«En los ochenta, Madrid ofrecía a los artistas un paisaje de modernidad y creatividad en el contexto de movida sociocultural irrepetible», recuerda el arquitecto y pintor Manuel Herrera. «Y, a pesar de ello, a nosotros la ciudad se nos quedaba escasa», asegura. Junto a su socia artística (y esposa) Francisca Muñoz, totanera, inició la búsqueda «incansable» de un lenguaje personal y característico, lo que les obligó a vivir con la maleta preparada. Egipto, el Caribe, la selva del Orinoco y Japón fueron los destinos de algunos de sus viajes, y es evidente que todos ellos dejaron huella de una manera o de otra en la obra de los Muher (así se hicieron llamar, en unión de la primera sílaba de sus apellidos), pero seguramente nunca imaginaron que el mayor manantial de inspiración lo encontrarían tan cerca de casa...

«En el ‘93, el Palacio Almudí de Murcia nos invitó a presentar allí, en otoño de ese mismo año, una colección de obra realizada en Japón», explica Herrera. La cuestión es que, como la coincidencia de ser padres primerizos les dificultaba viajar y ésta iba a ser la primera exposición que la pareja realizaría en la capital del Segura (con lo que se antojaba como un proyecto importante tanto a nivel personal como artística para los Muher), decidieron tomarse un año sabático para preparar la muestra en la Región, en su casa de la playa. Así fue como se desplazaron a Mazarrón, ciudad que estos días rinde tributo a su arte (y a su fidelidad con la tierra que entones les acogió) con una retrospectiva titulada Vínculo en la Universidad Popular; pero ahora llegaremos a eso.

Un tríptico de los Muher expuesto en Mazarrón. L. O.

Volviendo a 1993, el problema de aquella mudanza es que su casa en Mazarrón no contaba con el espacio necesario para que Manuel Herrera y Francisca Muñoz pudieran trabajar en sus pinturas. Por suerte, ahí apareció José María López Ballesta, director de la Universidad Popular. «Fue un catalizador importante para nuestro asentamiento en Murcia al cedernos desinteresadamente unas instalaciones en lo que antaño fue el matadero de la localidad y que habían rehabilitado como Escuela Taller», recuerda el artista, que añade: «El hecho de cedernos ese espacio nos sugirió cambiar el rumbo de la muestra que se iba a exponer en noviembre en el Almudí: decidimos olvidarnos de la colección prevista y trabajar en ese año sobre lo que el paisaje, la luz y el color de Mazarrón no sugería». 

Aquello sería el comienzo de una etapa crucial en la carrera pictórica de los Muher. «Palmeras, ramblas, acantilados, naranjos, los fovistas colores de las minas, el clima del invierno, la tranquilidad de Mazarrón, los paseos por el mar en invierno..., nos embrujó», reconoce Herrera. «Nuestra obra –continúa el artista– pasó de buscar un paisaje urbano sin gente y estructuras que organizaban volúmenes buscando la luz (a veces incluso con escenarios nocturnos, como en Alemania), a reflexionar sobre el paisaje y la naturaleza que nos envuelve en el entorno donde creamos y desde donde reivindicamos la sostenibilidad del medio ambiente». Una filosofía que han mantenido, por cierto, hasta la fecha.

Un tríptico de Muher expuesto en la Universidad Popular. L. O.

Por eso la muestra que desde hace unos días puede visitarse en Mazarrón y que incluye algunas de las piezas (35) más representativas de aquella época –desde ese año ‘93 y hasta la colección que realizaron en 2003 para otro proyecto expositivo en Murcia, esta vez en San Esteban– es especial tanto para Manuel Herrera y Francisca Muñoz como para la localidad que la acoge. «Celebremos aquella estancia de Muher en Mazarrón, que hizo aparecer en sus pinturas temas y motivos que ya nunca abandonarían –apunta Pedro Manzano en un texto introductorio–; en especial, la luz: una luz que parece impregnar formas y texturas, y definir los elementos de la naturaleza y el paisaje representados en el cuadro. Una luz mágica. Mazarrón sería ya, para siempre, tema ineludible en la obra de Muher; la puerta de acceso al paisaje y a los motivos del levante Mediterráneo».

La exposición, que incluye además una colección de piezas que se realizaron para los carteles de la Expo ‘92 y las imágenes realizadas para la campaña turística del Ayuntamiento de 1999, es, según el consistorio, una forma de «recuperar el vínculo» que Muher tiene con Mazarrón, así como «un homenaje y agradecimiento mutuo por las sinergias de aquellos años». Sin embargo, y aunque hace tiempo que la pareja trasladó su residencia habitual a Totana, Manuel Herrera reconoce que, «tras periodos de ausencias profesionales en Miami, China o Emiratos Árabes, siempre volvemos. Nuestro lugar de inspiración y creación está y estará siempre en Totana y Mazarrón, donde crecimos, maduramos y no solo vimos crecer nuestra producción creativa, sino también a nuestra mejor obra, nuestra hija María, que ha tenido la oportunidad de disfrutar y ser feliz en esta maravillosa Región».