Los conciertos diurnos de la edición 2021 del Cartagena Jazz Festival están siendo el complemento perfecto para la solemnidad (bien entendida) de los conciertos nocturnos. Ayer se volvió a demostrar. Acompañado de su quinteto, Tito Ramírez desplegó sobre el escenario de la terraza de la muralla de El Batel la batidora musical que convierte a su propuesta en una extraña máquina del tiempo: lo suyo, a medio camino entre el bogaloo, la salsa dura, el rock and roll de los 50 y el rhythm and blues, suena al mismo tiempo a pura tradición y a giro de tuerca. Todo ello, acompañado por una factura estética de primer orden, permitió al público disfrutar de un concierto de gran magnetismo.