A pesar de la pandemia de covid-19, el 2021 ha sido un año muy especial para la murciana Milena Smit (al menos, en lo profesional). Su papel de Ana en Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, junto a Penélope Cruz como protagonista, la ha catapultado a la fama internacional. Y eso que la murciana tan solo había hecho unos cuantos trabajos previos frente a la cámara antes de ponerse en manos del cineasta español vivo más reputado a nivel global... No obstante, fue David Victori quien la descubrió para su película No matarás (2020), y su fuerza y magnetismo en su debut cinematográfico no pasaron desapercibidos ni para los críticos ni para los académicos, logrando una candidatura a los Goya como Mejor Actriz Revelación. Pero este es solo el comienzo de lo que está por venir. De hecho, Smit arranca 2022 con un buen puñado de proyectos con los que pretende demostrar que es algo más que la ‘nueva chica Almodóvar’. Series para Netflix (Alma), películas donde será la protagonista absoluta, como Tin & Tina –junto a Jaime Lorente–, y el inminente rodaje de La chica de nieve, la adaptación del ‘best-seller’ de Javier Castillo, la colocan como una de las intérpretes a tener más en cuenta durante esta nueva temporada. Un huracán de misterio y de sensibilidad está a punto de arrasar con todo.
Sus inclinaciones artísticas empezaron cuando era muy joven. ¿Cómo fueron esos inicios adolescentes?
Nunca he sido la típica niña que sacaba buenísimas notas. Tampoco sabía a qué me quería dedicar. Era un poco ‘trasto’, y estaba siempre muy perdida con mi vida. Pensaba: «No sé qué es lo que quiero, ni las cosas que me gustan, ni cuál es mi vocación». Tomé la decisión de no meterme a estudiar nada de lo que no estuviera muy segura. Así que mi primera formación fue aprender a ser una persona independiente, trabajando y buscándome la vida. Lo que jamás me hubiera imaginado es que la vocación aparecería sin buscarla...
Es algo muy normal que, cuando se es joven, no se sepa bien lo que se quiere hacer. La sociedad presiona mucho con esa cuestión cuando todavía no se tienen las herramientas suficientes para saber ni siquiera quiénes somos.
Es cierto. A mí me preocupa mucho el tema de la carencia emocional que el sistema nos ofrece a nosotros, a los de las generaciones más jóvenes, pero también a los más mayores. Pero en el caso de los jóvenes, pienso que si desde pequeños pudiéramos empezar a entender qué es eso de la educación emocional, la educación sexual, la salud mental, etc., este aprendizaje sería fundamental en nuestro crecimiento personal. Porqueson herramientas necesarias que en muchos casos nos faltan, elementos básicos que nos hacen tener una mejor calidad de vida;y no solo a nivel individual, también colectivo, para vivir en una sociedad mejor, más completa y unida, con valores de verdad. Me da la sensación de que eso no ocurre y que en ocasiones no somos capaces ni siquiera de saber cuáles son esos valores, qué significan y cómo se puede interactuar con ellos.
Desde sus primeras apariciones, su imagen ha sido muy importante, apostando por la rotundidad expresiva a través de la moda. ¿Cómo se relaciona con esos aspectos?
Yo no me considero modelo, pero es verdad que he vivido esa faceta como una parte creativa de mí, sobre todo a través de la fotografía artística. Con el paso de los años descubrí ahí una fuente de experimentación, porque a través de mi cuerpo y de la ropa podía transformarme, metamorfosearme. Es algo así como una performance a través de la que expresar lo que llevo dentro en ese momento. Es algo que también me ocurre con la escritura.
¿Le gusta escribir?
Lo hago desde que era pequeña. De alguna forma llevo toda mi vida desahogándose de esa manera. La literatura me cura. Por eso siempre he querido desarrollar un poemario, pero por el momento me lo quedo para mí y para mi círculo más íntimo.
David Victori la descubrió a través de Instagram. ¿Qué significan para usted las redes sociales?
Me gusta mucho cuidarlas y mantener una relación sana con ellas. Ahora no tengo tanto tiempo, pero hubo un momento en que llegaron a ser fundamentales para mí, de nuevo como forma de expresión. Hice una sesión de fotos en un cementerio y cada imagen iba acompañada de algún texto, algún poema mío o la letra de una canción. Fue justo lo que vio David Victori y encontró en mí el perfil que estaban buscando para el papel de Mila en No matarás. Me dijo que estuvo muchos años intentando encontrar a la persona indicada para ese personaje, ya que tenía una particularidad: dar miedo y atraer al mismo tiempo, y eso era algo que la actriz tenía que traer de serie.
