Con motivo del arranque de la nueva temporada –que por fin ha vuelto a generar colas junto a la taquilla tras los difíciles meses de la pandemia–, hablamos con el coordinador del centro, a su vez, principal responsable de una programación que ha sabido encontrar el equilibrio entre la vocación de servicio público, el respeto a los clásicos y un cine más comercial.

Bueno, supongo que contento por cómo marchan las cosas por la Filmoteca, ¿no?

La verdad es que sí. Parece que la gente está recuperando la ilusión por volver a la Filmoteca; incluso ya estamos viendo cómo para algunos pases vuelven a generarse colas junto a la taquilla. Eso significa que hemos conseguido que por fin cale ese mensaje que llevamos lanzando desde hace dos años y que dice que nuestros espacios culturales son seguros. De hecho, reivindicamos la cultura como la vacuna más efectiva contra la pandemia.

Por lo que significan, hasta se habían echado de menos esas colas... Hace unos días pudimos volver a verlas en el pase de Espíritu sagrado, otro llenazo.

Efectivamente. Pero lo cierto es que desde el pasado 7 de enero, cuando inauguramos esta nueva programación, hemos llenado la sala prácticamente todos los días. Eso sí, con un matiz: estamos al 50%, con un aforo para la Sala A de casi 200 personas y, para la B, de 42. No obstante, estamos muy contentos de cómo funcionó ese pase. La película de Chema García Ibarra [por Espíritu sagrado] es una de las propuestas más atrevidas y estimulantes del último año, pero se trata de un filme que ha tenido escaso recorrido comercial. En este sentido, encaja perfectamente en la filosofía de la Filmoteca, que tiene que ofrecer algo distinto a los espectadores, que debe intentar educar la mirada fílmica de los murcianos.

Este año tenemos varios ciclos que ahondan en este criterio, con películas localizadas en las antípodas del ‘mainstream’...

Exacto. Por supuesto, hablamos de un cine prácticamente residual, pero de un gran valor desde el punto de vista fílmico. Tenemos, por ejemplo, el ciclo de ‘Cine Japonés Contemporáneo’, la ‘Muestra de Cine Polska’, uno de cine panafricano de la mano del festival Fespaco, otro de ‘Mujeres Pioneras del Cine’... Pero, claro, estas propuestas es importante presentarlas en un contexto adecuado. Te explico: uno de los ciclos que mejor acogida está teniendo –obvio– es el de las películas nominadas a los Premios Goya, que evidentemente son cintas con mucho más eco entre el gran público, pero es gracias a ese tipo de proyecciones –digamos, más ‘comerciales’– que luego haya gente que se enganche a nuestra programación de corte independiente.

"En una sociedad como la nuestra, en la que impera la imagen, tan importante es aprender a ver una película como aprender a leer"

Porque lo más importante es que la gente vaya al cine. Punto.

Por supuesto. Y más después de los cierres provocados por la pandemia..., que es cierto que nos han hecho perder a parte de nuestro público. En estos dos años, nuestros usuarios de mayor edad han conocido nuevas formas de ver cine, como pueden ser las plataformas de ‘streaming’; y ya ni te digo la gente joven... Pero es que la experiencia colectiva que te ofrecen las salas es difícilmente recreable en casa...

Esa es la clave: la ‘experiencia’ que ofrece la pantalla grande.

Y no solo la pantalla. Mira, Marta Nieto nos presentó una película el otro día [Tres, de Juanjo Giménez] en la que el sonido es un actor más, y, por lo tanto, un elemento primordial que quizá en casa se pierda... Por eso es importante que la gente vuelva a las salas. Y poco a poco lo está haciendo, ¿eh? Pero, por ejemplo, a ese espectador senior del que te hablaba, mayor de 65 –y que nutría y de qué manera el primer pase de nuestras sesiones–, le está costando algo más..., con razón, por supuesto, porque es el que más miedo le tiene al virus, pero lo estamos notando. De hecho, estamos en disposición de decir que el público de la Filmoteca ha vuelto a mutar: ahora vemos más gente joven.

