Cada nueva novela publicada por Arturo Pérez-Reverte es un acontecimiento para el mundo editorial y mediático. En primer lugar, porque el cartagenero sigue siendo un autor superventas, y en lo referente a los medios de comunicación, porque el también periodista y académico se ha convertido en una suerte de líder de opinión de lo políticamente incorrecto. Porque, al igual que dice ser un «escritor libre», también es un pensador libre, ajeno a las modas y a lo socialmente aceptado. Por eso no es de extrañar que ayer, durante la presentación de El italiano (Alfaguara, 2021) en Murcia, las preguntas del ámbito de las letras acabaran cediendo terreno ante la actualidad más candente. Y en la Región, hoy por hoy, todos los focos están puestos en el Mar Menor.

«Me parece un disparate lo que se ha hecho ahí», se apresuró a responder el cartagenero ante la pregunta de uno de los periodistas que llenaron la sala de prensa del Centro Cultural Las Claras de Murcia, donde tuvo lugar el acto. «Tampoco soy un experto en ecología ni en el Mar Menor –añadió Pérez-Reverte–, pero bueno, es una cosa que lleva mucho tiempo entre nosotros... Yo conozco aquello desde que era niño y lo he visto destruirse. ¿Y por qué ha ocurrido esto? Pues por lo que se destruye todo: por la ambición combinada con la estupidez, que es como el ser humano actúa habitualmente», lamentó el autor de La tabla de Flandes y El Club Dumas, que no pudo resistirse a añadir: «Y por supuesto, también, por dejadez por parte de las autoridades, que han mirado para otro lado cuando les ha interesado, tal y como suele ocurrir».

Sin embargo, Pérez-Reverte, que acostumbra a no rehuir y entrar al trapo casi ante cualquier cuestión, prefirió no responder cuando se le preguntó por la propuesta aprobada este miércoles en la Asamblea Regional según la cual se prohíbe el uso del lenguaje inclusivo en las administraciones públicas murcianas, pudiendo incluso acarrear multas para quienes infrinjan la norma. «Sobre temas de inclusión me he pronunciado públicamente en multitud de ocasiones, así que no tengo nada que decir al respecto. Me remito a mis anteriores opiniones», señaló Pérez-Reverte, que tampoco quiso entrar al trapo en lo referente a la polémica suscitada a raíz de la concesión del Planeta a Carmen Mola y el anuncio de que, tras este exitoso seudónimo, se escondía un trío de guionistas (todos hombres), incluido el lorquino Agustín Martínez. «No sé de qué me estás hablando», replicó el cartagenero ante el planteamiento de una periodista. «No he leído nada de Carmen Mola ni me interesa lo más mínimo ese tema», zanjó.

El mar y la mirada femenina

El encuentro con los medios tuvo lugar en el marco del ciclo ‘Literatura y memoria. Narrativa de la Guerra Civil’, que se viene desarrollando desde el pasado martes en el Aula de Cultura de la Fundación Cajamurcia, en la Gran Vía de la capital del Segura. Allí tuvo lugar este jueves un segundo encuentro –esta vez abierto al público general, y no solo a los medios como el de por la mañana– en el que el cartagenero mantuvo una distendida charla con y José María Pozuelo Yvancos, coordinador del programa, académico correspondiente de la RAE –su invitado lo es ‘de numero’ (silla T)– y catedrático de Literatura de la Universidad Murcia. Él también ejerció de anfitrión –junto a Pascual Martínez, director de la Fundación Cajamurcia– durante la rueda de prensa celebrada en Las Claras, donde aprovechó para confesar que la anterior publicación del cartagenero, Línea de fuego (2020), le sirvió de inspiración a la hora de idear este ciclo, «pero resulta que El italiano también encaja perfectamente en este proyecto».

