosotros estuviésemos embobados en otros entretenimientos como tantas otras veces. Luego crecimos, recibimos el testigo, y tampoco la hemos reivindicado.

A juzgar por la cantidad de medios españoles e italianos que han recogido su muerte se intuye que a Margarita se la conocía más fuera de Lorca. Me ha llamado mucho la atención el tratamiento de ciertos diarios y cadenas de televisión de ámbito nacional que se han referido a la intérprete como un ‘icono’ de nuestro cine. Me cuesta mucho trabajo situarla en ese Olimpo después de revisar algunas de sus películas. No encuentro en su filmografía ni la fuerza ni el poso de otras figuras de su tiempo que definitivamente sí marcaron el rumbo de las siguientes producciones. De la misma manera se ha escrito que fue «la musa de Buñuel, Pasolini o Leone» cuando sus papeles en las obras de estos directores no dejan de ser muy secundarios. En Viridiana, de Buñuel, su trabajo más aclamado por la prensa estos días, está en todo momento a la sombra de Silvia Pinal, Fernando Rey y Paco Rabal. Pocilga es una bufonada de Pasolini y Margarita no deja de ser un ventrílocuo al igual que el resto del reparto.

En la película de Leone, Por un puñado de dólares, su aparición es una anécdota entre plano y plano de Clint Eastwood. Nada más después de estas colaboraciones. Algunos periodistas tratan de llenar sus lagunas con titulares inflamados y no hay nada con lo que no se atrevan. Pese a estas necrológicas grandilocuentes creo que Margarita Lozano llegó a ser una buena actriz. Poseía un rostro duro y seco, muy murciano si se me permite, con una mirada impenetrable capaz de decirlo todo sin la necesidad de pronunciar ni una sola palabra. Con los años se convirtió en una mujer exuberante y fue dándole a sus personajes una fuerza gravitatoria poco habitual en nuestro cine. No llegué a su representación de Bernarda Alba en teatro, pero conociendo su trabajo en La mitad del cielo la imagino pletórica y comprendo su éxito entre la crítica. Tengo entendido que el Cineclub Paradiso de Lorca prepara una retrospectiva de su filmografía. Esta es la mejor despedida posible que puede organizarse en su ciudad. Los lorquinos tenemos una deuda pendiente con Margarita Lozano y este es un buen momento para disfrutarla en la gran pantalla, su medio natural.