Confiesa José Antonio López que, en cuanto le dieron la oportunidad, se tiró «de cabeza» a por Miguel Hernández. No a por su obra, la cual conoce «desde muy pequeño» –«desde que leí El rayo que no cesa (1936) ha sido siempre mi poeta de referencia», asegura–, sino a por el hombre. Porque al barítono ilorcitano le tocará este miércoles ponerse en su pellejo, meterse en la piel de un joven apasionado, sensible e intelectual al que la dichosa guerra le forzó a ponerse el uniforme para luchar por la República; al que su compromiso, derivado con el fin de la contienda en pena de prisión –tras ser entregado a la Guardia Civil cuando intentaba huir del país–, le acabó llevando a la muerte con apenas 31 años. ¿Y dónde? Nada menos que en el Teatro Real de Madrid, escenario que conoce de sobra y que acogerá el estreno de El abrecartas, una ópera compuesta por el compositor Luis de Pablo y basada en el libro homónimo de Vicente Molina Foix y que recorre la primera mitad del siglo XX en España a través de la correspondencia que intercambiaron durante aquellos años aciagos algunos de los grandes de la literatura en castellano, como pueden ser Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y el propio poeta oriolano.

Para López, con una dilatada trayectoria internacional que le ha llevado a interpretar a algunos de los grandes personajes del repertorio operístico, este trabajo es «especial» y, a su vez, «todo un reto». Y esto es así por varios motivos que él mismo explica. «Te confieso que no es la primera vez que me acerco profesionalmente a Miguel Hernández. Ya me ha tocado recitar musicalmente varios de sus poemas, lo que me ha llevado a estudiar con detenimiento su obra poética y a recurrir en incontables ocasiones a su biografía. Pero este papel es diferente: ahora me toca llevarlo a él a escena, no a sus textos; me toca interpretarlo físicamente», señala el murciano, que reconoce que «no es fácil» dar vida a un personaje real cuya vida y voz (aunque sea poética) está tan presente en el imaginario colectivo. Eso sí, admite que, en comparación con otros compañeros de reparto, ha tenido suerte: «Cuando Miguel interviene en El abrecartas lo hace por medio de sus poemas; es decir, cuando yo abro la boca, cuando canto, el que habla es Miguel, son sus palabras, no las de Molina Foix», apunta López, que elogia el trabajo del escritor ilicitano, quien ejerce también de libretista para este montaje. «Creo que ha sido muy inteligente plantear así sus intervenciones [las del poeta oriolano], porque esto no es así con todos los personajes... Pero a mí, desde luego, me facilita mucho el trabajo», añade entre risas.

Otra cuestión por la que este papel es especial para él es la cercanía que siempre ha sentido con Miguel Hernández. «Es un autor que a mí me llega muy adentro desde que era un niño... Supongo que, el hecho de que sea de la tierra también ayuda. Piensa que yo soy murciano, de Lorquí; estamos tan cerca de esos campos a los que él iba a pastorear, del clima que le marcó..., que para mí era importante hacer este personaje si me brindaban esa posibilidad», recuerda. Y así fue. Fabián Pasinello y Xavier Albertí, directores musical y de escena, respectivamente, confiaron en José Antonio López para interpretar al oriolano, mientras que Airam Hernández da vida a Lorca; Borja Quiza, a Vicente Aleixandre; David Sánchez, a Eugenio d’Ors, y Jorge Rodríguez-Nortón a Andrés Acero. El elenco lo completan Mikel Atxalandabaso, José Manuel Montero, Ana Iabarra, Vicenç Esteve, Gabriel Díaz y Laura Vila, con papeles de personajes ficticios pero que ayudan a conectar el gran epistolario que presenta El abrecartas de Molina Foix.