Pero –con la salvedad del aforo, que desde luego no es un tema baladí–, ¿podemos decir que se ha recuperado ya la ‘normalidad’?

Todavía no. Es que el tema del aforo es muy importante... Pero no solo por el número de localidades disponibles, sino en lo referente a la ‘sensación de seguridad’. Mira, la Filmoteca fue el primer centro en abrir sus puertas tras el confinamiento, y lo hizo con un aforo de cincuenta personas; pues bien, venían veinte. Y cuando subimos a cien, cincuenta. ¿Entiendes? Hay cierto ‘miedo’... Por eso es importante que recuperemos pronto el aforo completo, los 400 asientos de la Sala A, porque no me cabe duda de que los habríamos ocupado en alguna de nuestras últimas proyecciones si el contexto fuera otro.

De hecho, no sería la primera vez. Recuerdo proyecciones antes de la pandemia (Parásitos o El año del descubrimiento, por citar solo dos ejemplos) en las que hubo mucha gente que se quedó fuera, incluso después de varios pases en días consecutivos.

Efectivamente. Y deberíamos valorarlo. Sobre todo porque, si te pasas por una sala de cine comercial un lunes o un martes, prácticamente no te encuentras a nadie. Pero es una auténtica pena... El drama que estamos viviendo las salas es tremendo. Eso sí, luego nos quejamos de que cierren el cine Rex. Yo le preguntaría a quienes se quejaron de aquello si realmente iban allí con frecuencia, porque es imposible mantener un espacio de esas características con 20 personas al día. Creo que debemos hacer un ejercicio de autocrítica y darnos cuenta de que, si queremos espacios culturales vivos en nuestra Región, debemos hacer uso de ellos.

¿Ustedes están contentos con la capacidad de sus salas?

Muy contentos. Y aunque es cierto que en ocasiones puntuales –como las que citabas antes– hemos tenido más demanda de la que podíamos atender, debemos ser realistas. Un dato: en España no hay ninguna Filmoteca con una sala más grande que la nuestra [en referencia a la principal, la A]. La Española, en Madrid; la de Catalunya, en Barcelona; la de Valencia, en el Rialto... Hablamos de espacios para 200 espectadores, más o menos; ¡nosotros podemos acoger a 400! La cuestión es que no debemos perder de vista que normalmente trabajamos con un cine que no es de masas, con lo que llenar una sala como la nuestra es un disparate... Y hemos tenido proyecciones como Mi querida señorita (1972), La prima Angélica (1974) o El jardín de las delicias (1970) en las que podía haber una media de 60 personas, lo que es una barbaridad para películas de ese estilo, pero en las que es verdad que daba cierta sensación de vacío... De todas formas, hay una parte del público de la Filmoteca a la que los llenos incluso le molestan [Risas].

Sea como sea, el mero hecho de hablar sobre estos temas es sinónimo de lo bien valorada que está la Filmoteca por los murcianos.

Es que lo del público de Murcia es asombroso. Mira, en 2019 tuvimos la fortuna de acoger el encuentro de filmotecas de España y Portugal, y nuestros invitados no daban crédito. Recuerdo la presentación de María del Carmen o En los jardines de Murcia, una película del año 1935 que acabábamos de restaurar, y no es que la sala estuviera llena, es que se quedaron 200 personas fuera... Los directores de otras filmotecas flipaban [Risas]; agotar entradas con una proyección así es algo impensable.

Aquel fue un gran año para la Filmoteca de Murcia.

Sí, fue el año en el que tocamos techo. Nos visitaron casi 100.000 espectadores; solo Madrid y Barcelona superaron nuestras cifras. Pero es que el cariño que le tienen los murcianos a su Filmoteca es difícil de explicar... Un ejemplo claro es ‘La película escondida’, una proyección que hacemos todos años –la última, el pasado mes de diciembre– y en la que la gente compra la entrada sin saber qué va a ver. Pues bien, suelen ser sesiones con una audiencia fantástica, y creo que no hay mayor prueba de fidelidad que esa.