Pascual Martínez, Arturo Pérez-Reverte y José María Pozuelo Yvancos. Marcial Guillén / EFE

Y es que la última referencia de Pérez-Reverte es una historia de amor en tiempos de conflicto –y basada en hechos reales– para la que el académico se ha remontado a los años de la Segunda Guerra Mundial, y en concreto al Gibraltar de la época. Imbuido por su amor por el mar y, en concreto, por el Mediterráneo, Pérez-Reverte se ha ‘encontrado’ allí con Elena Arbués, una librera de La Línea de la Concepción que es «dueña de su propio destino» (al estilo de las heroínas femeninas del siglo XXI), y con Teseo Lombardo, un buzo transalpino enviado al peñón para sabotear barcos ingleses. «Él no es un tipo interesante en el sentido intelectual de la palabra –explicó el autor–, es un soldado; joven, apuesto, nadador..., pero sin nada particular. En cambio ella sí es una persona culta. Una mujer que, al encontrarse a un hombre saliendo del mar, herido y vestido de caucho negro, proyecta en él sus lecturas y lo convierte en héroe. Y esa es un poco la lección de esta historia: es la mirada de una mujer intelectualmente potente la que convierte al hombre en héroe; si no fuera por ella, Teseo sería un soldadito más», apuntó Pérez-Reverte, para quien «no hay peor desprecio que la mirada de una mujer que desprecia ni mayor elogio que la mirada de una mujer que admira».

«No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe..., y de esos hay muchos. Yo espero darme cuenta a tiempo»

Esta es, sin duda, una de las claves de la novela; la otra es el mar. «Yo quería escribir una historia clásica de héroes, de amor y de guerra y que tuviera el Mediterráneo de fondo. Meter a Homero, a los Argonautas, a Ulises, La Odisea...», confesó el escritor, que definió El italiano como «un canto» a nuestro mar y «un homenaje a la patria mediterránea» en la que nació y se crio. «Porque todo empezó ahí, todo vino por ahí..., y en Cartagena y Murcia lo sabemos mejor que la mayoría. Las legiones romanas, el mármol, los dioses, el aceite de oliva, el vino tinto...», reflexionó Pérez-Reverte, quien, no obstante, fue tajante sobre la posibilidad de iniciar algún proyecto en el que la Región sea protagonista: «No le debo nada a esta tierra, literariamente hablando. O no más que a Madrid, a México, a París o a Italia. Sentimentalmente sí, por supuesto, pero como narrador no tengo un compromiso especial».

En cualquier caso, esta historia nace durante su infancia cartagenera, cuando su padre le llevó al cine a ver Su mejor enemigo, de Alberto Sordi. En ella, «los italianos quedaban bastante mal, como en casi todas las películas», pero su progenitor le dijo: «No te equivoques, hubo gente muy valiente», y le contó una hazaña que se quedó en la cabeza del escritor hasta que un día ‘vio’ la novela. En concreto, tal y como ha desvelado en otras entrevistas, uno de estos episodios fue el protagonizado por el grupo Orsa Maggiore, compuesto por buceadores de combate que, con sofisticados equipos submarinos, se sumergían en el mar y se infiltraban en el puerto de Gibraltar para hundir los barcos de guerra británicos que atracaban allí en sus travesías. En total, hundieron o dañaron catorce barcos aliados entre 1942 y 1943.

A este respecto, Pérez-Reverte destacó como la parte «más desagradable» de su trabajo el descartar ideas que ya nunca podrá publicar. «Mi problema es que no voy a vivir lo suficiente para contar las historias que quiero contar», apostilló. Y es que, a apenas unos días de cumplir los 70, confesó que no siente «agonía creativa», pero que por su cabeza rondan –«como una nube de moscas»– al menos una docena de historias entre las que, debido a su edad, tendrá que «elegir con mucho cuidado» de cara a emprender próximos proyectos. «Debo equivocarme poco y no malgastar el tiempo», apuntó, aunque dijo que, «seguro», todavía le quedan «dos o tres novelas» por escribir. Eso sí, siempre y cuando todavía no haya alcanzado su «fecha de caducidad» como narrador. «¿Cuándo ocurre eso? Cuando ya no te queda imaginación, cuando ya no se te ocurren cosas, cuando ya has machacado todos tus temas... Y espero darme cuenta de eso cuando toque porque no hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe..., y de esos hay muchos».