A veces los museos parecen moribundos, anclados en otro tiempo, opacos al mundo que les rodea, no es el caso del Museo Barón de Benifayó de San Pedro del Pinatar, que dirige desde su fundación, hace ahora 20 años, Marcos David Gracia Antolinos, un incansable de la etnografía, la historia, la arqueología y la divulgación cultural y artística, volcado desde su adolescencia en investigar, recopilar, ordenar y dar a conocer la historia de su municipio y de las gentes del Mar Menor y de toda la comarca. 

Quedo con Marcos en este entrañable y muy visitado museo, que se ha convertido en un foco generador de continuas actividades culturales. Al entrar, un mostrador y una oficina, donde se recibe tanto a los visitantes como a quienes vienen a hacer continuas donaciones de documentos, fotografías, cuadros y otros objetos antiguos. Dentro hay varias estancias, que van desde la parte arqueológica, perfectamente musealizada y gráficamente explicada con los pertinentes paneles, a otras salas que explican la pesca, la fábrica de chocolate, los oficios antiguos de la zona, el modus vivendi de otras épocas y hasta una dedicada al cine, con una magnífica colección de carteles y otra maravillosa de máquinas de proyección. 

El museo está emplazado en un caserón del siglo XIX, conocido como ‘La casa de la rusa’, de estilo neomudéjar y que aún conserva algunos elementos originales, como la escalera de caracol que sube a la torre o una exótica habitación de estilo árabe. Marcos termina una reunión con el grupo promotor de un próximo proyecto sobre la desaparecida y antigua fábrica de cerveza Azor de Cartagena, yo aprovecho para disfrutar de una temporal sobre las grandes familias burguesas de la comarca, entre ellas el Barón o el mismísimo Emilio Castelar. La muestra está repleta de esculturas, paneles, documentos, fotografías, mobiliario y objetos antiguos. Las exposiciones que organiza ese centro, con la colaboración de la Asociación de Amigos de los Museos, siempre son muy interesantes y están muy trabajadas, sean de arte, de temas medioambientales, de patrimonio o de la historia de la cultura, los festejos, la vida asociativa o los deportes de la zona. 

Conozco a Marcos desde hace años y hemos colaborado en diversas iniciativas expositivas o de defensa del patrimonio. En el museo no para de organizar conferencias y mesas redondas y, además, participa y colabora en todo cuanto se mueve culturalmente en torno al mar Menor y el Campo de Cartagena, desde la Cruz Roja al Monasterio de San Ginés de la Jara. Marcos es muy buena gente, tan sano que ni fuma ni bebe alcohol, así que compartimos conversación en torno a un café: «Yo empecé con mi amigo Juan Carlos Blanco, cuando teníamos 17 años, a preocuparnos por el entorno natural y patrimonial de la zona, a hacer excursiones y conocer el valor de las cosas olvidadas», me cuenta. En 1999 presentaron un proyecto al alcalde y en 2001 inauguraron el museo, que al principio estaba en el edificio de usos múltiples del ayuntamiento. «Pasé por la política, llegando a ser concejal de cultura, pero mi espíritu independiente creo que no se plegaba demasiado a las disciplinas de partido cuando estas iban en contra de mis principios», me dice. Fue muy sonado que le ganó un largo y complicado juicio a un equipo de gobierno que lo quiso destituir del puesto de director del museo, y lo que es cierto es que se ha ganado su permanencia a pulso, con mucho trabajo, muchas iniciativas e implicando a muchos vecinos, colectivos y asociaciones de toda la zona que valoran y reconocen su gran labor. 

«Hemos hecho más de 300 exposiciones, multitud de encuentros culturales, cursos, talleres, conmemoraciones, y constantes campañas de recuperación de documentos, libros, revistas, fotografías antiguas, enseres, juguetes antiguos…», Marcos me hace un recorrido por estas dos décadas y no me extraña que el experto en museos Manuel Lechuga haya llegado a decir que «el museo Barón de Benifayó es el más activo de toda la Región de Murcia». Marcos me confiesa su agradecimiento a tantos colectivos que se han ido sumando a este proyecto único de museo abierto y participativo. Le pregunto si alguna vez para en su casa para descansar de tantas actividades o si alguna vez se toma un tiempo para viajar: «Mis viajes siempre son para patearme otros museos de otros lugares, para aprender», me dice. Le digo que este museo tiene para mí algo mágico y el aprovecha para recordarme que Iker Jiménez ha grabado aquí uno de sus programas de misterio. La conversación rebosa cordialidad y bromas, Marcos es divertido, pero no puede, aunque lo intenta, disimular la emoción cuando se acuerda de su desaparecido compañero José Andrés Lorente.