¿Y cómo fue ese paso?
Yo entonces no era actriz; ahora creo que sí. Tengo más herramientas de interpretación, me he pasado este año aprendiendo, trabajando, absorbiendo. Pero el otro día volví a ver la película y pensé: «Qué difícil hacer ese curro sin tener ni idea de lo que estaba haciendo».
Quizás esa es la clave, la frescura y la nula contaminación que desprende.
Mucha gente de la profesión me ha recomendado que siga así, que no me contamine demasiado, que me deje llevar y fluya. Así que me formo a través del trabajo. No sé cómo explicarte..., pero ahora sé hacerlo. Es como cuando aprendes a montar en bici, que nunca lo olvidas. A mí me pasa eso ahora en el set y delante de la cámara. Es como si me saliera solo.
En Madres paralelas hay un mayor trabajo de metamorfosis, pero en No matarás se trataba de un papel muy físico en el que su cuerpo tenía una importancia fundamental.
En ese caso mi cuerpo, con mis tatuajes, se convertía en una forma de empoderamiento. Era un rol de dominación que tenía que hacer con ayuda de mi compañero. Mario Casas está fuerte, yo soy así [señala uno de sus dedos para ilustrar su delgadez], así que él tenía que reblandecerse y yo estar por encima de él. Lo cogía, lo agarraba... Le metía unas hostias… Eso es imposible si no trabajas a nivel corporal, pero también debes cultivar otras facetas (no solo ahondar en la violencia del personaje). A veces la escena te pide más tensión y otras, más sensualidad, más dureza o relajación. La clave es encontrar aquello que defina al personaje, porque siempre hay algo que nos define a todos.
¿Y qué define a Milena Smit?
Buf, qué difícil... [permanece un rato pensando]. Supongo que la empatía o la ‘sobrempatía’. Me gusta mucho ponerme en el lugar de los otros, me intento ocupar mucho de eso [dice con timidez], a veces me paso incluso de sensible y de romántica. Eso creo que es lo que define a Milena. Y a Milena actriz, sin duda, la responsabilidad con mi trabajo: me lo tomo muy en serio.
¿Cómo fue encontrarse inmersa en un rodaje con Pedro Almodóvar y Penélope Cruz?
Me lo pusieron muy fácil. Yo no tenía ni la menor idea de cómo podía ser Pedro Almodóvar, pero me sorprendieron el amor, la cercanía y el abrazo que él tuvo conmigo. Pensé que la situación iba a ser más dura, pero desde el primer momento se disolvieron los miedos, porque construyó un espacio que me hizo sentir tranquila y disfrutar de mi trabajo. Con Penélope pasó lo mismo desde el principio: es pura generosidad.
¿Cómo le ha afectado este súbito foco que ha supuesto la película en su carrera?
Todavía me cuesta asimilarlo. Te ves de pronto en el Festival de Venecia, en Nueva York, y piensas:«¿En qué momento ha pasado todo esto?». Y todo ha sucedido de forma muy bonita, pero hay que tener cuidado. Pedro y Penélope me han insistido mucho en una cosa. Yo me entrego a mis personajes en cuerpo y alma, es algo que me llena, que da sentido a mi vida. Pero es una realidad paralela, y a veces suceden cosas de una manera tan rápida que no tienes tiempo de asimilar. Así que ellos me han enseñado que tengo que dejar espacios para desconectar. «Milena, descansa», me dicen. «Que esto no pueda contigo, descansa». Y la verdad es que lo sigo al pie de la letra. Me estoy ocupando de mi trabajo, pero también de mí misma.
Su personaje en Madres paralelas, además de vivir situaciones muy complicadas, se caracteriza por formar parte de una generación que no sabe mucho sobre el pasado del país ni tiene una conciencia ideológica. ¿Cree que es algo que caracteriza a su generación?
No me gusta generalizar, porque cada persona se compromete en el momento en el que algo le hace ‘clic’ en la cabeza. Se puede despertar a los 40 o a los ocho años. No es una cuestión de generación, sino de empezar a hacerte preguntas. Yo cuando leí el guión no sabía nada del conflicto que presenta Pedro. El problema es que hay mucha falta de información acerca de este tema. Y mucha gente no se quiere mojar, y otra prefiere no saber... Y es una pena, porque no se puede construir el futuro sin aprender de los errores del pasado. Para mí lo importante de esta película es que constituye un altavoz de denuncia política. Y sitúa a cada uno en un lugar, «para saber dónde quieres estar tú», como dice el personaje de Penélope en un momento de la cinta.