Es sabido que el jazz y el flamenco comparten ciertos elementos comunes, y los dos cuentan con un origen misterioso. El flamenco ha hechizado a muchos músicos y compositores de fama mundial, por ejemplo, a Miles Davis, que lo demostró en Sketches Of Spain. Una vez más comprobamos ese hechizo en la conexión del piano y la guitarra flamenca.

Rara vez se tiene ocasión de observar tanto entusiasmo, imaginación, técnica y otras virtudes como las que derramaron en esta jam session el trío formado por el pianista menorquín Marco Mezquida, el guitarrista de Cornellá Juan Gómez Chicuelo, y el percusionista hombre orquesta Paco de Mode, que "cuando merienda te quita el sentío”. Inspirado, delicado, bien equilibrado, todo estaba al servicio del corazón.

Cuando Chicuelo y Marco Mezquida comenzaron a colaborar y sacaron Conexión, su primer disco conjunto, se estaba gestando algo importante en el mundo del jazz-flamenco. Y si aquel fue un álbum de canciones propias, dos años después sacaron No hay dos sin tres (título en homenaje al tercero en discordia en este conjunto, el percusionista Paco De Mode), que incluía versiones y tributos a todo tipo de estilos.

La música de este ansiado recital transcurrió entre el flamenco, la música popular y el jazz contemporáneo, con sensibilidad, ideas frescas y el conocimiento aportado por estos músicos que dialogan entre ellos sin prejuicios, un viaje sonoro que va mucho más allá de estilos y palos.

Juan Gómez 'Chicuelo' es uno de los guitarristas flamencos más relevantes del panorama actual, y ha puesto sus cuerdas a las voces de Morente, Mayte Martín o Chano ya paladeando el jazz. Mezquida es ya uno de los pianistas más relevantes de todo el continente, además de moverse en cualquier tipo de música y salir por la puerta grande noche tras noche. En ellos todo parece discurrir de forma natural, con íntima conexión, en un bello diálogo con total libertad. Hace tiempo que los dos músicos, por separado, abandonaron los límites de los géneros que los vieron nacer,

En un rincón del escenario, el pianista, improvisador versátil y de gran expresividad, un explorador del teclado, creador de un pianismo único que se enriquece en la diversidad, no cesó de asombrar mientras la noche ganaba intensidad con su aleteo sobre el piano, al que tocó “las tripas”, cada vez más veloz y retorcido. Desde la música clásica a la libre improvisación, pasando por cancioneros mediterráneos y latinos, flamencos y poderosamente jazzísticos, todos los sonidos conducen al teclado de Mezquida, que tiene la virtud de plasmar su personalidad en cada nota que ejecuta. En el centro, Chicuelo, que tocó bonito incluso cuando afinaba la guitarra, dirigiendo con sus gritos los cambios de ritmo; se le nota que disfruta sobre el escenario difundiendo el conocimiento del flamenco. Su comunión con Mezquida trasciende la colaboración artística; no se trata de ver quién lo hace más bonito, sino experimentar hasta dónde pueden llegar juntos. Por supuesto, lo flamenco manda, por compás y por colores, pero lo no tan flamenco encaja con mucha naturalidad en su lenguaje; la mayoría de las melodías están dobladas y tocan al unísono; conversaciones en las que unas veces suena más clara una voz, y luego la otra. Al otro extremo del escenario, De Mode, impetuoso y delicado al mismo tiempo con la percusión. Todo fluye con naturalidad; no se puede estar más conectado.

Sonaron temas de No hay dos sin tres, y de Conexión. De aperitivo ofrecieron un tanguillo con enorme ritmo, que sirvió para que los tres músicos mostraran sus cartas y su conexión, llevándose al respetable de calle: Mezquida, con su increíble mano izquierda; el fino guitarrista Chicuelo, sin limitarse al flamenco. Fueron cayendo desde una nana (Canción para Tina) a una especie de sinfonía-rumba que termina en batucada (Engaño), y arrancó Chicuelo solo; también una seguiriya en tres partes (Lenta, andante y trepidante), la bulería No te puedo encontrar –de la película Blancanieves-, que supuso un Goya para Chicuelo; incluso una bulería con una sardana dentro (Sin espinas, que arranca con una cita a la célebre La santa espina de Enric Morera). Algo extraordinario. La despedida fue con otra bulería , Gloria bendita, del maestro Chicuelo. Tuvieron que volver a salir reclamados por el público, e hicieron Al sol, remate final de una noche que acabó en euforia. Fue un milagro. A través de piezas musicalmente complejas, interpretadas de manera que lo difícil pareciera fácil, desarrollaron una música epidérmica y sensible, de las que emocionan y, si te dejas, te hace viajar. Pues eso, gloria bendita.