La publicación del libro Una vieja chistera sin gracia ninguna de Antonio Marín Albalate (Cartagena, 1955) en la colección Poesía de La Fea Burguesía, ha puesto de relieve la originalidad e incluso la singularidad de un poeta excepcional, digno representante de una generación de escritores de esta Región que merece una vez más ser destacada.

Enfrentado a su propia palabra poética, Marín Albalate viene pertrechado de buenas y sustanciosas lecturas poéticas y siente desde la música la virtud de la poesía convertida en transmisión popular por medio de la canción. Por eso no ha de extrañar que este libro mágico, con chistera y todo, de la que no surgen ni conejos ni palomas, esté dedicado a Manolo Tena, a Patxi Andión a Luis Eduardo Aute, que en sus canciones trasmitieron poesía, y en su poesía comunicaron humanidad. Y eso lo sabe bien Marín Albalate, que siente en la palabra la intensidad de un sentimiento personal autobiográfico de convivencias, amistades, recuerdos y magisterios poéticos asumidos desde la camaradería de la hermandad y de la convivencia, desde el ángulo de lo más confidencial y personal.

El mundo poético de Marín Albalate es intenso en sus argumentos, en sus contendidos, que son sobre todo experiencias de amor pasión, pero también es intenso en su indudable y fluida expresividad que genera una capacidad de crear poesía del mundo y de los recuerdos, de los encuentros y de las proximidades con aquellos que son sus referentes literarios y poéticos, siempre indelebles en su poesía, desde Cernuda a Leopoldo María Panero sin olvidar a Serrat, a Luis Alberto de Cuenca y a tantos otros.

Sentir la vida desde la palabra y manifestar la verdad de su creencia es objetivo que Marín Albalate se propone en este libro en la línea de su particular trayectoria, para mostrar una vez que, en lo absurdo de las coincidencias vitales, siempre hay una limpia lección de cómo sentir la vida con la distancia suficiente para llegar a entenderla.

Por eso sus universos poéticos se enriquecen en la variedad de las sugerencias, porque quieren representar verdades personales que revelan honestidad y sentido común, aunque la chistera no prodigue prodigios, aunque un chiste no tenga gracia ninguna, aunque una palabra fuera de su contexto destroce un mensaje lleno de sentido. Por eso la poesía de Marín Albalate tiene mucho de revuelta al expresar rebeldías que muestran disconformidades que solo la ironía y aun el sarcasmo pueden llegar a manifestar cuando su recuento muestre la personal épica de la vida y del mundo.

Vincula Marín Albalate su libro al tiempo y a los tiempos y agrupa con seguridad por esa razón sus poemas en cuatro apartados que revelan temporalidad, inspirada en principio por el recuerdo imborrable de sus dedicatarios, que son sus manes personales para inspirar y construir este libro. Nunca y siempre revelan temporalidades imposibles sugeridas en las palabras de aquellos amigos tan presentes en todo el libro, mientras La memoria histérica recupera encuentros y estancias que reviven momentos para el poeta estelares porque fueron momentos de otro tiempo que merecen ser retenidos en esta particular memoria no histórica, evidentemente. Los Ecos del ayer y todavía sugieren nuevos encuentros en el tiempo que sigue presidiendo con su pasión todas las representaciones poéticas del libro y que confirma con su pujanza en esa serie final, la más intensa y comprometida del todo el libro, pero antes una sección de Irreverencias y distorsiones muestra el perfil más personal y nítido de nuestro autor, que cierra con una Habitación de hotel espeluznante mientras suena en el fondo Sex and violence de los Sex Pistols, y que recuerda al más genuino Marín Albalate, revolucionario e irreverente sin parangón posible en toda la poesía contemporánea.

En todo caso, un libro tan intenso, que está presidido por el sentimiento de la pérdida (los amigos, la madre, los tiempos, el pasado, los encuentros ya imposibles), debe su verosimilitud a la autenticidad de una elegía intensa que se sucede entre despropósitos y rebeliones, porque la visión del mundo se endurece desde la perspectiva de la extrema madurez que este libro destila desde el principio hasta el final.

Todo para mostrar los hallazgos de un poeta que sorprende siempre, heredero respetuoso de aquellos que más le inspiraron; y descubriendo en la poesía y en la música que la vida es pasado y que nunca es siempre, y que siempre es nunca y que siempre es lo mismo, mientras los ecos del ayer pueblan las páginas de un libro tan intenso como singular con el que Antonio Marín vuelve a sorprender una vez más a sus lectores.