El barítono murciano (i) en otro momento del montaje. Javier del Real

Un homenaje a Luis de Pablo

Esta ópera, con un prólogo y seis escenas, podrá disfrutarse en el Teatro Real los días 16, 18, 20, 22, 24 y 26 de febrero, siempre a las 19.30 horas salvo en el caso de la tercera función programada, que comenzará a las 18 horas. En total, seis pases que, a su vez, servirán para homenajear al verdadero autor –con el permiso de Molina Foix– de El abrecartas, Luis de Pablo. Y es que el fallecimiento del compositor vizcaíno en octubre del pasado año marca inevitablemente el estreno de este montaje; especialmente porque esta obra funciona como una suerte de «testamento vital». «Para nosotros, para los cantantes, está siendo tremendamente emotivo», confiesa José Antonio López, quien, en cualquier caso, asegura que están «disfrutando al máximo» durante los ensayos. «Creo que todos hemos entrado de lleno en este montaje. Honestamente, el nivel que estamos dando es altísimo», asegura. Pero, de igual modo que los artistas se están exigiendo muchísimo para que todo salga como el maestro De Pablo merece, también advierte al público que vaya a acudir a verles: «Se trata de composiciones nada fáciles de trabajar para nosotros, pero que también requieren de una escucha muy atenta por parte del público. Esto es importantísimo que lo tengan claro. Deben acudir a su localidad, sentarse y escuchar sin ningún tipo de prejuicios», señala.

Por suerte, una de las obsesiones del compositor era convencer a los cantantes de que el castellano es un idioma perfectamente válido para el bel canto, género en el que han primado el francés, el alemán y, muy especialmente, el italiano; y, por supuesto, El abrecartas es fiel a esa filosofía. «Lo importante es que sepamos darle a las palabras el sentido que requieren; después, el mecanismo para que sean audibles o entendibles por el público es cosa nuestra, no del autor. Pero lo cierto es que yo no encuentro ningún problema a cantar en español..., como cualquier idioma, tiene vida propia, pero estamos hablando de nuestra lengua materna, con lo que a mí hasta me resulta más cómodo», explica el murciano, para quien es un «honor» participar en esta cruzada de De Pablo, quien, inevitablemente, estará muy ‘presente’ durante el estreno...

En este sentido, El abrecartas es una obra marcada por la muerte. Por la de su autor, obvio, pero también por las de la Guerra Civil; y, en concreto, por las de Andrés Acero, Federico García Lorca y Miguel Hernández. «Creo que, sobre todo, en el ambiente sobrevuela cierta sensación de añoranza por las vidas de grandes artistas que desaparecieron a edades muy tempranas. Esa nostalgia o incluso, por momentos, angustia, tiñe el montaje», asegura López, quien, sin embargo, no considera que El abrecartas sea una obra «triste». «No es dramática, no presenta a los personajes sufriendo ni pasándolo mal, pero es realista», afirma. No obstante, y a este respecto, señala que no es una pieza «partidista». «A mí una de las cosas que más me gustan de esta ópera es que, sí, en ella se presentan unos hechos reales y dolorosísimos, pero tanto para los de un bando como para los del otro. Digamos que no juzga, pero muestra», apunta el cantante, que insiste en remarcar en que así es como él lo ve, lo que no significa que todo el mundo vaya a sentirlo así.

José Antonio López. L.O.

Una carrera internacional marcada por el repertorio clásico

José Antonio López (1973) inició su formación musical como músico de la banda de Lorquí. Primero se convirtió en clarinete principal de la formación –con apenas 11 años– y, tiempo después, se convertiría en el director. Sin embargo, para entonces, López ya se había iniciado en el canto. Fue de adolescente cuando entró casi que «por casualidad» en un coro, lo que acabaría empujándole con 20 años a completar su formación musical con estudios de canto. Terminó la carrera a los 27 –en el Conservatorio Superior de Música de Valencia, donde fue alumno de Ana Luisa Chova– y, desde entonces, la voz ha sido su principal instrumento. Con una carrera a caballo entre España y el resto de Europa –ha pisado las tablas de las mejores salas de conciertos del viejo continente–, su repertorio abarca desde el Barroco hasta la música contemporánea, y en su curriculum destacan hitos como haber interpretado la Misa en si menor y la Pasión según San Mateo de Bach, así como algunos de los papeles más importantes del repertorio clásico operístico como el Achilla de Handel (Julio César en Egipto), el Malatesta de Donizeti (Don Pasquale), el Noé de Britten (El diluvio de Noé) y, de Mozart, a Don Giovanni, Papageno, Figaro y Gugliemo, entre otros.