¿Y cuál es la clave?

Son muchas cosas... Pero, por ejemplo, creo que hemos dado con la tecla correcta en nuestro empeño por intentar implicar a todos los colectivos relacionados con el audiovisual en la Región. Pero no solo a ellos. Tenemos la inmensa fortuna de trabajar con la ‘imagen en movimiento’, que para mí es la herramienta de concienciación más potente que existe; de ahí que hayamos entablado amistad con un montón de asociaciones que a lo mejor nos plantean un problema y nosotros, por medio del cine, intentamos visibilizarlo. Tenemos la muestra de cine LGTBI, la de mujeres cineastas de la que te hablaba antes (en colaboración con Amnistía Internacional), etc. Eso hace que gente que a lo mejor no se había planteado ir a la Filmoteca venga y nos conozca, a la vez que desempeñamos una labor social. En este sentido, creo que normalmente presentamos programaciones con las que todo el mundo se puede sentir identificado.

"Una sala de cine es el único sitio en el que se puede ser genuinamente feliz y libre. Es, en definitiva, el mejor lugar del mundo"

Por estas cosas, programar para una filmoteca no debe ser sencillo..., al menos, en comparación con las salas comerciales, donde imperan los criterios relacionados con la taquilla. Aquí entran en juego otras variables...

Desde luego. A ver, lo primero aquí, la clave de todo –pero no solo para la Filmoteca, sino para cualquier proyecto enfocado a un público–, es hacer un estudio de campo y observar. Observar mucho. Hay que conocer muy bien a los usuarios, porque no es lo mismo hacer una programación para Murcia que para Chicago o Ciudad Real. Hay que hablar un montón con los espectadores, descubrir qué es lo que más les gusta, que es lo que menos, etc. Y, a partir de ahí, hay que proponer, pero siempre implicándoles a ellos, haciéndoles partícipes. O, al menos, esa es nuestra filosofía. Evidentemente, somos nosotros los que tenemos que tomar la iniciativa y hacer propuestas, a veces, arriesgadas –ya hemos dicho que uno de nuestros objetivos es dar a conocer ese cine que se está haciendo y que quizá no tiene cabida en los circuitos comerciales–, pero no podemos permitirnos no escuchar a los murcianos.

¿Alguna política más que merezca la pena destacar?

Bueno, también intentamos respetar el formato (ya sea en digital o en 35 milímetros), así como las versiones originales [proyección en VOSE]. Creemos que exhibir los filmes que elegimos tal y como fueron concebidos por su director nos da un valor añadido. Y, por supuesto, también intentamos visibilizar el cine que se hace en la Región. Y también ciertas problemáticas, realidades minoritarias...

Más allá de esa labor de servicio público, ¿qué es lo que demanda el espectador de la Filmoteca, qué es lo que mejor funciona?

Pues diría que al público murciano, cinéfilo por excelencia, le gusta sobre todo los clásicos. Pones un Bergman, un Fellini o a Billy Wilder y, ellos, encantados. Sobre todo porque es un tipo de cine que es fundamental verlo en pantalla grande; si no, es como si no lo hubieras visto. Igual que hay que ir al Prado para ver a Goya o a El Bosco, a los clásicos hay que verlos en una sala de exhibición. Por eso, para nosotros, las grandes obras maestras de la historia del cine siempre han sido un valor seguro. ¿Qué ocurre ahora? Que, como te decía, nuestro público está mutando. Ahora los más mayores –que eran los que pedían ese tipo de proyecciones– se están quedando en casa, y quizá por eso esta temporada tenemos menos sesiones de este tipo.

La Filmoteca tiene muchos puntos fuertes, pero hay uno que, por lo menos de entrada, es clave: el precio. Con lo que vale la entrada a un cine comercial puedes ir a ver casi tres pases de la Filmo. Y es cierto que estas subidas de los últimos años obedecen a diversos factores –algunos, ajenos a las propias salas–, pero, ¿se nos ha ido la mano con lo de cobrar casi siete euros por entrada?

