Dostoievski es un exceso. Sus libros rebosan neurosis, están marcados por los sentimientos más desaforados y se diría que sus personajes, sus asesinos de usureras, sus prostitutas bondadosas y sus víctimas angelicales, más que sufrir, disfrutan con un placer malsano mientras caen en la degradación. Cierto. A más de un lector pueden incomodar esas criaturas torturadas del maestro de Petersburgo, esa miseria tan exhibicionista como vergonzante. Y sin embargo… es muy probable que nadie se haya acercado tanto y tan directamente a la angustiosa ansiedad de la psique humana como él. Cuando se cumplen 200 años de su nacimiento y el recuerdo del autor está más vivo que nunca en su país natal –quizá no hubiéramos entendido la naturaleza rusa sin Dostoievski- y nuestras librerías rebosan de novedades -entre estudios de su obra, biografías, y cuidadas reediciones, en especial las de la editorial Alba- bueno es explicar por qué hoy necesitamos a Dostoievski, como buen clásico que es.

Dostoievski

Porque es como ese amigo borracho al que siempre acompañas a casa

Como las historias de ese tipo cargado de copas que te acosa en la barra del bar empeñado en contarte sus penurias, las novelas de Dostoievski quizá no hayan superado bien a lo largo de un descreído siglo XX y la coda del XXI su excesiva sentimentalidad. Pero a poco que entremos en su mundo y se produzcan esas fases de enamoramiento, odio y amor de las que habla la profesora Tamara Djermanovic, buena conocedora del autor, y que todos los lectores de Dostoievski han experimentado, se establece entonces la debida distancia para apreciar otra de las grandes cualidades del autor: «La idea de que nuestra psicología determina nuestro destino antes que las circunstancias sociales» y la consideración de que a golpe de voluntad es posible elevarse de una vida miserable. Para la autora y traductora del ruso Marta Rebón: «Dostoievski sigue vivo porque abordó dilemas éticos y morales que siguen apelándonos hoy, trató problemas universales como la ludopatía, el fanatismo y la pobreza y fue un perspicaz observador de la condición humana». Y en estos tiempos de emergencia climática «su denuncia del materialismo desenfrenado, está hoy más vigente que nunca». Así que el borracho acaba siendo lúcido.

Porque cuando habla del sufrimiento sabe de lo que habla

Hijo de un padre brutal que lo maltrataba físicamente, Dostoievski sintió una oculta alegría cuando un siervo decidió matar al abusador y a la vez un dostoievskiano malestar por sentir esa felicidad. Así que no es extraño que Los hermanos Karamázov, su obra más ambiciosa y totalizadora, gire alrededor de la muerte de un patriarca tiránico. No es el único de sus rasgos que pasó a sus personajes: el príncipe Mishkin, protagonista de El idiota, sufría de epilepsia como su creador y la historia del autodestructivo jugador de su novela homónima perdidamente enamorado de una mujer que le desprecia es la del propio escritor. Además cualquiera de los excesos cometidos en sus libros fueron ampliamente superados por el autor, a quien un edicto del zar perdonó la vida cuando estaba al pie de pelotón de fusilamiento y malvivió toda una década en un campo de trabajo en Siberia.

Porque fue el autor favorito de la Generación Beat y de Coetzee

Naturalmente, quienes mejor lo comprendieron en el siglo XX fueron esos autores situados al margen que compusieron la generación beat. Jack Kerouac, que lo leyó muy detenidamente, le llamaba cariñosamente Dusty y su novela Los subterráneos está directamente influida por Las memorias del subsuelo. Burroughs y Allen Ginsberg también lo apreciaron y esa influencia se traslada directamente por vía filosófica hasta el Mayo parisino del 68, apuntalando las claves del existencialismo. Y es que «Si Dios no existe, todo está permitido», como asegura uno de los hermanos Karamázov, es una idea a la que por aquel entonces se le dio muchas vueltas. Algunos años más tarde, en los confines de África, un autor como J. M. Coetzee se dejó arrastrar por la fascinación de la miseria humana en su novela El maestro de San Petersburgo, en la que, como recuerda Marta Rebón, «creó una versión ficticia de Dostoievski y establece un diálogo con su novela Los demonios». No fue la única incursión del nobel sudafricano: en Diario de un mal año, un libro de carácter ensayístico analiza Los hermanos Karamázov.

