Dice Pedro Pujante que la ficción puede convertirse en una profecía autocumplida. Se refiere a la diatriba de escribir ciencia ficción en un mundo pandémico, robotizado y alienado. Él lo tiene claro: «Hemos llegado al lugar al que apuntaban muchas ficciones. La distopía históricamente se caracterizaba por dibujar un mundo lejano. Actualmente lo que hace es auscultar un mundo más cercano». En su último libro, Flores eléctricas para Kisuri (Bunker, 2021), el autor murciano, colaborador de LA OPINIÓN, se sirve de ese «vehículo» para reflexionar sobre las partes oscuras del ser humano. Y deja una sentencia: «En un jardín oscuro también pueden florecer flores eléctricas».

Dice que esta es una novela diferente a todo lo que ha hecho antes. ¿En qué sentido?

Mis tres novelas anteriores eran una trilogía de ‘anticiencia ficción’. Intentaba subvertir los tópicos de la ciencia ficción mediante el humor. Era una especie de mezcla de humor y ciencia ficción con un tono muy desenfadado. Este libro es totalmente distinto. Está escrito en tercera persona, por ejemplo. Utilizo diferentes perspectivas y un tono más sombrío. He usado la tercera persona precisamente por eso, para distanciarme de unos personajes que viven situaciones bastante truculentas. 

¿Exigía la trama alejarse del humor?

Exacto. La idea que yo tenía al principio era la de una historia con personajes que eran fantasmas o, como mínimo, estaban en el limbo, en un nivel de realidad diferente al nuestro. Poco a poco, la historia se fue conformando como una trama en la que los personajes convivían con monstruos, seres que podrían ser humanos, pero que representan las partes más oscuras de cada uno. Así que el tono más sombrío, incluso lírico, era necesario.

En la novela hay un ecosistema siniestro, absurdo y delirante. ¿Hasta qué punto es eso ciencia ficción?

No podemos escribir nada que no esté relacionado de alguna forma con nuestra realidad. Incluso la ciencia ficción anticipatoria o distópica. Aquí, la diferencia es que, más que un cariz político, hay un trasfondo filosófico o existencial. Se plantea la capacidad de las personas para adaptarse a diferentes entornos, cómo se puede ser un ángel y un demonio dependiendo de la situación en la que estemos. Puede surgir la violencia pero también el amor. En este jardín oscuro pueden florecer flores eléctricas.

¿El paradigma clásico de la ciencia ficción tiene algo que decir en 2022?

Más que nunca. Hemos llegado al lugar al que apuntaba mucha ciencia ficción. La distopía históricamente se caracterizaba por dibujar un mundo lejano. Actualmente lo que hace es auscultar un mundo más cercano. Se puede ver en Black mirror, que parece una serie casi cotidiana, con tecnologías ya presentes en muchos casos. Si escribimos una novela realista, casi parece una distopía.

Eso también pasa con la novela negra, ya parece casi costumbrista.

Claro. El mundo va evolucionando y la ficción a veces se convierte en una profecía autocumplida. En base a ellas también vamos construyendo la realidad. En mi caso es diferente, de todas formas, yo juego mucho con lo onírico. Es un plano de la realidad que está más en el mundo de los sueños.

¿Cómo digiere un autor de ciencia ficción vivir una pandemia?

Igual que todo el mundo. Es posible que alguien que escriba ciencia ficción intente buscar paralelismos, pero no hay una gran diferencia. A nivel social y emocional lo vivimos todos igual. 

Usted tiene un pie en la creación y otro en el mundo académico. ¿Se sigue mirando a la ciencia ficción por encima del hombro?

Es verdad que históricamente ha sido así. Nunca se le ha considerado literatura de calidad. Es raro que se meta una novela de ciencia ficción entre los libros destacados de cada año, por ejemplo. Es verdad que eso está cambiando. Académicamente, por ejemplo, hay varias revistas monográficas que se dedican a la fantasía y a la ciencia ficción. Aún así, sigue siendo una atención residual.

Muchos autores se han acercado a ella desde otro punto de vista. Kurt Vonnegut, por ejemplo, decía que era un vehículo perfecto para hablar de lo extraño del ser humano. Esa perplejidad también se encuentra en su escritura.

Yo al principio pensaba que solo me gustaba por una cuestión estética, pero con el tiempo me he dado cuenta de que hay algo más. Hoy veo en la ciencia ficción historias con un alto componente de exploración del ser humano, sus emociones, la capacidad de cambio de las sociedades, el vínculo entre el hombre y la tecnología...estoy de acuerdo con eso de Vonnegut: es una forma de explorar. Ahí están los ejemplos de Verne o H. G. Wells, que anticiparon muchos fenómenos sociales.

¿Su escritura sigue siendo lúdica?

Evidentemente. La literatura puede hacernos reflexionar y aprender, pero yo considero que la misión primordial es entretener y divertir. Si la literatura no divierte, no merece ser leída ni escrita.

Otro pilar de su obra es el mundo onírico.

Sí, es que pasamos tres cuartas partes de nuestra vida durmiendo. A veces tenemos el recuerdo de un sueño como una joya. Un viaje que hemos hecho y del que recordamos partes. Es como recordar partes de un viaje que hayamos hecho. Es fascinante cómo podemos construir una vida en unos minutos, saber que ahí tienes una memoria inventada y que es real solo en lo que dura el sueño. Además, te hace pensar mucho en quiénes somos y en qué percibimos como realidad.