El pasado jueves 18 de noviembre, en la Biblioteca Regional de San Javier se inició un interesante ciclo de poesía: Poetas de tú a tú. «Dionisia García y Marisa López Soria hablan de poesía», rezaba el primer vídeo que se puede ver y escuchar, merced al buen hacer de su bibliotecario, Tony Díaz, en enlace a Facebook y en el Canal de Bibliotecas de San Javier.

La propuesta de mantener una conversación con tan querida poeta fue aceptada con regocijo, por ser Dionisia una mujer amable al extremo y cercana, tan próxima que, cuando perdí a mi madre, la poeta Josefina Soria, sabía que no quedaba huérfana del todo pues siempre que necesitara consejo ahí estaría Dionisia, como una segunda madre literaria.

Conque la charla de ese día transcurrió como imaginábamos, ágil, sincera, reveladora, interesante en cada respuesta y sobre todo cómoda, muy cómoda, ya que en singular mediación nos apoyaba Tony, ejerciendo no solo su oficio de bibliotecario sino de entusiasta lector, lo que nos convertía en un amigable trío trabando conversación de alta poesía con aquella que admiro, lo que personalmente no siempre resulta evidente cuando se ha tenido cerca la grandeza de los versos de Josefina Soria.

Y es que el tiempo se nos queda cobijado en la memoria de la infancia, y así fue que, junto a la poeta Dionisia García hicimos el regreso a la casa familiar, de su mano y a través del largo y fructífero viaje de su vida, el viaje personal y el viaje colectivo. En un recorrido en el que la escritora fue desgranando con sencillez, sin falsa modestia, logros y acaeceres como la mujer que ha vivido mucho y sabe mucho, y como la poeta incansable y prolífica que sigue siendo, mostrando en cada palabra una innegable actitud ética y, en su tarea estética y artística, un ejemplo de aceptada espiritualidad.

Así, conforme escuchábamos y leíamos poemas de Dionisia García, observábamos la expresión del contraste entre pasado y presente, pleno de sentido vital y con cierto fondo filosófico, lo que se nos antoja simbolista, pues sabe la poeta que el mundo real es finito, incompleto, temporal, si bien sus versos son el reflejo de un mundo más auténtico, perfecto y sempiterno.

Con la cadencia suave de su voz, Dionisia nos llevó de paseo con sus versos por entre la naturaleza, los viajes, los objetos, los gestos cotidianos, para ofrecernos una poesía veraz, honesta, con visión positiva del mundo y resonancias espirituales de lo eterno, pues la poeta se entrega sin tristeza a lo real, así al pasado, a la huella pretérita y presente, a la familia o a la posguerra con claro distintivo confesional, pero sin acatamiento al desánimo y siempre con el amor humano como recurso.

En ella es la introspección, el ensueño, el objeto, el paisaje de un instante o de un viaje lo que estimula la memoria para revelarnos un mundo lleno de imágenes, con lenguaje preciso, reflejo de un pensamiento sagaz y con grado de compromiso en el hombre, lo que resulta ser seña e identidad que vertebra su obra.

La conversación en nuestra charla es fluida, de tú a tú, y alcanzamos a llegar al final con la pena de lo que termina, pues escuchar a Dionisia García siempre es un aprendizaje que nos asombra en tantos sentidos, y al hilo de la frescura de ciertos sugerentes versos («el estofado humea») concluimos que la suma de su poesía se nutre de verdad, de integridad, de trabajo artesanal y comprometido con la palabra, a través del amor y las preguntas hechas a sí misma y a la vida, adentrándose en las profundidades del ser humano tanto como del lenguaje, lo que nos lleva a considerarla, salvando características, poeta necesaria de la Generación del 50.