Maratón cinematográfico hoy en el Museo Ruso

La Colección del Museo Ruso celebra el bicentenario de Fiódor Dostoievski con un programa de actividades especiales. Hoy, 11 de noviembre, tendrá lugar un maratón de cine con la proyección de largometrajes seleccionados que han adaptado las novelas del escritor a la gran pantalla. Además, aquellos visitantes que lo deseen tendrán oportunidad de conocer en profundidad la obra del escritor gracias a la recién estrenada exposición Dostoievski en su bicentenario y al servicio de mediación especial, es decir, personal del departamento pedagógico de este espacio que atiende las dudas de los usuarios, que se llevará a cabo durante la jornada. El 11 de noviembre de 1821 nace Fiódor Dostoievski en Moscú y su figura trasciende a la literatura, siendo también un gran amante del arte, retratado, dibujado y reflejado por un buen número de artistas. Algunos de estos trabajos se pueden ver actualmente en la exposición temporal en el Espacio Foro de la Colección del Museo Ruso. Además, sus novelas han sido adaptadas al cine, convirtiéndose en obras maestras en la gran pantalla. Una selección de estas películas se podrá ver durante toda la jornada del jueves en la Sala de Proyecciones 1 de este espacio. La presentación del maratón correrá a cargo de Mario Virgilio Montañez.


Porque ha sido el maestro de Rafael Chirbes

No hay más que leer los impresionantes diarios del autor valenciano para darte cuenta de lo muy presente que tiene a Dostoievski: «Nos hemos destruido. Hemos descubierto que hay culpables y no se les castiga. Además ni siquiera nos queda la esperanza de que se les castigue en algún lugar o tiempo del infinito», escribe en un nota a la que titula dostoievskiana. Con esas altas dosis de autoflagelación y rabia que tienen sus novelas, Chirbes es posiblemente uno de los pocos escritores españoles que se ha dejado arrastrar por el lado oscuro del ruso. Paul Viejo, responsable de la edición del Diario de un escritor de Páginas de Espuma, sostiene que son muy pocos los escritores actuales que han seguido esa vía. «En general en las letras de los siglos XX y XXI , se ha acudido mucho más a Chéjov, con su gran dedicación a los detalles, los silencios y la sutileza, Dostoievski no ha sido una vía tan transitada». No obstante hay un escritor actual, particularmente preocupado por las raíces del mal, que ha tenido al ruso en su cabecera. Es el asturiano Ricardo Menéndez Salmón que valora su obra como «un empeño quijotesco siempre a un paso de exceso, pero también de enorme minuciosidad y emoción, por ubicar a ese hombre miserable y a la vez heroico en la correspondencia de un balance justo».

Porque sigue estando detrás de las ficciones que consumimos

Quizá la literatura contemporánea se haya apartado del autor pero la huella de Dostoievski es detectable en buena parte de las series. Por qué quién es Walter White sino ese héroe contradictorio, capaz de lo peor sin perder en ningún momento de cara al espectador una profunda comprensión e incluso empatía. Breaking Bad es puro Dostoievski. En esa liga estarían también algunas otras joyas como The Leftovers y The Virtues, exploraciones del sufrimiento que utilizan bastante recursos narrativos del autor. Sin olvidar que también se pueden se pueden leer perfectamente Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov como novelas policiacas, quizá el género literario pero también audiovisual que ha encontrado un público más amplio en el siglo XXI. Un género que nos retrata.