Salvador Martínez es hoy uno de los músicos más reputados de la Región. Su trayectoria, que incluye música clásica, electrónica, jazz y folclore mediterráneo, nunca ha perdido de vista a una de las cimas de la cultura popular: «Mi relación con Metrópolis ha sido la de haberla utilizado como laboratorio de ideas para especular hasta límites imposibles», afirma. Hoy, acompañado por el sexteto The Silent Film Ensemble, volverá a poner música a este filme. Será en la Filmoteca Regional, dentro del ciclo Jarauta-Cánovas.

¿Cuál es su relación con Metrópolis?

Esta es una de las películas más interesantes para ver en cualquier momento por todo amante del cine y es cierto que, hoy día, tras esta pandemia, rescatarla a noventa y cinco años del estreno en 1927 parece casi de actualidad por la distopía que presenta. Sobre mi relación con el filme, es difícil de contestar desde un aspecto personal, pero es cierto que la primera vez que la vi me atrajo y me atrapó visual e intelectualmente. Era un joven que en plena transición política, en los setenta, me sentí impresionado con lo que me mostraba: un mundo polarizado entre dos grandes clases, ricos y pobres, humildes y poderosos, puede usted verlo como quiera, pero encajaba con mis ideales de cambio social.

¿Ya entones le atrajo la idea de componer la banda sonora?

En aquel momento recuerdo haber pensado que cuando fuera capaz, intentaría componer para este gigante una música que reflejara las emociones que me había producido; sentimientos y recuerdos que aún conservo y han sido ahora el motor de esta creación. Mucho después, desde el ámbito más académico, me he rendido a la evidencia de estar frente a una gran obra maestra y ha sido desde la conciencia humilde de esa realidad que me puse a escribir, casi de tirón, la obra.

¿Ha cambiado algo desde su composición inicial?

El estreno fue en Cartagena hace diez años con una formación en cuarteto. La versión que presentamos ahora ha sido ampliada a sexteto y he tenido que reescribir parte de la obra respetando, eso sí, escrupulosamente, aquella versión.

Usted tiene una trayectoria de décadas, pero ¿aflora algún complejo o inseguridad cuando se pone frente a una de las cimas de la cultura popular?

Decía mi abuela que el diablo sabe más por viejo que por diablo y yo he tenido la suerte de haber esperado a realizar un proyecto de esta envergadura (120 minutos de música ininterrumpida), con un lenguaje personal ya formado y una experiencia acumulada en las artes escénicas que me permitían enfrentarme a ello. Mentiría si dijera que no abruma luchar con un titán, pero los retos, cuanto más altos, más te implican en sacar lo máximo que honestamente eres capaz. Reconozco que cuando empecé a componerla no sabía el camino que iba a tomar la música, aunque sí tenía claro que quería experimentar. Decidí usar un lenguaje altamente expresionista que podía resultar ideal para reflejar mi visión sonora de este mundo distópico, teniendo siempre como límite respetar lo que propone la historia de Lang, a través de sus imágenes y su ritmo. En confidencia, sentir complejo, no; inseguridad, siempre. Incluso cada vez que se proyecta y tocas en directo. Lo que te queda al final es la reacción del público para evaluar hasta qué punto has conseguido que con tu propuesta se olviden otras y que sea la tuya, la que se acaba de ver, la que haga discurrir la película, como si la música formara parte de ella desde siempre.

¿Cómo se le pone música a una película que tiene 95 años?

He utilizado la técnica del leiv-motiv que inventó Wagner para sus óperas y que se sigue utilizando en el cine actual. Así, cada ambiente tiene su tema y cada tema se puede articular por medio de variaciones y transformaciones para que cada escena en que aparece ese ambiente o personaje se pueda adecuar a la situación que demanda la acción. Esto ha permitido una música con gran coherencia para que el espectador enseguida asocie música y situaciones, incluso cuando estas se encuentran alejadas en el metraje de la película. La repetición, en la música, es el arma musical de elaboración más lograda por el hombre. Al final, incluso, me he permitido una licencia personal escribiendo un gran ‘vals final’ que resume y mezcla todos los temas de la obra en un frenesí apoteósico. Respondiendo a su pregunta, creo que se consigue buscándole a la película un vestido sonoro coherente y propio a la propuesta que la imagen ofrece sin mirar lo que han hecho otros.

¿Hay hueco para la improvisación?

