Hay dos tramas en la última película de Pedro Almodóvar. Por un lado, se narra la historia de dos mujeres desconocidas cuyas vidas quedan unidas desde el momento en el que son madres. Se trata de un nuevo melodrama, terreno en el que su director ha demostrado ser un maestro a la altura de los más grandes. Pero en esta ocasión sus esfuerzos naufragan en un peligroso mar de lágrimas. Todo queda muy lejos del estilo fluido y el sentido del humor que tan buenos resultados le han dado en tiempos pretéritos.

El segundo argumento tiene muy poco que ver con el cine y mucho con ese discurso aleccionador tan presente en ciertas estrellas de nuestro panorama cultural. Madres paralelas es también una campaña política contra la derecha de nuestro país. Desde sus minutos iniciales la película apunta contra Mariano Rajoy y su nulo apoyo económico a la Ley de Memoria Histórica durante su mandato. Tiene el espectador la idea de que la vergonzosa situación que vivimos en España con todo lo relacionado con las fosas comunes es exclusivamente culpa de los gobiernos del Partido Popular y que, durante los años de socialismo, 23 y subiendo, todo ha sido pincel, pruebas de ADN y el ansiado reencuentro de los familiares con sus seres perdidos.

Sin embargo, durante la rueda de prensa en el Festival de Venecia, Almodóvar se mostró muy crítico con Zapatero y su mencionada Ley por su pobre dotación presupuestaria. No sé si con este cambio de timón trató de corregir el tiro cinematográfico. De cualquier forma, aquella comparecencia se disolvió como el humo y ya nadie la recuerda. No es este el caso del veneno vertido en Madres paralelas que, a pesar de tratarse un título menor, quedará para siempre en su filmografía. Estas arengas almodovarianas hieren de muerte a la película. No es fácil tomar en serio una historia cuando está siendo dinamitada con mensajes propagandísticos producidos, por cierto, por RTVE y el ministerio de Cultura. Tampoco ayuda la interpretación de Penélope Cruz, una madre demasiado acartonada, con serios problemas de dicción en algunos fragmentos de sus diálogos. Lo nunca visto en una actriz de esta categoría. Es curioso que sus peores trabajos le han llevado a sus mayores logros, un Oscar de Hollywood incluido. De momento ya cuenta con la Copa Volpi. Antes de abandonar las distinciones quizás sea necesario hacer referencia a los premios Forqué. Hace unos días descubrí que desde 2017 conceden un galardón para la mejor película en ‘educación en valores’. Reconozco que esta sección me produce un cierto desasosiego. Trato de ponerme en el lugar del jurado y no alcanzo a imaginar los méritos tenidos en cuenta a la hora de enfrentarse a una deliberación de este tamaño. Debe haber ciertas virtudes en Madres paralelas que justifiquen su nominación en dicha categoría. Confiemos en esta institución. La duda que queda por resolver es si esos ‘valores’ observados tienen que ver con el cuidado de la maternidad o con el de la masa electoral.