Las abuelas han formado parte del imaginario de nuestras sociedades y, en especial, de los niños y niñas, desde tiempos inmemoriales. Ellas han sido el motor de muchas familias y si, además, tenemos en cuenta las relaciones familiares que hay en nuestro país, veremos cómo ocupan un lugar fundamental en la pervivencia de la memoria familiar, de los cuidados, e incluso de la economía doméstica. En los últimos años, con el cambio en los modelos de trabajo y en los usos del tiempo, las abuelas se han convertido además en pilares fundamentales para el mantenimiento de la estructura familiar. Aunque, si lo pensamos bien, creo que siempre ha sido así.

Para las nietas y nietos siempre fueron personajes fascinantes. De ellas podíamos aprender costumbres de otras épocas, recetas de cocina, canciones de copla, aventuras y personajes del pueblo, historias de la posguerra. Sus batallitas nunca fueron aburridas, las contaban con tanta gracia que nos gustaban que sonaran una y otra vez. De hecho, de nuestras abuelas hemos aprendido muchísimas cosas que han resultado fundamentales para nuestra vida adulta.

Una de mis abuelas era una excelente cocinera, y entre sus fogones de ella aprendí mucho de lo que sé. Aún recuerdo con cariño cómo discutía con ella porque me supervisaba, con mirada atenta y experta, cada pequeño paso de las recetas que elaborábamos juntas. Más tarde me di cuenta de cómo todo ello me sirvió para llegar a ser la adulta que hoy soy.

Los veranos en la playa con los abuelos y abuelas, los paseos por la ciudad contándote cómo eran ‘en sus tiempos’ y lo mucho que ha cambiado, las fiestas y tradiciones que vivían, los coches y los viajes, los teléfonos y la comunicación (que ellos llamaban ‘adelantos’…). Todo empezaba a ser muy diferente a como ellas y ellos lo habían vivido. Pensándolo con perspectiva, que a mí misma me cuesta adaptarme a las nuevas costumbres de mi hija y de mi hijo (para ejemplo, un Tiktok) tomas conciencia de cuán inmenso tuvo que ser su esfuerzo para entender el mundo que venía.

Con el libro Abuelas. Cada una a su manera, la autora Bea Taboada nos vuelve a tocar la fibra de nuestros recuerdos, como ya hizo con su anterior título, Mamá tiene truenos en la cabeza. Esta vez nos da de lleno en nuestra memoria emocional, gestando esta maravillosa historia de dos abuelas: la abuela y la yaya. Esta abuela y esta yaya son tan diferentes como la vida misma. Una más moderna, la otra más tradicional, y de ambas se puede aprender y disfrutar. Como la vida misma. Para mí, como para tantos, fueron mi ‘abuela’ y mi ‘abuelita’. Pero lo realmente mágico es que las dos aportaron tantas cosas a mi ‘yo niña’ que nunca hubieras imaginado cómo eso te va a ayudar en tu ‘yo adulta’.

Si a este recorrido por los recuerdos añadimos las preciosas ilustraciones a las que nos tiene acostumbradas Viv Campbell, el libro se hace simplemente irresistible. ¡Deseando leer el siguiente de Bea Taboada! Preparen los kleenex, eso sí.

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