José Ángel Castillo Vicente (Murcia, 1946) acaba de dar a conocer en la colección de Poesía de La Fea Burguesía, su primer libro de poemas titulado El que quiso bailar y nunca pudo. Descubrirá el lector en sus páginas a un poeta de una notable madurez intelectual que domina con naturalidad su propio idioma hasta crear un estilo personalísimo, en el que formas y contenidos se aúnan para ofrecer nítidas páginas de autenticidad literaria y personal. Señala Soren Peñalver en unas páginas prologales que José Ángel Castillo es poeta de nostalgias, de memorias y también de olvidos, «poeta de palabra limpia, musical, medida y de perfil radiante», porque desde su alcor personal contempla la vida trascurrida con evidentes ansiedades de continuidad y de permanencia por encima de los días, del tiempo y de su trascurrir. Se complace el poeta en recuperar variados acontecimientos de su vida y se esfuerza por reconvenir a aquellos que displicentemente no comparten valores que tiene asumidos desde su adolescencia, desde su juventud.

Estructura el poeta su libro en cuatro secciones que titula lacónicamente: Momentos, Imposturas, Historias y Ocasos.. Y los poemas contenidos en estos ámbitos responden a exigencias comunes, desde la memoria de esos momentos que trascurrieron y precisan ser retenidos por su palabras poética; desde las denuncias de incongruencias descubiertas en los años trascurridos, falsedades, máscaras y engaños que definieron actitudes ahora denunciadas y reprendidas; para entenderlas en el trascurso de su propia existencia a través de la autobiografía que alimenta tantos versos de muchos de los poemas, trascursos vitales que alumbraron acontecimientos; para finalmente cerrar con esos conclusos ocasos que no son clausura ni despedida, sino nuevamente compromiso con el devenir vital que ha alimentado tantos poemas, todos o casi todos.

Descubre el poeta en una breve composición secretos de su técnica como escritor cuando manifiesta: «Podrían haber sido algunos cuentos, / o pequeños relatos / escritos con el alma… / pero quiso el Destino / que, a la postre, lograran ser poemas», reflexión metapoética que alude sin duda a las fuentes que han alimentado su poesía, y que el poeta quiere eternizar: vida y más vida, vida con su paisaje y con sus entornos, con ese mar que aparece una y otra vez, con los trenes simbólicos que marchan imparables a su destino, con las imágenes retenidas de vivencias y de espacios que han nutrido toda una biografía que ahora se plasma junto a las reiteradas reflexiones morales, éticas, incluso sociales, que aluden a pedagogía y también a reglas de convivencia, a mundos compartidos con las generaciones que surgen frente a las mentiras, los engaños y las falacias que son descubiertas y delatadas. Como lo son también los abusos y los atropellos contra la libertad, la opresión del enigmático y más que simbólico cacique que ensombrece vida y convivencia.

En unas palabras preliminares que encabezan el volumen José Ángel Castillo enmarca su libro en un contraste de vivires entre dos seres, no tan imaginarios como pudiera parecer, y contrasta el resultado de sus vidas descubierto en la coincidencia de un encuentro en la atalaya de la madurez. Ser feliz y haber conseguido todo o ser feliz cuando la vida se ha desbordado de su cauce y ha arruinado el orden y el concierto. Preliminar que conducirá al lector hacia unos poemas que forjan un libro singularmente unitario porque en él, en sus poemas, la dialéctica establecida se basa en la propia confluencia entre el caos y el orden.

Por eso este libro es tan interesante, porque se ha construido para establecer un argumento único: la vida trascurrida aporta su lección y el mundo disfrutado invita a un nuevo carpe diem, que se sugiere en muchos de estos poemas superadores memorias y olvidos, que se convierten en compromiso con convivencia hacia el futuro avanzando. Aunque en algunos poemas se filtren negros presagios y surjan simbólicos cementerios: «Mañana será el día, hoy no lo fue. / Pero mañana, en letra primorosa, / las palabras más bellas de la historia/ quedarán indelebles en la arena / y yo comprobaré que el mar las borre. / Como siempre, mañana será el día».

Diestro constructor de poemas, dominador de ritmos y creador de esplendidos endecasílabos, sus estructuras poemáticas muestran solidez y elegancia mientras su palabra poética establece un estilo propio que se convierte en el ideal para expresar y también para contener propuestas inteligentes en espacios de naturalidad asombrosa, a la que contribuye el dominio de una semántica de precisión, reveladora de la sólida formación intelectual de este poeta que quiso bailar y nunca pudo ese tango ansiado que inspira uno de los más divertidos poemas del libro.