Pensador de cabecera para toda una generación, Fernando Savater (San Sebastián, 1947) visita mañana la Biblioteca Regional de Murcia para participar en el ciclo ‘#ElCanondelaBRMU’, que pretende elaborar un listado de obras imprescindibles con la colaboración de algunas voces autorizadas del panorama literario español. Manuel Vilas fue el primero en hacer su aportación (La sonata de Kreutzer, de Tolstói), mientras que el profesor, filósofo y escritor donostiarra llegará a la Región como protagonista de la segunda jornada de este programa con un clásico de la literatura de aventuras y fantástica debajo del brazo: Moby Dick. Aprovechando la coyuntura, esta Redacción ha podido charlar telefónicamente son Savater sobre la obra de Melville y otras cuestiones de interés. 

Hola, Fernando, ¿cómo está?

Pues me pillas leyendo los periódicos. Debo ser de los pocos que todavía lo hace...

Por la parte que nos toca, me congratula. Pregunta casi obligada, por manida que sea: ¿Cómo está viviendo, no ya la pandemia, sino esta progresiva vuelta a la normalidad?

Bueno, sinceramente me gustaría que estuviéramos en una vuelta a la normalidad más decidida, sin tantos miramientos, pero es mejor esto que nada, eso está claro. Sin embargo, creo que lo peor de la pandemia ya ha pasado... En España la gente se ha vacunado masivamente; siempre quedan algunos ‘originales’, pero las personas normales, racionales –que, afortunadamente, son una amplia mayoría–, tienen ya la dosis completa. Y eso va a darle la puntilla al virus (al menos, por el momento). Así que ojalá podamos pisar un poco el acelerador y pasemos unas buenas Navidades.

A algunos igual hasta les cuesta retomar ciertos hábitos... Hay a quien las multitudes han empezado a darles pavor... ¿Es usted de esos o por el contrario está deseando volver a lo que teníamos antes de que se decretara el estado de alarma?

Yo las multitudes hace mucho tiempo que las tengo prohibidas [Risas]. Pero estoy encantado con que por fin podamos estar dejando este episodio atrás, y deseando volver a aquellos días. A mí lo que me cuesta no es acostumbrarme a la normalidad, sino a la anormalidad.

Aprovechando que le tengo al teléfono, me gustaría preguntarle una cosa: como profesor, ha estado durante gran parte de su vida en contacto con las nuevas generaciones. ¿Entiende el desencanto de los jóvenes? Y no hablo ya a nivel político, que es evidente, sino en general, con el sistema o con el mundo que les ha tocado vivir.

[Ríe] Cuando a Churchill le preguntaron qué opinaba de los franceses dijo: «No sé, no los conozco a todos», pues yo con los jóvenes igual. No creo que todos estén desencantados... Conozco a chicos que están entusiasmados y a otros que son remisos, pero espero que, entendiendo el «sistema» como el sistema democrático que tenemos en este país, a todos les guste. Es lógico que haya cosas que les desagraden (el separatismo, los políticos que prometen una cosa y al día siguiente la contraria, etc.), pero eso también nos pasa a los viejos. De todas formas, por los botellones que celebran no parecen descontentos... [Ríe]

¿Y cómo puede ayudarles la Filosofía? Tanto a unos como a otros, me refiero.

Pues... es que la filosofía es una materia que, más que ayudar, pone dificultades a la vida; no aporta soluciones, sino preguntas. Yo siempre digo que es como andar mirándote los pies, que es mas fácil tropezar así que de cualquier otra manera. Digamos que las cosas que la mayoría de la gente hace mecánicamente, la filosofía las cuestiona, busca sus raíces... No es un método para simplificar la vida, sino para hacerla más compleja; para no salir de dudas, sino para entrar en ellas. Dicho esto, sí puede ayudar en el sentido en que invita a reflexionar, a repensar lo que escuchamos en la tele, en la radio, en Internet... Pero bueno, esa es una cosa de sentido común, ¿no? No estaría mal que, en vez de aceptar acríticamente lo primero que nos dicen, nos paremos a pensar.

