Dostoyevski pasará a la historia como uno de los mejores narradores de todos los tiempos. Sus grandes novelas (Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, etc.), constituyen un hito de la Literatura Universal. No obstante, el novelista, además de sus grandes trabajos de realismo psicológico, también supo abordar otros géneros menos hegemónicos: crónicas, textos de carácter autobiográfico y cuentos satíricos y fantásticos. Lo fantástico moderno y la Literatura del Absurdo, de hecho, son deudores de la obra de Dostoyevski. Junto a Hoffman (La historia del reflejo perdido), Poe (William Wilson), Hawthorne (La mascarada de Howe) y Stevenson (Doctor Jekyl y Mr. Hyde) Dostoyevski se une como uno de los primeros escritores en tratar el asunto literario del Doppelgänger. Un tema de urdimbre psicológica que ha nutrido la literatura de terror y el cine. En el cuento Bobok describe, de forma satírica, un diálogo de muertos. También se aleja del realismo en El sueño de un hombre ridículo, en el que un hombre nihilista sueña con una existencia utópica a través de un viaje por otros mundos.

Su segunda novela, con la que se apartó del Realismo que le caracterizó, se titula El doble y fue publicada sin demasiado éxito en 1846. Es un relato fascinante que anticipa la escisión de la identidad que más tarde abordaría Freud desde el psicoanálisis o la literatura fantástica de nuevo cuño del siglo XX: Kafka, Cortázar, Borges, Fuentes… En El doble su protagonista es un funcionario gris de segunda categoría, precursor de los burócratas de Kafka, que como sabemos fue un lector atento de Dostoyevski. Yákov Petróvich Goliadkin, el ‘héroe’ de El doble, se enfrenta consigo mismo en una historia delirante y absurda. Un doble comienza a hacerle la vida imposible. Las visiones temibles de su sosias nos muestran el interior de una mente perturbada que lucha consigo misma para mantenerse a flote en una cruel sociedad que le fagocita. Lo tremendo aquí no es la puesta en escena de un conflicto social ni psicológico, sino la capacidad del autor ruso para mostrar la fría realidad desde el centro mismo de la mente, radiografiando a través del desdoblamiento de su protagonista un sistema burocrático decadente y opresor como el zarista.

Otro relato más feliz es El cocodrilo. Aquí nos encontramos una situación inverosímil y cómicamente grotesca: el funcionario Iván Matvéich, en una visita al Pasaje (famosa galería de San Petersburgo), es medio engullido por un enorme cocodrilo. A partir de ese momento la historia cobra tintes esperpénticos y delirantes. El funcionario se queda a vivir en el interior del reptil. Su esposa no se toma muy bien el asunto y se plantea pedir el divorcio. El dueño del animal decide que la situación le valdrá para generar mayores ingresos. Su amigo (y narrador) Semión Semiónych nos dará cuenta, a lo largo de esta estrambótica narración, de los avatares de un funcionario engullido por un cocodrilo. Un texto que de algún modo anticipa a autores del Absurdo como Ionesco y que, junto al resto de toda obra, no hace sino explorar la idea de alienación y extrañeza que caracterizaría la mirada del hombre contemporáneo. 

Una mirada lúcida que a través de la literatura de lo extraño nos convoca y nos muestra la realidad más disparatada para analizarla y criticarla.