No, y además no es el tipo de propuesta que perseguimos. Una obra de este tipo necesita su música, una música meditada y construida con inteligencia. Personalmente no me gusta la improvisación para el cine. Las imágenes transmiten la psique de los personajes, los ambientes donde ocurren las acciones, y es el montaje el que permite hacer comprensible el discurso, estructurándolo de manera muy diferente al teatro y a otras artes escenicas. El sonido no solo es un valor añadido a la imagen, sino que además tiene la capacidad de mimetizarse con ella otorgándole su capacidad abstracta y expresiva para que cada espectador lo interprete. Mi idea es la de hacer bandas sonoras para el cine mudo con el lenguaje que usamos hoy, que se encuentra muy estereotipado y, por lo tanto, compositor y espectador compartimos unos códigos.

Fritz Lang decía que experimentaba a través de sus ojos, con la imagen, y apenas con el sonido. ¿Eso juega a favor o en contra del músico que le pone banda sonora a su cine?

Es lógico que el director hable de su creación y ponga en valor su trabajo. El cine es un arte multidisciplinar y a los directores les cuesta entenderlo, es una cuestión de ego la mayoría de las veces, pero… ninguno obvia la música. El papel del músico, con lo importante que es, está infravalorado. A mi entender se confunde muchas veces la sumisión a las imágenes de la música con la sumisión a quien las produce: el director. Esto empobrece mucho algunas películas. Grandes compositores no supieron rebajar su arte a estar supeditados a la imagen y por eso no hicieron carrera en el cine a pesar de ser los mejores. Otros, y yo me siento en este grupo, entendieron pronto que sin imagen no hay música y buscaron cualidades sonoras y expresivas para las películas que les encargaron, ampliando la paleta de recursos musicales y creando todo un lenguaje que, hoy día, está tan organizado que se puede estudiar como carrera universitaria. El trabajo del músico a veces es ingrato en el cine, pero a la vez es un reto fascinante y creo firmemente que el futuro de la música estará unido a la imagen. Dicho esto, Lang creaba con el visor de la cámara y con la moviola en el estudio de montaje y es lógico que sus experimentos fueran con la imagen. Además, puedo añadir, ya que he tenido que hacer este trabajo y repetir hasta el infinito las escenas de la película, que es cierto lo que comenta al respecto de lo que dice Lang de su obra. Sin sonido, sus películas funcionan y enganchan y esto es algo único en el cine, pero también es verdad que no dejó de lado el valor añadido que la música podía ofrecerle. En cuanto a si esto juega a favor o en contra del músico, le diré con seguridad que a favor, ya que es innegable que es más fácil crear una música a una estructura visual, coherente y homogénea y que por si sola se expresa, que tener que arreglar con la música, los desaguisados de un mal montaje y un ritmo deficiente. Las imágenes de Metrópolis me han permitido hacer, como le decía antes, incluso un vals de casi doce minutos ininterrumpidos en un trepidante final para la película.

No es la primera vez que se ve en estas. Es el fundador del The Silent Film Ensemble, un sexteto que pone música a películas mudas de una manera peculiar. ¿Cómo funcionan?

El grupo empezó como un dúo de flauta y guitarra con mi hermano Ginés Martínez, profesor superior de flauta. Sufríamos hasta el desmayo, ya que tocábamos mirando la película intentando encajar la música en sus tiempos. Era tremendamente difícil. Después ampliamos el grupo hasta llegar al sexteto con una plantilla de auténticos especialistas y virtuosos en su instrumento con el que podemos afrontar cualquier proyecto futuro, como Amanecer de Murnau, que le adelanto que estoy trabajando ya en su estudio previo. Hemos consolidado el grupo y somos una formación estable, compacta y bien avenida por lo que creo que con un poco de apoyo por parte de los programadores tendremos para rato.

¿Dónde suelen actuar?

El grupo es ideal para espacios cerrados, teatros y centros culturales pero hemos hecho también sesiones de calle veraniegas en fiestas a la antigua usanza del cine de verano mediterráneo, prácticamente desaparecido, que han resultado muy gratificantes. Nos gustaría rescatar en las plazas de los pueblos esta tradición que no tiene edad de público y se puede ver tomando una copa o cenando con la familia, pero claro, para esto hacen falta programadores atrevidos como en Águilas, Lorca, Caravaca, Molina, Cartagena y otras localidades donde se han atrevido a hacer nuestro proyecto, por cierto, con éxito y buena aceptación de público.

Presenta esta nueva versión en un nuevo ciclo de la Filmoteca Regional….

Sí, me gustaría reconocer su labor y mostrarle nuestro agradecimiento y aliento a Ángel Cruz, director de la Filmoteca, para que siga con las programaciones vanguardistas que propone. Esperamos que haya una buena respuesta de público, porque hay muchas ganas de poder asistir con normalidad a eventos como estos, e invitamos a todo el mundo a que venga a vernos para que pasen una velada, les aseguro, inolvidable y diferente.