«La literatura es una de las grandes riquezas que tenemos los humanos. Quienes se privan de los libros son un poco más tontos y un poco más infelices»

Por cosas así, imagino que no estará nada satisfecho con cómo han tratado a la asignatura de la que usted fue profesor en la nueva ley de Educación...

Hombre, pues no. Filosofía es una asignatura que se ha venido haciendo cada vez más pequeñita, más remota y apartada; se está convirtiendo en una especie de capricho. Pero bueno, me parece mal, no solo por principios, sino porque la Filosofía y la democracia nacieron en el mismo lugar y tiempo, nacieron juntas, y es peligroso para la democracia que se le prive de ese reverso intelectual. Pero no parece que nuestros dirigentes reflexionen demasiado sobre estos temas..., al menos, por las noticias que nos llegan, en las que cualquier nueva trivialidad tiene más peso que otras cuestiones de verdadera importancia para la Educación. Porque, te diré una cosa: la Filosofía es una de las asignaturas damnificadas, pero el gran perjudicado es el sistema educativo, en general.

Le preguntaba antes cómo puede ayudar la Filosofía a los chavales, o a la gente en general. ¿Y la literatura (que es lo que le trae a Murcia)?

A ver, es que quien no conoce la literatura es como si anduviese con una venda puesta delante de los ojos. Es una de las grandes riquezas que tenemos los humanos, y privarse de ella es como esa gente que dice: «Yo no voy a beber vino nunca más», pues tú te lo pierdes [Ríe]. La gente que se priva de los libros es un poco más tonta y un poco más infeliz. 

En concreto viene a ofrecer una charla en la Biblioteca Regional dentro de un ciclo que tiene por objetivo elaborar un canon de obras imprescindibles de la historia de la literatura. Usted ha elegido un clásico, Moby Dick. ¿Por qué?

Porque es una novela –o algo más: un libro– que me gusta mucho y vengo leyendo y releyendo desde que era muy joven. Lo he visitado muchas veces y siempre he encontrado en él cosas muy distintas: desde una primera lectura más ingenua o emotiva, hasta unos repliegues mas profundos o intelectuales en ocasiones posteriores. Creo que es un texto que se presta a muchas lecturas. Además, es una novela que tengo muy trabajada, cosa que siempre ayuda en un encuentro de este tipo... [Ríe]

¿Recuerda cuándo se topó por primera vez con Melville y Ahab y qué aprendió o qué sacó de su lectura?

Pues probablemente la leyera por primera vez en el cole. Recuerdo que teníamos una colección de grandes clásicos en formato de tebeo y gracias a ella descubrí historias que más adelante compré de más adulto tal y como se concibieron inicialmente por su autor. También había otra... ‘Historia’, de la Editorial Molino, que mezclaba el cómic con la prosa novelística y con la que descubrí, por ejemplo, Los tres mosqueteros y, seguramente, la propia Moby Dick. Debía tener 8 o 9 años.

Usted siempre ha defendido la literatura fantástica y de aventuras..., incluso mucho antes de este boom que parece estamos viviendo. 

¡Sí! ¡Por supuesto!

El otro día le concedieron a José María Merino el Premio Nacional de Letras y se congratuló de que se lo dieran a un autor de literatura fantástica porque es un género que en nuestro país está «bastante denostado»...

Sí. Es que en España, en general, la literatura es muy realista; incluso hiperrealista en ocasiones. No se consiente la magia, las exploraciones fantásticas... Hay otras literaturas como –además de la anglosajona, claro– la alemana o incluso la francesa que son muchísimo más dadas a este tipo de historias. Pero creo que poco a poco se ha ido abriendo camino y que hoy en día tenemos autores interesantes del género fantástico en España. En cualquier caso, efectivamente, no está en el mismo lugar que para otras culturas vecinas.

Fecha: Mañana, 19.00 horas.

Lugar: Biblioteca Regional, Murcia.

Entrada libre hasta completar aforo.