No cabe duda. Te soy sincero: yo antes iba muchísimo más al cine porque era más barato. Ahora intento ir todas las semanas –si tengo la posibilidad, un par de veces–, pero no me puedo permitir gastarme veinte o treinta euros... Y si yo no puedo, no te quiero ni contar una familia en la que sean cinco. Pero, como dices, las salas comerciales no siempre son dueñas de su destino... Nosotros, en cambio, somos un espacio subvencionado y, evidentemente, la manera de trabajar es diferente; no somos comparables. Para empezar, el objetivo aquí no es hacer taquilla, sino acercar la cultura cinematográfica a la ciudadanía. Y, en este sentido, para nosotros es una obsesión que nadie pueda decir que no ha venido a la Filmoteca por falta de ingresos. Para empezar, la entrada general es bastante asequible (2,5 euros), pero, para gente que no puede gastarse ni eso, tenemos un montón de convenios con colectivos e instituciones enfocados en que ni siquiera ellos se queden fuera. Eso sí, me gustaría hacer aquí un apunte: la cultura no siempre tiene que ser gratis, y los primeros que tenemos que valorar nuestro producto somos nosotros, quienes vivimos de ello. Porque hacer cine (o música o teatro) cuesta dinero, y, por lo tanto, hay que pagar por ello. Sobre todo la gente joven tiene que concienciarse de que, igual que te vas de cañas con tus colegas y te gastas cinco euros, cuando quieres ver una película hay que pagar.

Pero... ¿a los jóvenes les sigue gustando ir al cine?

Mira, hay una franja de edad –entre los 17 y los 23 años– a la que es prácticamente imposible llevarla al cine; no es algo que entre en sus planes de ocio. Pero es que creo que esto es consecuencia de un problema de base. Nosotros, de vez en cuando, hacemos actividades con institutos y, a raíz de eso, vienen a visitarnos chavales de 14, 15 o 16 años, algunos de los cuales es la primera vez que entran en un sala. Y no te hablo de jóvenes sin posibilidades o de barrios marginales, no; te hablo, por ejemplo, de un chaval de San Bartolomé. Y en esto yo creo que influye mucho que en la escuela no se incentive a consumir cultura audiovisual. A este respecto, te diré una cosa: en una sociedad en la que impera la imagen, tan importante es aprender a ver una película como aprender a leer. Y en ese sentido, por ejemplo, creo las plataformas de ‘streaming’ son una bendición. Ojalá hubiera tenido yo de joven acceso a tantísimas películas con esa facilidad... 

¿Nos recomienda alguna o algunas joyitas escondidas entre la programación de esta temporada? A ver si así se animan...

Pues mira, a mí hay un director que me encanta y del que tenemos varias proyecciones: Terrence Malick. La delgada línea roja (1998), por ejemplo, es una maravilla [se pasará este jueves a las 20.30 horas]. También tenemos el próximo fin de semana Cabaret (1972), de Bob Fosse [sábado a las 21.00 horas y domingo a las 20.00 horas], y, a final de mes, los días 25 y 26, El fantasma del paraíso (1974), para que los que piensan que Sorrentino es rompedor descubran que no se puede ser más provocador que Bryan de Palma con esta película [Risas]. Bueno, y esos días tenemos también prevista Tiburón (1975), de Spielberg. En fin, hay cientos de proyecciones que podría recomendarles...

Por último, ¿algún deseo o petición para este 2022 que acaba de empezar?

Que se acaben de una vez las restricciones. Y que la gente nos vuelva a visitar, que una sala de cine es el único sitio en el que se puede ser genuinamente feliz y libre, el único sitio en el que poder formar parte de un universo paralelo que deja a un lado durante un par de horas todos tus problemas. En definitiva, es el mejor sitio del mundo.